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Alberto Fernández y la reapertura de actividades: las razones de la jugada arriesgada

¿Cuáles fueron las razones que llevaron al Presidente a tomar esta arriesgada decisión en medio de una semana en la que la cantidad de casos notificados creció sensiblemente?¿Quiénes plantearon más dudas?¿Cómo es el mecanismo previsto para volver atrás si se disparan los contagios?


Mauro Federico/ Puenteaéreodigital

La ciencia en el siglo XVII tenía escollos más importantes que la falta de presupuesto. El pensamiento de los “iluminados” se topaba con la muralla que le interponían las ideas religiosas occidentales cuya usina fundamental –la Iglesia Católica- era a su vez la principal financiadora de la actividad científica. Fue en ese contexto que el italiano Galileo Galilei publicó su magistral obra El mensajero sideral donde cuestionaba el geocentrismo dándole la razón al “hereje” de Copérnico y su teoría heliocéntrica. Publicado en 1610, el libro marcó un giro trascendental de las ideas que hasta ese momento se imponían y fue una sensación para todo el mundo… menos para el Vaticano.

Por eso lo convocaron para advertirle que tenía prohibido defender el sistema copernicano del mundo. Y se planteó un gran debate donde Galileo sostuvo que la ciencia no era más que las leyes naturales bajo las que Dios manifestaba su creación. Pero los inquisidores expresaron que tal precepto infringía el derecho divino a hacer funcionar el universo de forma milagrosa. Y como no logró convencerlos, Galileo tuvo que aceptar la censura y no escribir más al respecto.

Sin embargo se las ingenió para utilizar la literatura como vehículo de transmisión de la verdad científica. Así nació Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, publicado en 1632 donde utilizando el estilo de diálogo platónico entre dos personajes ficticios, Simplicio (defensor de la tradición católica) y Salviatti (la voz de la razón científica), Galileo pudo sortear la censura clerical y desarrollar su teoría. El tercer protagonista del libro es Sagredo, que es una especie de moderador de la conversación, cuyas intervenciones orientan sobre el pensamiento del autor.

El principal aprendizaje que arroja este acotado repaso por la historia es que cuando la ciencia está teñida por la religión, los resultados de su accionar no son útiles para la sociedad. La pregunta, en estos tiempos pandémicos, es cuánto conviene que el saber científico sea contradicho por la política, siempre teniendo en cuenta que a la hora de tomar decisiones desde los lugares de responsabilidad que supone la administración de la cosa pública, no solo se evalúan cuestiones racionales y basadas en datos empíricos, sino también otros factores mucho más difíciles de precisar. En ocasiones, política y ciencia colisionan, a raíz de las diferencias entre lo que la política quiere y lo que la ciencia sabe. Si no se encuentra el equilibrio, las consecuencias pueden ser devastadoras.

La política no es, ni debe ser, exclusivamente una cuestión de datos y toma racional de decisiones. Pero prescindir por completo de los hechos y los datos puede ser un error fatal. La política debe estar por encima de los datos pero a partir de ellos, no prescindiendo de ellos. La realidad se puede cambiar, pero para ello es imprescindible conocerla, tener todas las coordenadas que la constituyen.

Este viernes el presidente anunció la flexibilización de la cuarentena, tras una semana de deliberaciones en las que escuchó a todos los sectores. Para tomar esta decisión, el “gobierno de científicos” puso en la balanza factores que, hasta ahora, había dejado en segundo plano, como el humor social y las presiones de los sectores de la economía que venían reclamando autorización para reiniciar sus actividades.

De algún modo, Alberto Fernández y los gobernadores decidieron algo que una porción cada vez más grande de la sociedad demandaba, por lo tanto el anuncio resultó simpático, si se lo compara con los anteriores en los que el Trío Cuarentena se limitó a prolongar o acentuar las condiciones del aislamiento obligatorio. Esta vez, desde el tradicional quincho de Olivos, histórico escenario de grandes roscas de la política nacional, fue el Sexteto Pandemia el que anunció el “regreso a fase 3”, que nos aproxima a la “nueva normalidad” tan anhelada.

