Según un estudio hecho por el psicólogo rosarino Alberto Basualdo, especialista en enfermedades psicosomáticas y clínica general, más del 80 por ciento de los rosarinos tiene miedo a perder su trabajo. Además, el 61 por ciento vive acosado por las demandas laborales y el 90 por ciento se siente cansado sin haber hecho alguna actividad física. El profesional, que aborda los modos en los que la crisis afecta en el ámbito laboral, explicó que la cifra aumentó un 20 por ciento en cuatro meses.
“Este informe hace visible el peso que tiene la crisis económica en la vida de las personas, cuáles son las manifestaciones sintomáticas que expreso con mi cuerpo, y cómo me afecta desde lo emocional todo aquello que me está sucediendo en el presente”, apuntó el psicólogo.
El relevamiento estuvo compuesto por 236 entrevistas a rosarinos de entre 18 y 65 años. Para Basualdo, los resultados son contundentes y muestran que “el trabajo ha dejado de ser un lugar de sostén y ordenamiento en la vida de las personas, para volverse un espacio de tensión e incertidumbre que lo deja sin un soporte social clave para la vida”.
Miedo, inquietud y ansiedad aparecieron repetidas veces en las respuestas de los entrevistados. Junto con el temor a quedarse sin trabajo existe además el miedo a la pérdida de relaciones sociales de importancia.
“La pérdida provoca por sí misma una situación de inquietud e inestabilidad emocional; y si le sumamos una realidad que confirma que tu lugar en la sociedad no está asegurado, y que podes ser el próximo, la inestabilidad emocional aparece a flor de piel”, explicó Basualdo, quien abordó de manera integral el estudio.
Otro punto a destacar del informe es la autoexigencia que presentaron los entrevistados, al expresar en un 61 por ciento la necesidad de responder y actuar de un modo intenso y rápido sobre las demandas que les impone la realidad, sobre todo en el ámbito del trabajo.
“Este indicador nos habla de cómo el nivel de vulnerabilidad de las personas se expresa en la necesidad de tener una respuesta acorde para ser tenido en cuenta. Todo esto genera un círculo vicioso que en el contexto laboral termina fomentando el encierro: «me piden más y mejor» y yo tengo que responder en todo momento y del modo más eficaz, para poder estar a resguardo”, resaltó el psicólogo.
Esto marcaría el inicio del “síndrome del quemado”, que “no es otra cosa que el estrés que siente la persona en el ámbito laboral, al repetirse una y otra vez situaciones que lo agobian y le generan una tensión constante, muy por arriba de la media saludable”, apuntó Basualdo.
Sumado a esto, la mitad de los encuestados manifiesta dificultades en el descanso.
“Estas presiones laborales condicionan el modo en el que las personas desarrollan su vida cotidiana, ya que no pueden hacer un corte entre el campo de las obligaciones y el espacio vital. Es decir, todo es obligatorio, todo se vuelve una carga y una presión constante donde el cuerpo y las emociones empiezan a actuar como válvulas de descarga o escape. Las crisis, en este caso las económicas, sacan a relucir las partes más primarias -lo reactivo y lo agresivo-, como respuesta para sobrevivir. La incertidumbre del mañana produce sujetos cada vez más vulnerables y frágiles para vivir el presente. El día a día se vive cada vez más como una amenaza; y no como una oportunidad para el desarrollo de las personas”, explicó el profesional.
“Tratar de recuperar los espacios próximos de encuentro, el rescate de la cercanía y los afectos cercanos sirven como un modo de sostén en épocas muy duras de crisis como el presente”, aconsejó Basualdo.
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