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Afroargentinidad, raza y racismo en el contexto de la realidad nacional

El racismo criollo es el conjunto de políticas públicas que por acción u omisión invisibilizan, niegan y/o extranjerizan a la Comunidad Afroargentina, por lo que se hace urgente encarar un proceso de justicia reparativa con políticas públicas que contemplen a la afroargentinidad en su especificidad


Federico Pita**

Resulta fundamental rescatar la centralidad del concepto raza para abordar el entendimiento de la realidad nacional y latinoamericana. En palabras del intelectual Aníbal Quijano: “En América, la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista.

La posterior constitución de Europa como nueva identidad después de América y la expansión del colonialismo europeo sobre el resto del mundo llevaron a la elaboración de la perspectiva eurocéntrica de conocimiento y con ella a la elaboración teórica de la idea de raza como naturalización de esas relaciones coloniales de dominación entre europeos y no-europeos”.

La raza se convirtió en el eje organizador de las sociedades coloniales, sustentado en la ideología de supremacía racial blanca/ inferioridad racial negra, haciendo lugar a la clasificación social de la población y la división racial del trabajo, lo cual redujo mayormente a los pueblos originarios a la servidumbre y a la población africana y afrodescendiente a la esclavitud, quedando inaugurado así, lo que algunos intelectuales llaman colonialidad del poder.

El racismo continúa inserto en las estructuras del sistema-mundo, y es parte nodal de las relaciones sociales, culturales y políticas con las que se organizan nuestras sociedades capitalistas modernas. En su dimensión estructural, el racismo es el conjunto de procesos, prácticas, y estructuras que producen y reproducen la inequidad racial.

Deshacerse de las razas inferiores

Argentina no fue la excepción en este derrotero. El puerto de la Ciudad Buenos Aires, en algún momento capital del Virreinato del Río de la Plata, fue la puerta principal de acceso de los africanos y africanas traídos como mano de obra esclavizada durante el período de la trata transatlántica. Para 1810 diversos estudios consideraban que la población de negros y mulatos constituía más del 30% de la población total del Virreinato.

Cuando todavía la organización del Estado-Nación estaba por concretarse, calaron en las élites criollas, ideas vinculadas al darwinismo social y al racismo científico de la época; así se difundió rápidamente la idea de que la civilización y la modernidad serían posibles sólo a través del blanqueamiento de nuestra población; había que deshacerse de las llamadas “razas inferiores” (los indios, los negros y los gauchos) importando masivamente cuerpos blancos europeos, los cuales mejorarían la raza argentina purificando nuestra sangre. Así lo expresa el artículo 25 de nuestra Constitución Nacional: “El Gobierno federal fomentará la inmigración europea (…)”

Más de dos millones de argentinxs son afrodescendientes

Hacia mediados del siglo XIX se comienza a instalar de la mano de intelectuales y políticos destacados de la época, que la población afrodescendiente o de origen africano ha mermado al punto de su casi extinción.

Además de la invisibilización simbólica, se procedió a la promoción sistemática de inmigración europea, el negacionismo historiográfico y de la eliminación de la variable racial en los datos estadísticos. Lamentablemente, este proyecto tuvo consecuencias devastadoras para la comunidad afroargentina; se logró normalizar, hacer parte del sentido común, la idea de que en nuestro país no hay población afroargentina.

Dada la reciente inmigración de población africana y afrodescendiente de otros países latinoamericanos, hoy en día son pocos quienes sostienen que “no hay negros en Argentina”. Lo que se niega es que esos negros sean argentinos. Como consecuencia, las personas afroargentinas son tratadas como extranjeras en su propio país. La realidad es que más de dos millones de argentinos y argentinas son afrodescendientes.

En conclusión, entendiendo que el racismo institucional en Argentina, el racismo criollo, es el conjunto de políticas públicas que por acción u omisión invisibilizan, niegan y/o extranjerizan a la Comunidad Afroargentina, se hace urgente encarar un proceso de justicia reparativa con políticas públicas que contemplen a la afroargentinidad en su especificidad y comprendan la relación inmediata entre la deuda histórica con la población afroargentina y la calidad de nuestra joven democracia.

Pues un proyecto popular, democrático y de mayorías es con nosotros y nosotras. La afroargentinidad se inscribe en un proyecto de mayorías, no existe la Argentina sin la Comunidad Afroargentina.

**director de la Comisión para el Reconocimiento Histórico de la Comunidad Afroargentina-Inadi. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Fundador de la Diáspora Africana de la Argentina (Diafar)

Las organizaciones que nuclean a los africanos y afrodescendientes, estiman que en Argentina viven alrededor de dos millones de personas de ese origen, a pesar de las últimas cifras oficiales –provenientes del Censo de 2010–, que indicaron que apenas 149.493 se reconocen afrodescendientes.

El mito que Argentina fue forjada por inmigrantes blancos europeos, es un relato que de a poco se logra derribar. En el caso de la migración africana, podemos distinguir tres grandes momentos:

Entre 1777 y 1812 entraron al puerto de Buenos Aires y Montevideo más de 700 barcos, con 72 mil esclavos africanos. Algunos provenientes de la zona sur del Ecuador, Angola, Congo y Mozambique, y otros del sudeste de África. Los descendientes que se quedaron forman parte de lo que el antropólogo Norberto Pablo Cirio denomina como los afroargentinos de tronco colonial.

Una segunda migración sucedió con la llegada de los europeos, en el siglo XIX, principios del XX y luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. La mayoría fueron hombres y mujeres provenientes de Cabo Verde, que ingresaron no como esclavos, sino como ciudadanos libres, pero huyendo de la colonización portuguesa y de las condiciones de hambre y miseria que había en sus islas.

De esta manera, se establecieron principalmente en la zona de Ensenada y Dock Sud, siempre cerca de los puertos, donde podían hallar fuentes de trabajo. Finalmente, en la década del 90, arribaron a la Argentina las llamadas “nuevas migraciones africanas”, a los que denominamos comúnmente como “los senegaleses”, a pesar que sus países de origen son Mali, Senegal, Mauritania, Liberia y Sierra Leona.

En su mayoría son varones jóvenes que vinieron en busca de nuevas oportunidades y mejores condiciones de vida. Esto coincide con el endurecimiento de las políticas migratorias de los países europeos, por lo que el destino elegido comenzó a ser América Latina.

 

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