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Adiós Eduardo Falú: la leyenda ya es eterna

El músico, que murió el viernes, fue artífice de un renacer de la música folclórica en los 50 y 60.


El compositor y guitarrista Eduardo Falú, figura esencial de la música argentina que falleciera la noche del viernes a los 90 años en Córdoba, tuvo ayer su último adiós cuando familiares, músicos y artistas amigos lo despidieron en el cementerio de la Chacarita.

Enlace entre la música plebeya y la academia, su voz grave y expresiva; su singular estilo con la guitarra; su enorme talento como compositor –que lo llevó a conformar con Jaime Dávalos una fructífera sociedad artística–, hicieron de Falú un nombre indispensable para la música de raíz folclórica.

“La tonada del viejo amor”, “Zamba de la Candelaria”, “Trago de sombra”, “Canción del jangadero”, “Romance de la Muerte de Juan Lavalle”, “Choro del caminante” y “Camino a Sucre” son algunas de sus obras emblemáticas.

Falú nació en El Galpón (Salta), el 7 de julio de 1923, pero fue criado en Metán y formado en la capital salteña. En 1945 se radicó en Buenos Aires.

Guitarrista de trascendencia internacional, tuvo la pericia, además, de capitalizar el trabajo en colaboración. Así lo hizo con Jaime Dávalos (“Tonada del viejo amor”, “Trago de sombra”, “Milonga del alucinado” y “Zamba de la Candelaria”), Manuel Castilla (“Celos del viento” y “Puna sola”), Ernesto Sábato (“Romance de la muerte de Juan Lavalle”) y Jorge Luis Borges (“José Hernández”), entre más.

“Siempre sostuve que la música es importante, pero si no estuviesen estos poetas magníficos que pintaban el paisaje con señorío, hoy mi obra no sería popular”, reconocía Falú.

Su música resultó un enlace natural entre las formas y los aromas de la música de raíz folclórica con las exigencias de la academia, en cuyos ámbitos también fue reconocido.

De hecho, además de los escenarios de mundo que recorrió con su repertorio popular, también compuso suites y realizó conciertos con la Orquesta Sinfónica Nacional o formaciones de música de cámara.

“Mis obras tienden un puente entre lo popular y la música culta, a través de la guitarra. Podría decir que con la guitarra no solamente rasgueo, sino que le busco otros elementos”, reflexionaba el propio Falú, años atrás.

Fue uno de los artífices, en las décadas del 50 y 60, de un reverdecimiento de la música folclórica que entonces despertó nuevos entusiasmos y cobró un auge excepcional.

Sostuvo una carrera sobre la base del trabajo, sin estridencias ni pretensiones personales. En  2007, empresarios alemanes financiaron una película sobre su vida y obra. Desde hace años se encontraba retirado de la vida profesional.

Entre el pulso emocional y el examen de su inmenso legado

Artistas procedentes de diversas orillas y lenguajes como Teresa Parodi, Adrián Iaies, Juan Quintero y el rosarino Franco Luciani reflexionaron sobre el valor de la obra del guitarrista y compositor Eduardo Falú, fallecido el viernes.

Entre el pulso emocional y el examen de su legado, los músicos eligieron diferentes maneras para asumir la muerte del guitarrista salteño, que fue despedido ayer en el cementerio de la Chacarita, adonde concurrieron artistas para un último adiós.

La correntina Parodi apeló a su propia caligrafía como compositora y difundió algunos versos: “Hay un silencio más entre nosotros. Una guitarra que se queda sola pero hay un canto que se sube al viento. Y cruza lado a lado la memoria”.

Por su parte, el guitarrista tucumano Juan Quintero relató su forma de trabajar, desde el instrumento con el que Falú dejó huellas, el legado de su obra. “Me puse a sacar nota por nota las obras de Falú y me di cuenta que físicamente no cuajás, no es algo conceptual: está hecho para ese físico, para esa voz y yo tengo que acomodarlo a mi cuerpo”. “Pero precisamente en dificultad comienzan a despertarse ideas. Esas cosas ocurren siempre cuando abordás obras tan personales como la de cualquiera de los dos Falú”, apuntó.

Desde otras orillas musicales, el pianista de jazz Adrián Iaies enfatizó justamente el valor artístico y el legado de esa sociedad artística. “Hay palabras larguísimas que son de una sola sílaba. Es el caso de Faludávalos, Troilomanzi, Leguizamóncastilla, Cobiancadícamo, Lennonmccartney, Viniciusjobim, Hammersteinkern, Pageplant, y no tantas más”, reflexionó.

“Mi vida, al menos esa parte de mi vida que no puede quejarse de lo bien que le ha ido y le va, tiene una deuda con cada una de esas sílabas, cada una marca registrada. Un sello inconfundible”, agregó.

Por su parte, el armoniquísta Franco Luciani, que tiene en su repertorio el bailecito “Sirviñaku”, de la dupla Falú-Dávalos opinó: “Nuestra música no sería la misma sin sus obras. Creo que hasta yo mismo”, concluyó.

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