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Esto que nos ocurrió

A un siglo de la asunción de Yrigoyen

Esta semana se cumplieron 100 años de la llegada al poder del primer presidente elegido por el voto popular en la Argentina.


Esta semana se cumplieron 100 años de la asunción del primer presidente elegido por el voto popular en la Argentina, el caudillo radical Hipólito Yrigoyen.

En efecto, el jueves 12 de octubre de 1916 el líder de la Unión Cívica Radical (UCR) asumió la jefatura del Estado luego de imponerse en las primeras elecciones en las que se implementó el voto universal, secreto y obligatorio, consagrado en la ley Sáenz Peña, sancionada cuatro años antes.

Si bien la ley Sáenz Peña hablaba de voto “universal”, la realidad era que se establecía una clara limitación a la libertad del sufragio, ya que las mujeres seguían excluidas de la posibilidad de ejercer este derecho ciudadano, una situación que recién se modificaría en 1949, durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón.

Con todo, la llegada del radicalismo al gobierno marcó el final de un ciclo de 25 años de rebeliones populares y armadas contra un régimen político conservador y oligárquico que impedía la participación de las mayorías.

“Luego de más de dos décadas de luchas cívicas, se logró la reforma política más importante del siglo XX que completó el proceso de organización constitucional al consagrar el principio democrático republicano y representativo”, señaló esta semana a la agencia Télam Diego Barovero, vicepresidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano.

Con la promulgación de la ley Sáenz Peña, el lunes 12 de febrero de 1912, la UCR puso fin al abstencionismo y se comprometió a participar en elecciones y dejar atrás las luchas revolucionarias.

Así, Yrigoyen, que había participado en la Revolución del Parque en 1890 y liderado los fallidos levantamientos armados de 1893 y 1905, se presentó como candidato a presidente en los comicios del domingo 2 de abril de 1916, compartiendo binomio con Pelagio Luna. Aunque hasta entonces, en las elecciones participaba menos del 1% de la población, ese día hubo una alta concurrencia: más de un millón 200 mil personas estaban habilitadas y sufragaron unas 745 mil.

La UCR obtuvo más de 372 mil sufragios, lo que representaba el 45% de los votos, seguida por los conservadores, los demócratas progresistas y los socialistas.

El miércoles 26 de julio de 1916, a los 64 años, el político emblemático de las luchas cívicas del radicalismo, fue elegido presidente por el Colegio Electoral, al recibir el apoyo de los radicales disidentes de Santa Fe y tras cosechar 152 votos, uno más de los requeridos.

El jueves 12 de octubre de 1916, la ceremonia de investidura del viejo caudillo radical estuvo acompañada por una multitud de más de 100 mil personas que colmaron las calles del centro porteño, y que en un momento desengancharon los caballos del carruaje que transportaba a Yrigoyen para llevarlo a pulso hasta la Casa Rosada, donde tomó posesión de los atributos presidenciales. Ese gesto de la multitud seguramente no resultó del agrado del caudillo, quien cultivaba el bajo perfil, era reservado y de pocas palabras, al punto de ganarse el apodo de “El Peludo”, por el animalito introvertido que se esconde debajo de la tierra.

En efecto, Juan Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús Yrigoyen –tal su nombre completo– no era un orador ni escribía para el público como lo hiciera el fundador de la UCR, su tío, Leandro Nicéforo Alem. Sólo imponía su presencia a sus seguidores directos, con quienes establecía contacto cara a cara, lo que generaba en cada uno de ellos un alto grado de lealtad.

Yrigoyen frecuentaba muy poco los locales partidarios, se exhibía ocasionalmente en público y cuidaba con celo su vida privada.

Apelaba a las masas a través de su misteriosa invisibilidad e inventó un singular estilo de liderazgo “mudo”, notablemente original y nunca emulado posteriormente. Pero el pueblo amaba al Peludo no sólo por su carismático silencio.

El caudillo radical asumió el Poder Ejecutivo Nacional con un Senado en minoría y una composición de la Corte Suprema de Justicia que no le era favorable. El nuevo gobierno contaba con la primera minoría en la Cámara de Diputados y sólo tres gobiernos provinciales alineados a la UCR: Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. Por eso, el radicalismo buscó ampliar su base de sustentación popular tejiendo alianzas con asociaciones intermedias y sindicatos, que fueron reconocidos como interlocutores frente a las cámaras patronales a la hora de discutir condiciones de trabajo. En ese sentido, se aprobó la jornada legal de trabajo de ocho horas; se anticipó las leyes de jubilación y se crearon cajas previsionales; se reglamentó el trabajo rural y las tarifas de los trenes británicos se regularon por el Estado, mientras se ampliaban las vías férreas hacia las regiones más postergadas. También se reglamentó el trabajo a domicilio de las mujeres y se humanizaron las condiciones laborales en obrajes y yerbatales

En el plano internacional, Yrigoyen defendió la neutralidad y la independencia argentina frente a las grandes potencias en tiempos de la Primera Guerra Mundial y el principio de no intervención en los asuntos internos de las naciones.

Además, entre otros temas, el gobierno de Yrigoyen abrió las universidades a las clases populares al promulgar la Reforma Universitaria que defendió el principio de autonomía en el gobierno de las casas de altos estudios –principio se propagó rápidamente hacia otros países de América– e hizo general el uso del guardapolvo blanco en las escuelas para que los chicos argentinos se sintieran hermanos e iguales de otros chicos argentinos.

En 1922, se fundó la empresa estatal de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) con el propósito de explotar las riquezas naturales del subsuelo del país, una decisión que le valió la antipatía de las empresas inglesas y estadounidenses de combustibles.

La gestión de Yrigoyen también estuvo manchada por hechos represivos, como los de la Semana Trágica (1919), la huelga llevada a cabo en los talleres Vasena de Buenos Aires, y los fusilamientos de trabajadores rurales en la Patagonia (1921).

El primer gobierno de Yrigoyen culminó en 1922 con la elección de otro presidente radical, Marcelo Torcuato de Alvear, quien luego encabezó dentro del partido la línea “antipersonalista”, opuesta al veterano dirigente. Esas dos tendencias internas del radicalismo se enfrentaron en las presidenciales de 1928, en las cuales se Yrigoyen –acompañado esta vez en la fórmula por Enrique Martínez– se impuso abrumadoramente, ya que ganó en 14 de los 15 distritos electorales.

Claro que no todos fueron aplausos. En otros lugares –no ya en las plazas ni en los conventillos ni en las pulperías del campo– hubo fastidio, indignación y hasta repulsión frente al regreso de Yrigoyen y su “chusma”. La oligarquía no estaba dispuesta a tolerar otro gobierno del legendario caudillo de la UCR.

Cuando asumió su segundo mandato, don Hipólito tenía 76 años y estaba enfermo. Es cierto que el viejo líder no las tenía todas consigo, pero la conspiración que comenzó a urdirse en su contra desde el mismo momento en que ganó las elecciones se debió más a sus aciertos que a sus errores.

Uno de los grandes aciertos del radicalismo había sido la creación de YPF, dirigido por el general Enrique Mosconi, un militar ejemplar al que nunca se le hubiera ocurrido voltear a un gobierno popular.

Yrigoyen, su sucesor, Alvear, y Mosconi casi logaron que la ley de nacionalización del petróleo fuese promulgada en 1928, pero la oposición de un Senado dominado por los conservadores lo impidió. Las compañías extranjeras como la Standard Oil se estremecieron. Y comenzó a gestarse el primer golpe de Estado, el que encabezaría el general José Félix Uriburu en 1930.

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