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Alfonsín-De Narváez, ¿pragmatismo o ideología?

Pese a que Macri aún no decidió bajarse de la carrera presidencial, Alfonsín comenzó a moverse como candidato único de la oposición.

Pese a que Mauricio Macri aún no decidió bajarse de la carrera presidencial y a que también hay otros anotados, Ricardo Alfonsín comenzó a moverse como candidato único de la oposición, con la premisa de fundir pragmatismo e ideología.

Si finalmente queda parado como el único contendiente de Cristina Kirchner, Alfonsín tratará de conservar su esquema “progresista” de alianzas con el socialismo y el GEN, y a la vez seducir a una porción importante del electorado de centroderecha que quedaría huérfano sin Macri en competencia.

La fórmula que encontró para abrir la puerta a unos sin expulsar a los otros fue la de avanzar “en acuerdos por distrito” lo que le permitiría confluir con Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires y, eventualmente, con el propio Macri en la Ciudad, los dos principales reductos electorales donde precisamente el radicalismo tiene su talón de Aquiles.

Sin la letra fina redactada, el acuerdo con De Narváez está avanzado porque a ambas partes les cuadra perfectamente. A Alfonsín porque no contaba con una apuesta competitiva en Buenos Aires y al diputado peronista porque sabe que sin candidato presidencial sus oportunidades se recortan sustancialmente.

El ganador de las elecciones de 2009 está convencido de que Macri, su apuesta inicial, finalmente se bajará de la pelea principal para buscar su reelección en la Ciudad y entonces decidió apostar a un acuerdo con el radicalismo.

Se trata de unas 40 intendencias –sobre 135– que están en manos de la UCR y que en caso de formalizar un acuerdo le permitirían sumar un caudal interesante de votos y acortar las distancias que todavía hoy lo separan de Daniel Scioli.

Más allá de la fórmula elegida para plasmar la confluencia, –Alfonsín habla de listas de adhesión– De Narváez está dispuesto a  negociar distrito por distrito con la UCR, pero no aceptará que haya otra opción opositora a gobernador.

El análisis apunta directamente a Margarita Stolbizer, quien por su parte, tampoco acepta que haya “colectoras” de Alfonsín en la provincia si es candidata a gobernadora.

La posición de la líder del GEN, que tiene buena relación con De Narváez pero discrepa con sus propuestas, es la que mejor representa esa disyuntiva entre pragmatismo e ideología.

“Hay acuerdos explícitos y otros implícitos”, resumió una fuente vinculada con las negociaciones, quien confió en que Stolbizer finalmente no significará un obstáculo para el entendimiento pese a sus últimas advertencias a Alfonsín.

Mientras tanto, Macri medita su decisión. En las últimas horas sus expresiones parecieron mostrarlo más cerca de un paso conservador que de querer ir a una pelea frontal.

Pero todavía no abandonó y mandó a su jefe de campaña Humberto Schiavoni y a Federico Pinedo a negociar directamente con Alfonsín.

Su aspiración de máxima es que ambos vayan como rivales a la  primaria del 14 de agosto y que luego el ganador enfrente a la probable candidata del oficialismo, Cristina Kirchner, como parte de una coalición. Esto también lo propone Eduardo Duhalde.

En esa tarea, el jefe de Gobierno buscó sumar como aliados a otras figuras del radicalismo como Ernesto Sanz, Julio Cobos y Oscar Aguad –candidato a gobernador de Córdoba– quienes sí están de acuerdo en avanzar en un gran frente opositor.

Pero Alfonsín no cede y arrincona a Macri, quien no cuenta con una estructura federal que lo respalde –el PJ disidente quedó diezmado– ni pudo dar algún golpe de efecto como convencer a Carlos Reutemann para que lo acompañe en una fórmula, confió una fuente que colabora en el armado nacional del PRO.

Con Macri o sin él, el desafío para la oposición será transformar en sentido positivo lo que por el momento se percibe como una depuración por fracaso o resignación de las candidaturas.

La depuración

Hace menos de dos años, el 28 de junio de 2009, el kirchnerismo vivía su peor hora con la derrota legislativa de medio término y la oposición desplegaba un abanico de presidenciables triunfadores en sus respectivos distritos.

Con el mundo en recesión y el país todavía afectado por la pelea del gobierno con el campo, los Kirchner habían perdido hasta en Santa Cruz y se avizoraba un final de ciclo.

En el otro extremo, Julio Cobos emergía como un candidato puesto con la estela de su voto “no positivo” y un triunfo impactante en Mendoza, donde había ganado Ernesto Sanz pero la victoria le era atribuida casi íntegramente.

Pero también aparecían en la grilla Carlos Reutemann, ganador en Santa Fe, Macri, a partir del triunfo de Gabriela Michetti en Capital Federal, y De Narváez que había dado el golpe en Buenos Aires.

Con Kirchner debilitado se sumaron a la carrera Duhalde, Felipe Solá, Mario Das Neves, Alberto Rodríguez Saá, Elisa Carrió, Pino Solanas, Ricardo Alfonsín y Sanz.

A partir de ese momento comenzaron a darse golpes entre sí. La UCR contribuyó al desgaste de Cobos, el flamante Grupo A en el Congreso no transmitió homogeneidad y nunca terminó de surgir un “oponente” con respaldo político estructural. Alfonsín tiene la posibilidad ahora con todo el radicalismo encolumnado.

“Los planetas se están alineando”, describió un hombre cercano al dirigente radical que se proyectó tras la muerte de su padre y con aquella victoria en la interna de la UCR bonaerense del 6 de junio de 2010.

A partir de ese momento, fue el único de los opositores que puso ladrillo sobre ladrillo para su candidatura.

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