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Acerca de dioses y creencias en la historia de la humanidad

Por Raúl Koffman.- Suponer que la explicación de lo que nos sucede está en otro mundo tiene efectos importantes en las personas.


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Supongamos que los primeros homínidos (primates que caminan en posición vertical sobre dos patas con algún grado de desarrollo cerebral) fabricaron con sus manos herramientas para protegerse y adaptarse al medio ambiente (frío, predadores, armas para cazar o protegerse de otros invasores, herramientas para cortar frutos, etcétera). Llamemos a estas herramientas “primeros objetos/productos culturales”. Estas herramientas desarrolladas y perfeccionadas durante millones de años modificaron la biología misma (dimensiones corporales, funcionalidad de algunas de sus partes, tamaño del cerebro, tipo de alimentación y sus efectos). Y los productos finales de esta larga evolución sean la conciencia, el lenguaje, los sentimientos (no las emociones) y el autoengaño; esto es, el ser humano actual. El desarrollo de la cultura misma no es un tema de interés en este punto.

Estos productos finales fueron, a su vez, causas de otros productos. Por ejemplo, la conciencia del tiempo generó miles de preguntas. Los mismos “¿por qué?” que hasta hoy nos seguimos preguntando ante las mismas situaciones. Y ante estas preguntas, en general, surgieron dos caminos para responderlas. Un primer camino, que adjudica las razones de lo que sucede en este mundo a las decisiones de seres ubicados en otro mundo; y el otro camino, que investiga esas razones pero en este mundo. Y llamemos a la primera, religión; y a la segunda, ciencia.

A los seres que estaban en los otros mundos se los llamó dioses. Los había de la lluvia y del trueno, de la fertilidad de la tierra, del mar, de la luz y de la oscuridad, de la guerra, tantos como cuestiones que no se podían explicar. Finalmente, los había buenos y malos (como los humanos) y ubicados en lugares muy estratégicos (en el espacio exterior, en el subsuelo, en el fondo del mar, por ejemplo). Y había también otros seres pero distribuidos en diferentes categorías. Hubo un momento, que algunos ubican en el 1355 antes de Cristo, en el que un faraón llamado Akenatón impuso la creencia de un dios único (Atón). Y a partir de ese momento puntual se produjo un vuelco, un pasaje del politeísmo al monoteísmo. Paso que dura, en nuestra cultura occidental, hasta nuestros días. Lo que simplemente significa que los pedidos realizados a diferentes dioses se unificaron en un solo destinatario.

Los filósofos, por su parte, explican esta necesidad de creer en algo más (el “sentimiento religioso”) a partir de este logro evolutivo que es la conciencia y sus efectos. Este orden casi caótico, injusto y hasta arbitrario, generador de hechos dolorosos e incomprensibles, deben tener una explicación en otro mundo. Las guerras con sus muertes injustas y las catástrofes naturales (sequías, inundaciones, plagas, tsunamis, por ejemplo) deben tener alguna explicación en otro lugar en donde se toman las decisiones. Es que, explicado desde este mundo, es muy difícil de entender. Y si se encuentra la explicación es muy difícil de sobrellevar.

¿Qué tiene esto que ver con la psicotidianidad? Es que suponer que la explicación de lo que nos sucede está en otro mundo tiene efectos importantes en las personas: hay quienes se tranquilizan al aceptar este orden. Pero otro efecto es que supone un determinismo contra el que poco o nada se puede hacer (porque el control, la última palabra, no está en nuestras manos). Y si la creencia en este determinismo es muy fuerte, nadie podrá concluir, que cada uno es el constructor de su propia vida. Porque si lo es, lo será en los márgenes que en el otro mundo no interesan. Y será también difícil, hacerse dueño y responsable, de lo que a cada uno le sucede; cuestiones básicas en Psicología para generar algún tipo de cambio. Seguramente habrá, a lo largo de cualquier proceso psicoterapéutico, unos cuantos puntos ciegos o afirmaciones incuestionables, que imposibiliten el acceso a algunas problemáticas personales.

Y esto es también importante por otra razón que se juega en el campo relacional. Es que muchas personas tratan a otras personas como dioses, adjudicándoles el poder de decisión sobre sus vidas. Y lo mas importante no es, si le adjudican este poder o no; sino; que sean capaces de tal acto de adjudicación. Es que la historia demuestra, que ante la necesidad, siempre se supone que habrá alguien que proveerá; y allí radica el germen del endiosamiento (sea un/a vendedor/a, un/a candidato/a, un/a vidente, un/a supuesto/a salvador/a, un/a lector/a de los designios de los planetas, de las cartas, de la borra del café, o cualquier forma que tome). Encarnar en alguien condiciones divinas, es muy fácil; se hace casi naturalmente. Es que, en este acto de encarnación y de adjudicación de saber y de poder, se pierden estas dos posibilidades; la de saber y la de poder (gracias al saber). Cabe recordar que ya en el Antiguo Testamento; el árbol prohibido, era el árbol del conocimiento.

Y la situación se complica cuando estas encarnaciones adjudicadas piden algo a cambio de la ayuda para calmar o colmar esa necesidad.

Es un dato conocido, que cuanto más fervorosamente se cree en los otros mundos, menos es lo que la persona cree que puede hacer para cambiar el rumbo de su vida y más fácilmente se resigna a lo que le sucede (proceso del que generalmente no se es conciente). Por otro lado, las personas más ejecutivas y decididas, son las que se sienten más dueñas de su vida; porque sienten y creen que todo está en sus manos.

El tema no es entonces, creer o no creer; sino; no adjudicar saberes y poderes a personas que dicen, (o dan a entender) que encarnar poderes y posibilidades que ningún ser humano tendría. Cuando el sentimiento religioso, es aprovechado y manipulado en favor de sus propios intereses; es difícil saber, si esos manipuladores tienen o no el sentimiento religioso; y si lo tienen, qué hacen con él. Pero sí es fácil reconocer que hacen con el de los demás.

Un/a chismoso/a de barrio porque desnuda algo de la vida privada de algún/a famoso/a en televisión, “hace creer” que es un/a buceador/a de las relaciones humanas. Quien usa un lenguaje oscuro lo hace para “hacer creer” que habla de cuestiones “profundas”. O quien cae en lugares comunes usando palabras simples, para “hacer creer” que es un/a conocedor/a de la vida. Simplemente, posturas de los/as impostores/as que llenan la pantalla de nuestra cotidianidad. Dioses son los futbolistas y diosas las vedettes. Todo está casi armado para los/as consumidores/as de dioses: imágenes armadas, relatos magnificados, héroes y heroínas. Hay para todos los gustos y todas las necesidades.

Andando por la vida

Andar por la vida endiosando personas y personajes creados puede ser muy peligroso para quien lo hace. El “sentimiento religioso” tiene tantos miles de años como la conciencia y el acto reflexivo, por lo tanto, es muy difícil reconocerlo en acción; porque hace tanto que nos acompaña, que funciona invisible a nuestros propios ojos. Futbolistas, vedettes, candidatos/as, amores imposibles, encantadores de serpientes, cuentistas y cuenteros/as y también verseros/as, son cargados con características divinas. Acto casi suicida, para quien mira con los ojos de la urgencia de una necesidad que necesita ser calmada. Sobre todo, si la necesidad es la de creer en que un mundo mejor es posible.

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