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Letras de luto

A los 90 años, murió George Steiner, maestro de la literatura comparada

El ensayista, escritor y profesor fue crítico literario de "The New Yorker" desde 1966 hasta 1997. Falleció este lunes en su casa en Cambridge, Inglaterra, según informó su hijo, citado por "The New York Times"


George Steiner, intelectual y un hombre de letras cuya influyente crítica a menudo abordaba la paradoja del poder moral de la literatura, murió este lunes, a los 90 maños, en su casa en Cambridge, Inglaterra, según informó su hijo, citado por The New York Times.

Ensayista, escritor de ficción, profesor y crítico literario, Steiner sucedió a Edmund Wilson como crítico de libros para The New Yorker desde 1966 hasta 1997. Durante este periodo, deslumbró y consternó a sus lectores por su profundidad analítica, convirtiéndose en un gran maestro de lo que se dio en llamar “literatura comparada”.

Arquetipo del intelectual europeo, Francis George Steiner, tal su nombre completo, había nacido em Neuilly-sur-Seine, el 23 de abril de 1929. Fue profesor, filósofo, crítico y teórico de la literatura y de la cultura, especialista en literatura comparada y teoría de la traducción.

Autor de numerosos ensayos sobre la teoría del lenguaje y la traducción, y sobre la filosofía de la educación, es más conocido por su crítica literaria, en particular en The New Yorker y The Times Literary Supplement. Escritor políglota (traductor en francés, alemán, inglés, italiano, griego, latín) y trilingüe perfecto, tuvo tres lenguas maternas (fue educado simultáneamente en alemán, francés e inglés). Y se definía como una persona extraterritorial.

Al conocerse el deceso de Steiner, el escritor y profesor Enrique Lynch, señaló a El País de Madrid: “Su vocación intelectual se compara con los constructores de catedrales que reunían con pericia y razón la técnica y la belleza y las ponían al servicio de una experiencia mística… Ningún imitador se le equipara y no ha dejado discípulos. En sus escritos echa mano de una memoria asombrosa combinada con una erudición que se alimenta de casi todas las grandes lenguas europeas y remata en una prosa inconfundible, hecha de una escritura ampulosa y áulica que emplea con eficacia todos los recursos del comparatista y el saber de los humanistas clásicos. Steiner también es singular por su punto de vista, siempre excéntrico, sacando buen partido de la característica extraterritorialidad de los intelectuales judíos europeos. Sus ensayos combinan la pompa académica aderezada con la típica malicia y contundencia crítica, pautas de estilo comunes a casi todos los ensayistas anglosajones; y aunque su pensamiento, como le reprochó alguna vez y con razón Vladímir Nabokov, parece estar siempre “sostenido por sólidas abstracciones y generalizaciones”, sus textos consiguen llevar al lector de la mano por todo el espacio de la cultura europea, la clásica tanto como la moderna, y hacerle participar en una especie de rito iniciático permanente”.

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