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Alexander Sokurov el gran ganador

El jurado presidido por Darren Aronofsky premió con el León de Oro al realizador ruso por su magistral adaptación del “Fausto” de Goethe.

El realizador ruso Sokurov, uno de los grandes cineastas de los últimos tiempos.

El jurado de la edición número 68 del Festival Internacional de Cine de Venecia, que estuvo presidido por el realizador norteamericano Darren Aronofsky, premió ayer con el León de Oro a Fausto, del ruso Alexander Sokurov, una adaptación del Fausto de Goethe, que también mereció una mención como “innovación digital” por el tratamiento de la imagen, y con el León de Plata a la mejor dirección para el realizador Shanjun Cai por su película Ren shan ren hai , una película chino-hongkonesa y una denuncia de la condición humana ante la esclavitud.

El premio especial del jurado recayó en Terraferma, de Emanuele Crialese (Italia); y la Copa Volpi al mejor actor en Michael Fassbender por Shame.

Más allá del glamour de la alfombra roja y de los fans enloquecidos que han pasado horas a pleno sol para tratar de lograr un autógrafo o una foto de sus ídolos, este año Venecia ha sido un gran Festival de cine.

La que más ha impactado en el Lido veneciano ha sido sin duda Shame, que se ha tenido que contentar con el premio al mejor actor –excepcional Michael Fassbender– cuando todo el mundo la daba por favorita para el León de Oro. Pero que ha consagrado al británico Steve McQueen como el gran director que se veía detrás de Hunger, su título anterior.

Pero también han gustado y mucho, la ganadora, con una visión muy estética de Fausto. O ese retrato despiadado de la vida cotidiana que es Un dios salvaje, de Roman Polansky, quien no estuvo presente en el festival debido a que todavía pesa una orden de extradición de Estados Unidos en su contra, o la dura crítica de las trastienda política en Idus de marzo, actuada y dirigida por George Clooney.

Todas ellas con grandes actuaciones de gente como Gary Oldman, Kate Winslet, Christoph Waltz, Matthew McConaughey, Keira Knightley, Viggo Mortensen, Paul Giamatti, Philip Seymour Hoffman o Monica Bellucci.

Nombres que han adornado la alfombra roja de Venecia en el exterior y han caldeado las salas en el interior, ya de por sí con una alta temperatura por los torrentes de sangre y de violencia tanto física como psicológica que se han podido ver en muchas de las películas de esta edición.

Fue el caso de Killer Joe, una locura firmada por William Friedkin, que de puro surrealista se ha convertido en una gran comedia negra.

Pero también fuera de competición se han visto cosas interesantes como Wild Salome, una película documental en la que Al Pacino muestra los entresijos de la puesta en marcha de un proyecto teatral sobre la obra de Óscar Wilde y que presentó en Venecia, donde además recibió un premio por su carrera como realizador.

Pero sin duda, el momento más emocionante de esta edición fue la entrega a Marco Bellocchio del León de Oro a toda una carrera, porque recibió el galardón de manos de Bernardo Bertolucci, amigo y rival de toda una vida, que no quiso perderse el evento pese a sus problemas de salud, que le obligan a moverse en silla de ruedas.

Una imagen emotiva que resumía la historia del cine italiano y mundial de los últimos 50 años. Mucho más que cualquier visita de estrella musical encaprichada con convertirse en lo que no es.

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