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“A mí la seguridad no me va a hacer un cerco con la gente”, dijo el Papa

“A mí la seguridad no me va a hacer un cerco, no me va a separar de la gente. Esto me tiene molesto”, fue la confesión del papa Francisco a una amiga de Buenos Aires.

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“A mí la seguridad no me va a hacer un cerco, no me va a separar de la gente. Esto me tiene molesto”, fue la confesión del papa Francisco a una amiga de Buenos Aires con quien habló el viernes para comentarle su inquietud sobra las condiciones del viaje de iniciará hoy por una semana a Brasil. El comentario que siguió es críptico aunque propio de la condición de Bergoglio, pero nadie toleraría que se lo entrecomillara: si alguien quiere hacer algo lo va a hacer por más seguridad que le pongan.

Bergoglio, que partió de Roma en un avión cargado de periodistas a los que prometió conversar en un tramo del viaje pero sin formato de conferencia de prensa “on the record” como ha sido habitual con otros papas, será recibido esta tarde por Dilma Rousseff junto a varios gobernadores brasileños y algún argentino, como Daniel Scioli, quien viajó ayer por la tarde a Río invitado por su homólogo local Sérgio Cabral. Será la única actividad de la jornada según la agenda oficial y se tomará un descanso de 24 horas hasta el miércoles cuando comenzará un maratón de misas, encuentros, peregrinaciones y actos rituales que prevén 17 homilías hasta que regrese a Roma el domingo próximo.

En esa agenda están previstos otros encuentros con argentinos. El alcalde de Río, Eduardo Paes, invitó a Mauricio Macri para el próximo viernes a un encuentro de contenido deportivo en el que estarán Pelé, Neymar, Ronaldinho, Romario y estrellas del deporte brasileño de ayer, hoy y siempre. Habrá bendición de banderas, reparto de rosarios y fotos para ligar al visitante a los polémicos emprendimientos del Mundial 2014 y las Olimpíadas 2016, cuyo trámite le está costando mucho al gobierno de Brasil por las quejas de quienes creen que el gasto es desmesurado. Hasta anoche el jefe porteño no había confirmado si viajará o no.

El domingo también está invitada Cristina de Kirchner a la misa de despedida en el Campus Fidei de Guaratiba, cerca de Río. La presidenta no ha confirmado si irá o no, algo que descuentan en el gobierno. “Si te invita el Papa, ¿podés decir que no vas?”, ironizó ayer un ministro que sabe más que sus colegas de las decisiones de Olivos. Cristina, como toda la colectividad de los políticos, está entregada a la campaña y sabe el valor de esas fotos con personalidades mundiales para conseguir votos en casa. El viaje de la presidenta se hará el sábado, y al día siguiente estará en la misa de cierre del viaje.

Ciudad ultra-vigilada

Río es una ciudad artillada desde hace una semana. La Policía Federal encargada de la seguridad del Papa duplicó la cantidad de personal trayendo a expertos antimotines y antimafia. Con fuerzas federales y la Policía Militar estadual van a ser casi 15 mil efectivos que tratarán de que los protestones no se acerquen a los actos del Papa y que los millones de papistas puedan circular por Río. Desde hoy se cancela el tránsito en Copacabana, en donde no se puede estacionar desde este fin de semana.

La experiencia dice que los brasileños hacen estas algaradas descomunales más bien en paz. Pero igual se desató la paranoia de seguridad y para atornillarla será feriado en Río desde el miércoles.

Todos quieren la foto

Antes de viajar, Bergoglio fatigó los teléfonos de sus amigos pidiéndoles que no viajen a Brasil porque no los podrá atender. A los más íntimos ya los recibió en el Vaticano y teme que si alguno de ellos (sindicalistas, vicarios, amigos personales) aparece por Río con la intención de verlo, quedará desairado. Algunos, discretamente, igual han venido a esta ciudad confiando en que su relación con entornistas del Papa les permitirá abrir alguna puerta. Estos audaces miran con afán la jornada de mañana, cuando el Papa tendrá día libre. La justificación que han recibido los anfitriones es que necesita descansar después del viaje y que eso estaba previsto en la agenda original que heredó Bergoglio de Joseph Ratzinger, que siempre se tomaba un día de descanso cuando llegaba a un país de visita, antes de arrancar con las actividades.

Mañana, especulan quienes se mandaron igual para acá, el Papa dedicará su día también a recibir a amigos de Brasil y otros venidos de países de la región a quienes quiere ver porque aún no han ido a visitarlo a Roma. Habrá que estar atento a esa agenda secreta del martes.