La apuesta es arriesgada. Ocurre en el momento más crítico del proceso iniciado el 20 marzo, con un número de casos cada vez mayor (y en ascenso) y durante la etapa del año en la que las condiciones meteorológicas no colaboran para contener patologías respiratorias. Además, el desafío le otorga un protagonismo fundamental a la responsabilidad ciudadana, un factor que no siempre juega a favor de los intereses comunitarios. Entonces ¿por qué se decidió abrir justo cuando pareciéramos entrar en la etapa más turbulenta? ¿Estamos tan mal como los partes diarios transmiten o hay factores más importantes que la cantidad de contagios a la hora de evaluar la situación?

“Si bien esta semana hemos batido el récord de notificaciones diarias (superando la barrera de los 4000) los dos números que tuvimos en cuenta para consensuar esta decisión fueron la cantidad de días en los que se produjo la duplicación de casos –que pasó de 14 a 24 prácticamente- y el porcentaje de ocupación de las camas de terapia intensiva en los distritos más comprometidos”, le dijo a #PuenteAereo el doctor Tomás Orduna, infectólogo que integra el comité de asesoramiento permanente del presidente. “Si no hubiéramos decidido volver a fase 1 a principios de julio, hoy probablemente tendríamos entre un 30 y un 40 % más de casos y no podríamos ni pensar en aflojar”, completó el profesional.

Si suben mucho los contagios, vuelve la fase 1

En la previa al anuncio, varias voces del oficialismo se habían alzado para manifestar su preocupación ante la inminente apertura. Una de ellas fue la del diputado nacional Eduardo Valdes, hombre del círculo más cercano al presidente, quien le dijo a #PuenteAereo: “los números no están como para hacer aperturas, pero sé que mi pensamiento no se va a imponer porque la tendencia es que la gente quiere abrir y el presidente es una persona equilibrada que escucha a todos”.

El propio ministro de Salud, Ginés González García, expresó en diálogo con este cronista que “es realmente complicado tomar una decisión de este tenor cuando los números no acompañan, pero sabemos también que la estrategia que diseñamos no fue para eliminar ni los contagios, ni las muertes (algo imposible en una pandemia), sino para enlentecer el ritmo de avance del virus a los efectos de darnos tiempo para reforzar la estructura asistencial y esto se ha logrado”.

Seguramente teniendo en cuenta estos factores, el anuncio del viernes tuvo un fuerte componente condicional. El diagnóstico efectuado por el presidente -extenso y detallado- dio paso al anuncio en donde quedó claro que es perfectamente conciente de la gravedad del momento y de la enorme responsabilidad que está asumiendo al pedirle a la comunidad que se haga cargo de los cuidados imprescindibles para evitar la masificación de los contagios. “Precariedad”, fue el término utilizado por Fernández para mantener abierta la puerta a un nuevo retroceso.

Por su parte, el mensaje de los mandatarios provinciales mantuvo un delicado equilibrio que recorrió la necesaria exposición de los riesgos sanitarios que supone esta apertura y cerró con la misma advertencia enfática sobre la posibilidad de volver atrás en caso de producirse un incremento de casos que ponga en peligro el sistema de atención.

Pero tal vez el saldo más importante que arrojó esta semana es la consolidación definitiva de un mecanismo de consulta y debate donde la política y la ciencia exponen sus puntos de vista, los discuten hasta agotar las instancias y definen una postura que conforme a la mayoría, sin distinción de cargo, función, formación o ideología. Esto es inédito en la historia argentina. Jamás antes funcionó una estructura consultiva a la que el presidente, sus ministros y los gobernadores le prestaran tanta importancia y cuyas conclusiones sean la base de las decisiones gubernamentales que nos afectan a todos.

Tal vez haya sido el miedo a lo desconocido, o quizá la incertidumbre sobre el impacto real que esta pandemia podía tener en nuestro país. Sea cual haya sido la motivación, lo trascendental es que se haya constituido este espacio de decisión en donde la búsqueda del consensos en pos del bien común esté por encima de las diferencias. Ojalá puedan generarse instancias de similares características ante otras circunstancias donde es imprescindible acordar criterios para avanzar con paso firme hacia una solución que contenga a todos y a todas.

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