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Estudio argentino pionero

Al menos una buena: por la pandemia disminuyó del 70 al 40% la presencia de piojos en los menores

La investigación de un equipo del Conicet permitió relevar en cuánto cayeron las infestaciones, y es la primera que se realiza en el mundo, aunque la preocupación es global. El regreso a las clases presenciales será otro laboratorio para estudiar el comportamiento de los parásitos


“Los piojos también se vieron afectados por el covid-19”. Así se titula una investigación de científicas y científicos de Argentina, única en su tipo en el mundo, publicada en Parasitology Research sobre los efectos del confinamiento obligatorio por la pandemia. Si, antes del aislamiento, siete de cada diez menores en edad escolar se rascaban insistentemente la cabeza, durante la cuarentena sólo cuatro sufrieron picazón, de acuerdo con una encuesta realizada en el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba) entre 1.118 niños y niñas.

“Tuvimos la oportunidad de encarar y realizar el estudio antes de que termine la cuarentena estricta. Es el único trabajo de estas características que se hizo en el mundo, y permitió observar en condiciones inéditas la dinámica de la pediculosis”, destaca Federico Galassi, doctor en Biología, graduado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, a cargo de esta encuesta realizada entre el 2 de junio y 28 de julio pasado.

En algunos países, como Inglaterra, hubo llamados a la población para aprovechar la interrupción de clases y controlar mejor este trastorno, que afecta principalmente a chicos y chicas entre 3 y 14 años. “Pero –aclara Galassi– no hubo una investigación”, como la publicada recientemente, donde se indica que “la prevalencia de piojos disminuyó significativamente desde un máximo del 69,6% previo a la pandemia, hasta un 43,9 % durante el confinamiento por COVID-19”, en un área habitada por el 37 % de los residentes en la Argentina.

26 por ciento menos

En otras palabras, estos resultados obtenidos en AMBA, mostraron una merma de 26 puntos porcentuales. “Esperábamos una baja significativa y que se mantuviera parte de la población del insecto. El piojo nunca desaparecerá, a menos que lo haga el humano. Infestación siempre habrá pero, como se transmite de cabeza a cabeza y durante la cuarentena no había interacción entre diferentes chicos o chicas, si los padres eran suficientemente cuidadosos y se usaba bien la prevención, debería haber una disminución. Y esto fue lo que vimos”, destaca Isabel Ortega-Insaurralde, del Laboratorio Fisiología de Insectos, Instituto Biodiversidad y Biología Experimental y Aplicada (UBA-Conicet), en el Departamento Biodiversidad y Biología Experimental de Exactas UBA.

Confinamiento y laboratorio

Por medio año, los juegos en las plazas, en los patios escolares o con amigos y familiares estuvieron interrumpidos. “Por 180 días, el país tuvo la cuarentena más larga y estricta del mundo”, ponen en contexto los referentes del proyecto. Esta pausa brindaba un laboratorio de ensayo inédito para el equipo científico que habitualmente concurre a los colegios, fuentes principales de contagios, a registrar la infestación.

Acá no hay “Piojo cero”

“En la Argentina tenemos la chance de estudiar esta problemática en las escuelas. Esto no ocurre en otros países por la política de “Piojo Cero”. Si en Estados Unidos y Europa encuentran a un chico o chica con pediculosis, lo mandan a la casa hasta que no tenga ninguno”, detalla Galassi, del Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas, Unidad de Investigación y Desarrollo para la Defensa (Conicet).

Este panorama, modificado por la cuarentena, lo sortearon a través de una encuesta online que, además de mostrar la disminución de la infestación, registró que en una casa con hasta dos menores era posible el control de la pediculosis. Cuando la cantidad es mayor se complica. “Hay más cabezas y eso hace que la población de piojos pueda seguir creciendo. En cambio, no importa el número de habitaciones de la vivienda. No es una cuestión edilicia. Es más humana, que de contexto”, subraya la doctora en biología Ortega-Insaurralde.

El peine fue el preferido

Peine fino solo o combinado con pediculicidas de venta libre fueron los métodos más seleccionados por las familias a la hora de combatir este insecto. “Muchos padres hablaban de la reinfestación, es decir, que volvía a aparecer el problema. Esto se debe a un mal manejo por usar peines con dientes flojos, que requieren reposición, pues no logra retirar huevos o liendres”, sugiere Galassi, a la vez que aconseja: “Conviene pasar el peine fino con acondicionador porque forma una película que permite sacar bien las liendres. Éstas tiene un cemento para adherirse al pelo que lo pega muy fuerte”.

¿Y ahora?

Esta disminución que se logró durante el aislamiento, ¿ayudaría en el futuro a reducir la infestación? “Suponemos que la situación volverá a los estados previos a la cuarentena por la dinámica propia del piojo. Aunque ahora se habla de armar burbujas en las escuelas para que, supuestamente, no haya interacción entre los chicos y chicas. Veremos cómo serán las condiciones de la vuelta a clases presenciales, y habrá que hacer otra encuesta para observar la dinámica de este insecto”, coinciden los responsables del estudio.

Mientras se espera el regreso a la educación presencial, la cuarentena dejó sus aprendizajes. “Ayudó a los padres a tener más conciencia y revisar más a sus hijos. La normativa de higiene y revisación es clave. Hay chicos que tienen muchos piojos y no se dan cuenta porque no les pica la cabeza. Son algo así como los asintomáticos del covid-19, y resultan supercontagiadores. Por eso, es tan importante el control por parte de los adultos”, concluye Galassi.

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