Cómo interpretarla

La dimensión de esta visita –Papa nuevo, argentino, peronista, millones de personas esperando acompañarlo en los actos, otros, menos, que quieren protestarle en contra– tiene un significado distinto para cada observador. Para quienes profesan la fe de Roma hay señales que disparan hermenéuticas confesionales. Ponen el acento en que es un Papa de la continuidad porque heredó este viaje de Benedicto XVI y no discutió la idea de hacerlo. Miran con más detalle, como señal de cambio, los gestos de estilo de este cura villero, simpático y llano que buscar quitarle a su investidura los resabios monárquicos que tiene. Quienes creen en él, festejan esos actos como un cambio sustancial, sin escuchar a quienes creen que todas las dignidades monárquicas buscan llaneza para reforzar la identificación con sus súbditos.

Agenda para reforzar perfil

En esas novedades rituales que para los católicos son mucho más que estilo, se incluye la visita a un hospital de enfermos de sida de San Francisco de Asís de la Providencia (miércoles por la tarde), la confesión que le tomará a cinco jóvenes que, si quieren sacarle provecho a ese privilegio, deberán incurrir en algún pecadillo que lo justifique (viernes a la mañana en el parque de la Quinta de Boa Vista de Río) y el encuentro del mismo día con jóvenes reclusos en el palacio arzobispal de San Joaquín. Serán también cinco muchachos elegidos por sorteo con la intención de que cada uno represente a cada uno de los cinco continentes. Cierra esa serie de gestos de importancia confesional el encuentro del domingo, antes de la partida, con la cúpula del Celam (Conferencia Episcopal de América latina) en el Centro de Estudios de Sumaré, en cuya residencia se alojará desde esta noche. El Celam es el grupo de pertenencia de Bergoglio, cuyos documentos principales, que él redactó, son la constitución a cumplir en su papado. Como le recomendó a la presidenta argentina cuando le regaló en Roma el compendio de documentos de Aparecida, quien lea esa constitución entenderá lo que quiere Francisco.

Jóvenes y populismos

Para quienes no tienen la fe de los católicos, la visita es también descomunal como movilización de jóvenes, que serán millones en varios actos, muchos de los cuales –una minoría sobre el total, claro– asistirán por el llamado a la plaza, algo siempre atractivo pero que no es exclusivo de la Iglesia católica; lo logran otras confesiones y otros liderazgos políticos a lo largo y ancho del planeta. La diferencia en este caso es que Bergoglio viene del continente del populismo y el caudillismo en donde la política se articula desde un entramado tribal que se ha puesto en el nuevo siglo por encima de las instituciones, las constituciones y las leyes. Fenómenos como el peronismo, el chavismo, el evomoralismo, el lulismo, como antes el castrismo comunista, intentan lograr legitimidad arrastrando gente a la calle y alzando por sobre todo otro método de construcción política el de las “patas en la fuente”.

Las oposiciones a esos populismos, que en teoría repudian esos métodos de acumulación de fuerza por el costado de leyes y reglamentos, se han doblegado a ese estilo. Buscan en la Argentina el recurso de los cacerolazos, los piquetes para confrontar con los populistas que gobiernan, como antes las Damas de Blanco contra Fidel en Cuba o más cerca de ahora con Henrique Capriles compitiendo con Hugo Chávez o Nicolás Maduro en cuánta gente podían arrastrar en sus caravanas de campaña.

En ese continente que pondera el liderazgo que puede mostrar fuerza de convocatoria aparece este Papa que tiene la experiencia de haber sido uno de los dirigentes políticos más importantes de la Argentina en los últimos 15 años, que no es populista, que conoce los métodos de búsqueda de identificación con su grey y con quienes no creen, pero que además le agrega el ingrediente católico, una confesión que promete el cielo para los pobres, hace de la humildad algo en serio, canta las bienaventuranzas a los privados de libertad y pide que lo dejen caminar por las calles sin una seguridad que lo aísle de la gente. Más allá de los confesionalismos, esto es una revolución que resetea las conductas de los políticos que, de ahora en adelante, tendrán a Francisco como el parámetro sobre lo que pueden o no pueden hacer.

Es otra función de los pastores esto de la protección. Ahora Francisco está entre los políticos y el público, católico o no, y esa es la novedad principal de la era que se abrió el 13 de marzo pasado. Créase o no.

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