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Cócteles venenosos

Agrotóxicos en alimentos: un llamado urgente para que se revisen los límites permitidos

Esta semana se celebró el Día mundial contra el uso indiscriminado de agroquímicos. Investigadores argentinos aseguran que en el país los valores vigentes están desactualizados porque no contemplan resultados adversos de estudios realizados durante los últimos 20 años


Esta semana se celebró el Día contra el uso indiscriminado de agroquímicos cuya finalidad es concientizar a la población mundial acerca de la utilización indebida de agrotóxicos para minimizar riesgos en la salud y el impacto negativo en el ambiente. Desde Argentina, distintos especialistas resaltaron que es “urgente” revisar los Límites Máximos de Residuos (LMR), cuyos valores regulan oficialmente la cantidad de agroquímicos que pueden contener los alimentos. Según los investigadores, las medidas actuales no contemplan estudios de los últimos 20 años que constatan efectos adversos en la salud tanto por la mezcla de sustancias como por el consumo crónico.

Según la Organización Mundial de la Salud, en el mundo se utilizan más de 1.000 plaguicidas para garantizar que las plagas no dañen ni destruyan los alimentos y cada uno tiene diferentes propiedades y efectos toxicológicos. La toxicidad depende de varios factores y sus efectos difieren según la dosis de sustancias químicas a las que quedan expuestas las personas. Otro factor es la vía, ya que no es lo mismo tragarlos, inhalarlos o el contacto directo con la piel. En grandes cantidades, los plaguicidas pueden provocar intoxicación aguda o efectos a largo plazo en la salud como cáncer o adversidades en la reproducción.

En la Argentina, distintos especialistas advirtieron que es “urgente” hacer una revisión de valores en los Límites Máximos de Residuos en alimentos, que es el nivel que se considera oficialmente aceptable de residuos de agroquímicos o de medicamentos que puede contener un alimento.

Esos productos son certificados y controlados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), un organismo público autónomo que funciona en el ámbito del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. Allí existen más de 400 principios activos registrados que se utilizan para formular los productos químicos de uso agrícola. Algunos de ellos son producidos en el país y otros importados y formulados para su uso.

Si bien los agroquímicos han ayudado a aumentar significativamente la producción de alimentos, existen evidencias de que el uso excesivo e inadecuado de los mismos puede causar impactos adversos a los suelos, los ecosistemas, la salud animal y de las personas.

Entre los efectos adversos a la salud de los seres vivos se pueden mencionar trastornos fisiológicos, comportamentales y reproductivos, intoxicaciones, entre otros, que suponen también una amenaza a la biodiversidad.

Valores desactualizados

Según la pediatra y especialista en ambiente Lilian Corra, Consultora de Naciones Unidas, explicó que “este sistema de evaluación para asegurar que cierta cantidad de pesticida es segura en nuestros alimentos utiliza una evaluación «a corto plazo» cuando este tipo de sustancias pueden tener efectos a muy largo plazo o acumulativos a lo largo de muchos años y desatar una enfermedad mucho tiempo después”.

Además dijo que no se trata solo de plaguicidas ya que muchos tienen “metales pesados como mercuriales, arsenicales, que persisten en la tierra y el ambiente durante muchísimo tiempo”. En ese sentido resaltó que “la toxicidad de los químicos debe asociarse a su persistencia y a su capacidad de acumularse en los seres vivos. Los parámetros que se usan hoy para evaluar la toxicidad no están actualizados con los conocimientos científicos que la humanidad ha podido adquirir, y se siguen utilizando parámetros permitidos y altamente peligrosos”, sostuvo Corra.

Cócteles venenosos

Por su parte, Rafael Lajmanovich, Investigador Principal de Conicet y Profesor Titular de la Cátedra de Ecotoxicología en la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral, realizó la primera evaluación de efectos sinérgicos potenciales de la mezcla de sustancias y sus resultados fueron alarmantes.

“Demostramos que la mezcla del glifosato y el clorpirifos (este último recientemente prohibido en la Argentina pero sigue a la venta y ambos utilizados en la siembra de soja) con ciprofloxacina y amoxicilina (dos de los antibióticos más utilizados en los mega criaderos de cerdos, pollos o peces) produce un riesgo eco toxicológico extremo como malformaciones en el desarrollo y efectos hormonales”, señaló Lajmanovich.

Para el médico Damián Verzeñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario y docente de la materia Salud Socioambiental, “la única forma de evitar este problema y superar el debate sobre límites, efectos y riesgos es la reconversión hacia la producción agroecológica, que elimina este problema de raíz, asegurando alimentos sanos, suelos sanos, y personas sanas”.

“Estas sustancias de las que estamos hablando, tienen la particularidad de que apenas con unas pocas moléculas que ingresen a nuestro cuerpo, pueden actuar provocando reacciones hormonales en cascada. Se denominan disruptores endócrinos, y se alojan en el tejido graso permaneciendo allí durante años”, sostuvo.

“Ya hay estudios que analizan cómo nuestro cuerpo diariamente es atravesado por estas sustancias, que en el más feliz de los casos pasan de largo, sin poder saber si ha dejado en el camino algún efecto perdurable, si acaso ha producido daño en el sistema endócrino o si se ha quedado agazapado en el tejido graso”, describió.

Un reciente estudio

Argentina es el país más pulverizado con glifosato del mundo. Hace décadas que organizaciones ambientalistas luchan contra el modelo transgénico y la necesidad de suplantarlo por una opción agroecológica que promueva la producción de alimentos sin venenos.

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Una reciente investigación científica realizada en Argentina y otros diez países europeos demostró el impacto que provocan los agrotóxicos en la salud humana y el ambiente. Los resultados de ese proyecto denominado Sprint, que fue financiado por la Unión Europea, revelaron un dato alarmante: la omnipresencia de agrotóxicos en todos lados, incluso lejos de los lugares donde son utilizados: suelo, agua, aire y alimentos de animales y personas. Pero lo más preocupante fueron los resultados de las muestras biológicas en los más de 70 participantes voluntarios. A todos les encontraron distintas combinaciones de plaguicidas en sangre, orina y materia fecal.

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