Ciudad

Cuerpo y bocho en acción

Adultos Mayores: cuando no hay edad para empezar a aprender actuación

Hace una década que Sofía Dibidino dirige un taller de formación y experimentación teatral con hombres y mujeres de más de 50 años


En los últimos años, el “eterno adolescente” del teatro rosarino ha dejado de ser un protagonista excluyente y la escena local reviste otros colores e intensidades a la hora de pensar y producir teatro, más allá de que la edad siempre termina siendo, apenas, una circunstancia en la vida de las personas y no hay un tiempo establecido para encontrarse con el teatro como una experiencia vital que, incluso, esté bastante corrida del deseo de ser actor o actriz de manera profesional.

La actriz, psicóloga y docente local Sofía Dibidino lleva adelante hace una década un taller de teatro para adultos mayores, orientado a personas de más de 50 años que quieran iniciarse en la actuación. El espacio surgió como una posibilidad específica en la que se pueda producir el encuentro entre pares, en relación con una etapa de la vida y un interés común o una búsqueda similar: aprender a actuar de grandes.

“El taller apunta también a romper con una construcción social bastante fuerte, basada en que una persona, a partir de determinada edad, pierde sus capacidades de aprender o de descubrir cosas nuevas. En este sentido, el taller también se sostiene en una invitación a redescubrirse o descubrir cosas nuevas”, sostiene Dibidino, quien este viernes, junto a sus actores, ofrecerá a las 21 en Arteón (Sarmiento 778) una función de Exceso a bordo, montaje de cierre de ciclo y a modo de celebración de los diez años de taller, a cargo del grupo avanzado, compuesto por quince personas.

“Soy psicóloga, soy actriz y cuando me recibí de psicóloga ya venía haciendo teatro hacía mucho tiempo; en esos años la escuchaba a mi abuela decir que ella quería actuar y que no tenía adónde  aprender. Mi abuela Isolda, que se dedicó durante 25 años a la docencia y luego de jubilada al trabajo solidario, es una persona muy importante en mi vida, siempre lo fue y me motivó a inventarme este taller; ella es mi gran inspiradora”, evocó Dibidino en diálogo con El Ciudadano, quien abrió el taller en 2009 con un pequeño grupo de seis integrantes y a lo largo de estos años pasaron por el espacio más de 70 alumnos de más de 50 años, que decidieron acercarse por primera vez al teatro.

Poner el cuerpo y el bocho en acción 

“El abordaje de este taller, si bien no tiene un enfoque terapéutico, implica una metodología que entiendo como un recorrido paralelo entre el autoconocimiento y la introducción de algunas técnicas actorales. En este sentido, partiendo de la premisa básica de que las herramientas para la actuación son el cuerpo y la voz, como también la psiquis, es uno de los objetivos lograr un mayor registro propio de estas dimensiones en el momento escénico”, detalló Dibidino acerca de este valioso espacio que pasó por diversos centros culturales y salas de teatro como El Rosario, La Pacheta, Umbral, Sala Tandava, El Espiral y La Manzana (San Juan 1950), donde en la actualidad trabajan algunos grupos en paralelo con Espacio ABRE (Viamonte 721).

Partiendo de la idea de cuerpo, voz y psiquis, la directora continuó: “Acostumbro a trabajar en esos tres planos, tomando esta idea de la técnica, de intentar un equilibrio en la percepción propia, de las y los compañeros y el espacio, a la hora del juego teatral, la improvisación y la actuación. Dentro del proceso de aprendizaje, para cada uno de esos registros se proponen diversas consignas en las que el acento se va poniendo en alguno de los tres y luego en los tres al mismo tiempo. En el encuentro de cada participante con la consigna, se van desplegando las distintas particularidades, personalidades, formas, posibilidades y también, algunas veces, dificultades. Es decir: vamos descubriendo en el hacer lugares de mayor fortaleza y también otros puntos más frágiles a la hora de poner el cuerpo en escena, con los que nos desafiamos a trabajar”.

La oportunidad

“En el taller, los grupos son heterogéneos pero predominan alumnas mujeres, por lo general amas de casa, docentes y profesionales jubiladas que dentro de una estructura patriarcal rígida, en su momento no pudieron elegir un espacio artístico como algo recreativo o como su profesión”, expresó la actriz y docente en relación con la oportunidad que implica atravesar la instancia de este taller, un espacio donde lo grupal se constituye como un signo, y donde los logros individuales se expresan y festejan de manera colectiva.

“Me alivia poder acompañar y ser parte de este momento en el que estas mujeres pueden elegir lo que les gusta hacer; tienen la posibilidad de concretar un deseo. Me resulta emocionante ser testigo del placer que esta liberación-realización les genera. Es desde esa especie de rebeldía, en el sentido de ruptura con lo conocido previamente, de atreverse a experimentar algo nuevo, de disponerse a la transformación, desde donde surgen esos redescubrimientos o nuevos encuentros con cada uno de ellos y ellas”, profundizó Dibidino. Y agregó: “A los varones les cuesta más llegar e instalarse, en ellos veo que buscan permitirse una sensibilidad que históricamente se vieron forzados a reprimir o a esconder por estar socialmente mal vista, por el famoso «Boys don’t cry» (los muchachos no lloran)”.

Concretar, sostener, apropiarse 

“Me gusta mucho hablar de la valentía que implica para mis alumnos del taller, es decir personas de 50 años para arriba, en primer lugar, permitirse concretar algo que como ellos suelen decirme «siempre tuvieron pendiente»”, expresó Dibidino en relación con esa experiencia de pasar por un taller de teatro que por diversas cuestiones habían postergado.

Y continuó: “Creo que no cualquiera se atreve a apostar por un nuevo camino de aprendizaje en el teatro, y en cada clase los invito a defender este terreno ganado. La valentía, a mi modo de ver, también está en poder sostenerlo en el tiempo. Al tratarse de una actividad que se elige por gusto personal y no como un trabajo ni por cumplir con los demás, es clave tener un deseo muy fuerte para lograr sostener la experiencia, más allá de que muchas veces el deseo no coincide con las ganas”.

La actriz y docente Sofía Dibidino.

“Tengo alumnos –completó– que se animan a la experiencia de subir a un escenario por primera vez después de los 60 o 70 años, y es increíble lo que esto genera para ellos y para su entorno. Los adultos mayores, muchas veces son las personas encargadas de los cuidados de los más chicos dentro de la organización familiar, siempre firmes a la hora de presenciar o acompañar actividades de sus hijos, nietos, sobrinos. Cuando las familias y amigos van a ver a los padres, abuelos o tíos que son ahora los protagonistas en escena, se genera una especie de revolución que mezcla sorpresa, amor y orgullo. Un alumno me dijo hace un tiempo «vos cumplís sueños», y eso fue para mí una caricia enorme. La verdad es que los que se atreven a cumplirlos son ellos, yo sólo los acompaño en el recorrido. Porque estoy segura que por más aliento y estimulo externo que pueda brindar, sin un profundo deseo interno, ninguno llegaría a instalarse en el taller y lograr participar de una puesta en escena. Todos las y los alumnos que sostienen, que eligen y defienden a capa y espada el taller son los que se apropiaron del espacio, los que se desafían cada año a aprender y crear cosas nuevas. Como dijo alguna vez el querido maestro y director Rody Bertol: «Siempre es demasiado tarde o demasiado temprano para hacer lo que a uno le gusta, por eso hay que hacerlo igual»”.

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