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Acoso sexual callejero: cuando el espacio público es un territorio hostil

Mujeres que transitan la ciudad y un varón que aparece, las sigue, las toca, las sexualiza, las intimida. En Argentina la ley reconoce esas situaciones como violencia de género. En Rosario las cadetas acudieron al Concejo: trabajan en la calle y allí se entrecruza el acoso con la violencia laboral


Los primeros recuerdos son de la adolescencia. Cada una puntualiza una escena donde se pone algo en común: un hombre que dice o hace algo que las incomoda, las asusta o les desagrada. Todas vivieron, todas vivimos, por lo menos una vez, una situación de acoso sexual callejero. Así pasa, al menos, en Argentina.

El acoso callejero es definido como la forma más naturalizada e invisibilizada de violencia ejercida contra mujeres o identidades feminizadas en el espacio público, históricamente reservado para transitar de forma libre a los varones. El acoso sexual callejero incluye toda acción física o verbal con contenido sexual contra una persona que no quiere participar de esas acciones y se basa en el género o en la identidad de la persona que sufre el acoso.

Como le pasó a I. que una noche, cuando tenía 25 años, escuchó los pasos de alguien tras los suyos. Ella volvía del boliche de su pueblo. Cruzó de vereda y él también, aceleró y él también, bajó el ritmo y él también. Intentó esconderse en una casa conocida y él le dijo: “Vos no vivís acá”. El hostigamiento siguió mientras I. intentó hacer ruido para que sus vecinos escucharan, hasta que el hombre se fue.

En 2010 se sancionó en Argentina la ley de Protección Integral a las Mujeres y en 2019 se incorporó una modificación que incluyó al acoso sexual callejero como una modalidad de violencia. Se lo entiende como “todo acto de naturaleza o connotación sexual, cometido en contra de una o varias personas en espacios públicos o de acceso público, sin que mantengan relación entre sí el acosador o acosadora y la acosada o acosado, ni que medie el consentimiento de la víctima, produciendo en la misma: intimidación, hostilidad, degradación, humillación, o provocando un ambiente ofensivo en los espacios públicos”.

Como le pasó a G. que con 11 años se refugió en un kiosco y rompió en llanto porque un varón la siguió unas cuadras a pasos acelerados mientras le decía cosas que le dieron asco y miedo. O como le pasó a V., que camino a la facultad, con 18 años, vio cómo un hombre se bajaba los pantalones frente a ella por la calle. O como le pasó a L. que a los 15, cuando iba a tomarse el colectivo para la escuela, vio a dos chicos frente a ella que cuando pasaron por su lado, le tocaron los pechos y siguieron caminando con naturalidad, como si nada hubiera pasado.

La ley que permitió la incorporación del acoso sexual callejero, la 27.501, dispuso la implementación de una línea telefónica gratuita y accesible de forma articulada con las provincias que esté destinada a “dar contención, información y brindar asesoramiento sobre recursos existentes en materia de prevención de la violencia contra las mujeres y asistencia a quienes la padecen”.

Además, establece que la información recibida debe ser recopilada y sistematizada por el Consejo Nacional de las Mujeres para elaborar estadísticas.

La línea es la 144, creada en 2013, y al trabajo que ya hacía de atención, contención y asesoramiento ante distintos tipos de violencia de género, se sumó en 2019 el acoso callejero. En casos de riesgo, de todos modos, se sugiere llamar directamente al 911.

A través de la línea se deja constancia de la situación de acoso vivida y se ofrece a la víctima la información sobre las opciones que tiene disponible para decidir cómo seguir. Florencia Marinaro es abogada y es la subsecretaria de Mujeres, Género y Diversidad de la provincia de Santa Fe. Explicó a La Cazadora que la provincia es “la autoridad de aplicación de la ley de protección integral contra las violencias y la línea telefónica es un espacio de acompañamiento y escucha, pero no de denuncia”.

En este sentido, describió: “La denuncia se hace en comisarías o centros territoriales de denuncias. La línea ayuda a explicar lo que una persona puede hacer acorde al lugar donde está, detalla mejor las formas de hacer una denuncia. Desde la Provincia tenemos línea directa con esta herramienta pero somos un segundo nivel de atención. Primero están las localidades y comunas. Si los ejecutivos requieren asistencia, allí estamos, ya sea con asistencia económica, traslados, coordinación con dispositivos provinciales, la red de 18 casas de protección. Tenemos distintos tipos de articulación con Nación y Municipios o Comunas así como con organismos que recepcionan mujeres o personas de la comunidad LGBTIQ+ que atraviesan situaciones de violencias”.

Por su parte, Vanesa Vargas, que integra la Asociación Abogadas Trans Lesbo Feministas de Rosario y coordina el Área de Litigio Penal, explicó a La Cazadora por qué la ley sancionada en 2010 y su posterior modificación en 2019 son tan valiosas: “Es una ley de mucha utilidad para cualquier litigio. A veces existe una noción o idea de que las violencias sólo van a ser solucionadas por el ámbito penal. Pero lo penal no soluciona nada en esos términos, sino que viene a dar una herramienta cuando el conflicto ya se suscitó. El derecho penal actúa sobre el hecho consumado, no previene. El punitivismo no trae soluciones transformadoras, y lo digo como penalista”.

