Espectáculos

Adiós a ‘Miseria Espantosa’

El actor Alfonso Pícaro falleció el lunes, a los 84 años. Un actor popular que llegó al Colón con Mozart, y si bien fue conocido por Telecómicos y Calabromas, su consagración fue de la mano de Alberto Olmedo, en No toca botón.


Paraná Sendrós / ámbito.com

Su sola cara causaba gracia, y él sabía explotarla sin mayor esfuerzo. Flaco, petiso, narigón, aceptó divertido el mote de Miseria Espantosa. Pero esa sola cara es la que se quedó fijada en el corazón de los espectadores la mañana en que murió Olmedo. Devoción, desconsuelo, desolación, agradecimiento, los sentimientos de todo el país se expresaron esa mañana a través suyo.

 

Noveno hijo de un matrimonio de inmigrantes italianos, Alfonso Pícaro, que murió ayer a los 84 años, había nacido en La Paternal, se hizo peluquero como el padre, y auxilio de los humoristas como pocos. En 1962, hace medio siglo, Aldo Camarotta le dio en «Telecómicos» sus primeros personajes notorios: Miseria Espantosa y Volantieri. Cuando en 1974 terminó el programa, Pícaro agarró de nuevo las tijeras y se instaló en Colegiales, sin quejarse, hasta que en 1982 lo convocó Juan Carlos Calabró, para sus «Calabromas», y en 1986 lo consagró Alberto Olmedo en «No toca botón». Pícaro no hacía mucho, pero era indispensable en lo poco que hacía, para arrastrar con él, tentado de risa, la propia risa de los espectadores. De veras disfrutaba.

 

Después vinieron la tristeza, la continuidad junto a Guillermo Francella en «La familia Benvenuto», algunas apariciones en «Aprender a volar», «Cebollitas», y películas generalmente picarescas, como siempre, y, paralelamente, una inesperada actividad en el Teatro Colón. Sergio Renan le vio condiciones para un papel en «Così fan tutte», y también para ayudarlo en la dirección del teatro, tarea que Pícaro desempeñó a conciencia hasta que ambos se fueron en 1994. Su última reaparición fue este año, en un personaje serio e inesperadamente respetable, de la fantasía dramática «Dormir al sol», basada en un texto de Bioy Casares. ¡Lo que hubieran dicho Borges y Alvarez!

 

 

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