Ciudad

Algo sigue oliendo muy mal en Capitán Bermúdez

Organizaciones ecologistas junto a vecinos volvieron a denunciar a Celulosa por contaminación ambiental.

Distintas organizaciones ecologistas y vecinos de Capitán Bermúdez siguen con un viejo reclamo que parece no tener solución y enfrenta la falta de respuestas oficiales: en la ciudad vecina a Rosario continúan registrándose problemas en la salud de los habitantes, principalmente en las vías respiratorias, además de la presencia de “fuertes olores” que siguen impregnando cada rincón de la urbe, especialmente cuando el viento sopla desde el este. Y todas las denuncias continúan apuntando hacia un lugar: la empresa Celulosa, productora de papel y pasta y según su propia página de internet con una capacidad de producción anual de 180 mil toneladas. Desde distintas ONGs señalan que si bien la compañía ha dejado de usar cloro elemental como químico para blanquear la pasta de papel, cambiándolo por dióxido de cloro, un material menos contaminante, las condiciones del medio ambiente en esa localidad “distan de ser las ideales”.

Cecilia Bianco, que es coordinadora del Área Tóxicos del Taller Ecologista y vecina de Capitán Bermúdez, explicó a El Ciudadano que según la información que están manejando “la Nación estaría fuera de convenio, por lo que la responsabilidad de los controles estaría recayendo sobre la provincia y el municipio”.

“Hace unos meses se hicieron unos controles del aire de la ciudad, a los cuales aún no hemos podido acceder. Pero entendemos que no deben haber dado muy bien porque los problemas de salud en la población siguen persistiendo tal como hace muchos años. Estamos hablando de frecuentes congestiones y molestias nasales, dolores de cabeza, problemas en la piel y muchas molestias más. Además, la gente que está próxima a la planta se ve especialmente afectada cuando hay viento del este, con olores nauseabundos y picazón en los ojos”, remarcó.

“Otro de los temas está en la lluvia ácida provocada por los productos que flotan y luego caen sobre la población. Hay muchos factores que nos hacen deducir que es responsabilidad de estas empresas. Es muy común ver cómo esta lluvia actúa, por ejemplo, sobre los techos de chapa, provocándoles perforaciones y reduciendo drásticamente su vida útil”, continuó.

“Hace un tiempo, Celulosa dejó de utilizar el cloro elemental y lo cambió por el dióxido de cloro. El tema es que ya que hicieron un cambio en los productos que usan para la producción por qué no hicieron las cosas de mejor manera. Si bien el dióxido de cloro es menos contaminante, está lejos de ser lo ideal”, añadió.

Al ser consultada sobre los controles que deberían ejercerse desde el Estado, Bianco contestó: “Se nota mucho la falta de intervención estatal en estas cuestiones. Por eso nosotros insistimos en informar a las autoridades y a la población sobre la acción nociva de determinadas empresas contra el medio ambiente. Los vecinos y la población son cada vez más concientes de esto, y eso es muy importante. Ocurre que no estamos hablando de cosas menores, sino de cuestiones que atañen de manera directa contra la salud de la gente”.

Por su parte, el titular del Taller de Comunicación Ambiental, Sergio Rinaldi, opinó que “si bien Celulosa ha hecho una reconversión tecnológica, se está lejos de generar las condiciones ideales para el medio ambiente”.

“Esa reconversión –explicó– se dio más que nada por la notoriedad que cobró el conflicto con la pastera de Botnia, en Uruguay, con los habitantes de Gualeguaychú. Este salto tecnológico lo dieron obligados por esta cuestión en las márgenes del río Uruguay. Igual, hay que aclarar que si bien estamos hablando de una mejora, estamos lejos de lo ideal”.

“Esta planta deja décadas de pasivo ambiental porque trabajó con cloro elemental durante muchísimos años. Enfermaron la calidad de vida de muchísimas personas y no hay que olvidar el dato histórico de que fue una de las plantas denunciadas por Greenpeace a fines de la década del 90 por contaminar el río Paraná. También se han realizado presentaciones judiciales hace algunos años para detener la contaminación que causaba”, subrayó.

Por el lado de los vecinos, María, que vive a cinco cuadras de la planta, dice ser una experta en olores y asegura que tiene “detectados” 5 “aromas distintos” que surgen desde la planta. “El olor muchas veces se torna insoportable, queda impregnado adentro de las viviendas. Además, todo el mundo se queja de problemas en las vías respiratorias, de picazón en los ojos, en la piel, dolores de cabeza, descomposturas estomacales y muchos otros síntomas. Acá hubo un gran escape en 2006 y hay gente que quedó afectada de manera crónica. Hay otra cosa que circula por todos lados, que se habla siempre en voz baja, y es que se han incrementado los casos de cáncer. Todos tienen un familiar o un amigo que se le murió de esta enfermedad”, se alarmó.

Y, utilizando el ejemplo de San Jorge, donde la Cámara en lo Civil y Comercial de la provincia dejó firme un fallo sobre el glifosato invirtiendo la carga de la prueba –son los productores sojeros los que deben demostrar que el agroquímico es inocuo y no los vecinos que les hace mal– indicó: “Si esta cantidad de casos no son ocasionados por esta empresa deberían demostrar lo contrario. Vamos camino a la agudización de los problemas de salud”.

“Yo hace 51 años que vivo acá y una cosa que se ha instalado en el imaginario popular de la ciudad es eso que la gente piensa que la economía del lugar depende de estas fábricas. Eso es mentira. Yo recuerdo cuando hace veinte años atrás sonaba la sirena: era un desfile de bicicletas a la salida. Ahora no se ve más eso por la intervención de la tecnología. Donde antes había cientos de personas trabajando ahora hay turnos rotativos con tres operarios a cargo. Hay personas que tienen algo así como una «gratitud retroactiva» y es gente que tiene metido un agradecimiento personal con las empresas porque dicen: «Mi abuelo trabajó allí y se construyó la casa gracias a ellos». Y esto no es así. Si se construyeron la casa es porque trabajaron. Esta ese miedo del cierre de las fuentes de trabajo y el tema es que existen otras maneras de producir. Estas no son las únicas”, indicó.

Por último, María contó sobre el extraño “síndrome de acostumbramiento” que afecta a los que viven en la ciudad. “Una cosa llamativa es el testimonio de muchas personas que vienen a visitarnos y nos preguntan cómo podemos vivir con este olor. Y el tema es que nosotros no sentimos nada. Ya estamos acostumbrados. Yo ya no siento más el olor, sino los síntomas”, concluyó.

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