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“Algunos pagaban sólo para tener alguien con quien charlar”

Claudia trabajó años como alternadora y ahora apuesta a un cambio de vida estudiando en talleres municipales.


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Claudia tiene 42 años, es más bien baja y su pelo negro, por debajo de los hombros, siempre está bien arreglado. Por momentos tiene los gestos de una adolescente. De vez en cuando suelta una carcajada y hasta cuando habla acerca de sus experiencias de vida, muchas veces crudas y conmovedoras, no pierde la sonrisa. “Crié hijos y crío nietos”, dice, como lo diría cualquier mujer. Y en realidad es una mujer como todas pero quizás se diferencie de otras porque trabajó como alternadora y también lo hizo en la calle. “Algunos pagaban solamente para tener alguien al lado que los escuche hablar de sus problemas”, confiesa.

Hoy tiene nuevas expectativas. Hace unos meses se anotó en los talleres de capacitación en la búsqueda de empleo para mujeres que fueron víctimas de trata o que forman parte del sector identificado por el Estado como “población vulnerable” y que desean buscar nuevas salidas laborales. Los talleres, que son impulsados por el Instituto Municipal de la Mujer, se plantean como una capacitación específica y llegan a la ciudadanía a través de la Dirección General de Empleo (DGE).

“No sé si habría que hacer la distinción de cursos de orientación laboral para mujeres en situación de riesgo”, aclara Nicolás Reinoso, estudiante avanzado de Antropología y encargado del dictado del taller para agregar: “Creo que lo de grupo vulnerable se da más por la falta de oportunidades frente al mercado de trabajo”. También explica que “el objetivo es mostrar las  herramientas que favorezcan la inserción laboral pero también lo es el brindarles un espacio de contención en donde ellas pueden exponer sus ideas, charlar y debatir cosas que en otros ámbitos como la familia o los amigos tal vez no lo pueden hacer”.

Mientras está en la clase Claudia escucha con atención lo que dice “Nico” (como lo llaman todas las mujeres que asisten al curso). Él explica, como en cualquier taller de orientación laboral, cómo se confecciona un currículum vitae y mientras lo hace anota los ítems más importantes en un pizarrón. También les cuenta que para las que no puedan o no quieran un trabajo formal existe un programa del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación que entrega un subsidio de 15 mil pesos para que encaren su propio emprendimiento.

“A mí esto me abrió la cabeza”, dice Claudia refiriéndose al curso, “yo estudié peluquería a finales de los ’90 y nunca nadie me dio la posibilidad de darme el dinero para comprar los muebles y aparatos y poder trabajar de eso”, y agrega que, en gran parte, su elección de vida fue por la falta de oportunidades y por la necesidad del dinero “aquí y ahora”.  También piensa que la falta de espacios en los medios de comunicación sobre los beneficios y los derechos de las mujeres ayuda a que los hombres se abusen de la peor manera.

“Creo que la desinformación no es algo reservado para un sector de la población en particular sino que depende más de las acciones del Estado en general”, sostiene por su parte Nicolás y dice que algo similar pasa con los cursos de capacitación en oficios que se dictan en el municipio. “Si bien tienen una gran concurrencia y hay una gran actividad, también hay gente que por distintos motivos que quedan por fuera de todo tipo de información y por lo tanto, de toda posibilidad de acceso a determinados beneficios y políticas”, asegura.

Desde su lugar de coordinador, Nicolás asegura que el trabajo que llevó adelante con el grupo de mujeres fue enriquecedor por varios motivos, uno es por la experiencia de vida de cada una de las asistentes, y otro es el hecho de que no hubo antecedentes de un proyecto similar en la ciudad. “Se aprende muchísimo porque además es un sector del trabajo que no deja de estar por fuera del mercado laboral y uno no tiene información sobre el trabajo de la mujer que está en una whiskería, o de la que está en la calle, en un departamento o en un cabaret”, indica.

“Antes todo era más difícil”

Algunos de los recuerdos que tiene Claudia de los tiempos en que trabajaba en la calle giran sobre la solidaridad y la camaradería que solía haber entre sus compañeras. “Terminás siendo una familia y además, siempre estábamos expuestas a todo. Cuando una tardaba en volver o hacía varios días que no la veíamos, preguntábamos y nos preocupábamos”, relata.

Claudia supo de los talleres de orientación laboral hace unos meses, después de que clausuraron el local en el que trabajaba como alternadora donde según cuenta, había clientes que le pagaban por cantar (porque lo hace muy bien) y otros simplemente para que los acompañe con una copa. En el Instituto Municipal de la Mujer le sugirieron que sería una buena opción la de asistir a los talleres de orientación laboral y le preguntaron si estaba interesada en hacerlo. “Yo dije que sí, además nos van a seguir capacitando y hay muchas posibilidades de que consigamos trabajo”, cuenta entusiasmada, mientras repite que antes no existían estas oportunidades.

No obstante su impulso por cambiar, ella no reniega del oficio con el que mantuvo a su familia y que le permitió criar a sus hijos y nietos. Lo mismo hizo con los hijos de algunas compañeras que no podían cuidarlos. Hoy está dispuesta al cambio y siente que se le abren posibilidades que 20 años atrás eran impensadas, y recuerda: “Antes todo era más difícil, hasta la prostitución estaba penada, la Policía hacía razia casi todos los días y cuando eso pasaba nos quedábamos sin trabajo”, finaliza.

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