Sin embargo, a la par, en abril de este año el Senado nacional aprobó un proyecto, que fue girado a Diputados con modificaciones, para incorporar al Código Penal de la Nación un artículo sobre la prevención y sanción a través de multas y prisión del acoso sexual en espacios públicos. Queda a la espera su aprobación.

Más allá de esto, la abogada resaltó la importancia de integrar las distintas herramientas que están a disposición para combatir las violencias. Si bien cuestionó el carácter binario de la mayoría de las leyes en este sentido -porque hablan de mujeres y no de identidades feminizadas-, consideró muy positivo que se contemplen las diversas formas que pueden adoptar las violencias.

“Es valioso que sea una respuesta que no vaya por lo penal. Sobre todo, es importante que haya una ley aplicable a todos los ámbitos del derecho. Es aplicable a todos los fueros jurídicos. Que el acoso callejero esté reconocido como una modalidad de violencia es un reconocimiento. Es una forma de percibir una violencia que padecemos las mujeres y disidencias. Su reconocimiento hace que se visibilice una temática que se da hace mucho y que se decide ignorar. Hacerlo fue una decisión política”, planteó.

A su vez, sostuvo la necesidad de que esto se traduzca en políticas públicas concretas porque “es una ley que está pensada no solo para sancionar violencias, sino para prevenir y erradicar”. El Estado tiene que ser creativo, consideró, aunque no ve que haya mucho trabajo en este sentido: “Con una ley no es suficiente. La ley es el deber ser, el instrumento para resguardar derechos de las personas”. Un ejemplo de política transformadora, para ella, son los espacios destinados a varones violentos que en Rosario, especificó, ya “no dan a basto por la cantidad de demanda, es fundamental pensar espacios para los agresores”.

Rosario, cadetas y espacio público

En junio de este año, el Concejo municipal recibió por primera vez a trabajadoras que atraviesan situaciones de acoso callejero en el marco del desarrollo de su trabajo. A las situaciones habituales que puede sufrir cualquier mujer en las calles, se suma que las cadetas se exponen a situaciones de violencia con clientes y hasta con sus propios compañeros.

Entre las situaciones que detalló a La Cazadora Brenda Marinucci, cadeta y miembro del sindicato que agremia a trabajadoras y trabajadores del rubro, se encuentran clientes que guardan el número de celular y luego insisten con mensajes al margen de lo laboral, comentarios fuera de lugar al llegar al domicilio y hasta situaciones de manoseo de parte de al menos un trabajador cadete que las acosa mientras manejan por la ciudad.

A partir del inicio de la pandemia en marzo de 2020, el servicio de cadetería se volvió una salida laboral para muchas personas en una situación económica complicada, “como pasó en cada crisis en Argentina, si tenés una bicicleta o moto se puede volver tu fuente de trabajo”.

Las mujeres se volcaron a esta actividad de forma más masiva que en otras épocas en Rosario.  Marinucci calculó que cerca 30 cadetas están bajo la órbita del sindicato que nuclea al menos a 170 personas. Es un sindicato en pleno crecimiento, que nació hace seis años.

La invitación a participar en una reunión ante el Concejo, en la comisión de Feminismos y Disidencias, fue de parte de Susana Rueda cuando tuvo conocimiento de la situación. La concejala recordó que actualmente en Rosario se está debatiendo un nuevo Código de Convivencia, para reemplazar el Código de Faltas vigente, y que contempla la incorporación de la figura del acoso para poder efectuar sanciones. El proyecto está en plena discusión, aunque se espera que se apruebe este año.

El objetivo de las cadetas es que el Concejo pueda acompañarlas y “facilitar canales más directos o específicos a donde acudir”. Rueda manifestó la intención de poder generar una forma de respuesta mientras se discute el nuevo Código.

A partir de ese encuentro, el 8 de julio desde el Concejo se declaró la solidaridad con las trabajadoras y se encomendó al Departamento Ejecutivo Municipal que, a través de la repartición que corresponda, se solicite “al Poder Ejecutivo Nacional reglamente la ley 27.501 a fin de que se ejecuten los aspectos operativos que la misma prevé para la prevención y la protección frente al acoso callejero”.

Sin embargo, aunque es un avance, todavía no hay una solución concreta ante el reclamo, al menos así lo entienden desde el colectivo de trabajadoras organizadas en este sentido. Una de las respuestas planteadas en el debate fue haya una disposición que permita que las mujeres tomen el turno diurno para disminuir las posibilidades de acoso. Sin embargo, Marinucci consideró que es encarar el problema de forma equivocada porque, además, atenta contra las posibilidades de trabajo para las mismas cadetas.

“Lejos de solucionar el problema lo que hace es traer nuevos conflictos, ahí se meten con nuestros bolsillos porque si no laburamos no comemos. Laburamos día a día, nos restaría laburo si se da de ese modo. Si los varones sólo trabajan de noche y nosotras de día, no es hacer foco en el problema real, sino que otra vez es ponernos a las mujeres en un lugar desigual y marginándonos un poco. Se parece al planteo de que para que no te violen no tenés que usar ropa provocativa”, planteó.

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