Espectáculos

A los 20, con nuevo sonido

Los Vándalos festejaron su segunda década con un concierto en el Anfiteatro que los mostró eficaces y donde rasgos antaño "desprolijos" se desplegaron ahora dándoles una solidad identidad. Por Juan Aguzzi/El Ciudadano.

Vandalos-not

A los 20, con nuevo sonido Los Vándalos festejaron su segunda década de existencia con un concierto en el Anfiteatro que los mostró eficaces y donde rasgos antaño “desprolijos” se desplegaron ahora dándoles una sólida identidad En la cálida noche del sábado en el Anfiteatro, el ¡¡¡vamo, vamo, Vándalo!!!, arreciaba, en un tono que denotaba el aguante de una hinchada, entre el delgadísimo pase de un tema a otro del repertorio que Los Vándalos fueron volcando para festejar sus 20 años de existencia. Esta vez, apenas un paraguas y un par de banderas señalaban el fervor canalla que supo hacer estragos en otros recitales de la banda. Fue una noche pacífica y la euforia sólo vino del humo perfumado que se mezcló con el producido por un par de bengalas (también de humo) que abrieron el concierto junto a dos guitarras furiosas sobre una base que se recortaba con un sonido visiblemente concreto.

Y así fue, Los Vándalos dieron el presente de los veinte abriles con un sonido totalmente renovado, que ya se advirtió en No significa nada, el último disco aparecido en octubre de 2009, donde Dani Pérez, el factotum de Los Sucesores de la Bestia y también productor, les “armó” el material a partir de la propia especificidad de la banda y rescatando todo aquello que le daba identidad.

Donde, por ejemplo, la desprolijidad de Los Vándalos pudiera volverse un rasgo identitario que serviría para que cierta discordancia sonora diera cuenta del desarrollo o el vuelo de una canción. Ese nuevo sonido fue agradecido por un público muy heterogéneo que abarcó edades de entre 70 –una vital mujer que seguramente estaba un poquito antes o después de esa franja fue un ejemplo de movimiento permanente– y 15 ó 16 años, pero disfrutado a pleno por oídos más atentos, para quienes quedó claro también que los ingresos del Chino Aguilar en guitarra y el Tano Bassani en batería redundaron en una fortaleza extra para una banda que siempre apuntó a sostener en alto el bullicio melódico del rock.

Más allá de sus contorsiones que a veces lo acercaban peligrosamente al piso, Popono Romero se mostró como un encantado maestro de ceremonia –con traza de simpático frontman– que agradeció cuanto pudo la presencia de ese público fiel al que ellos llegaron por pura prepotencia. Visual y auditivamente el show tuvo el atractivo de ser una suerte de coronación de los temas más reconocidos de todas las épocas, temas que ahora sonaban pulidos y sólidos en un despliegue que los mostró adaptados a la nueva infraestructura musical. Se escucharon entonces “Funky two”, “Puedo respirar”, “Florida up down”, “Gusanos”, que contó con el agregado de saxo y trompeta; la cadenciosa “Santa Isabel” y “Murciélago”, donde la presencia de Hugo García como guitarrista invitado le dio un giro inusitado a los temas pasando de la rítmica a la primera con sorprendentes escalas; “El indulto”, “Principito” y, entre otras, la lograda “No significa nada”, que en vivo sonó como si la banda quisiera romper armazones rockeros en base a melodías y del que la gente coreó su estribillo con ganas.

Una grúa con una cámara adosada que planeaba sobre las cabezas de los presentes grabó, para un próximo DVD, el emblemático recital que puso de manifiesto que las facultades comunicativas de Los Vándalos, es decir, de cómo la banda hace de un show su propia esencia, funcionó como un mecanismo aceitado porque sus integrantes parecieron entender que 20 años no son pocos y que más allá de las simpatías personales, todo empieza y termina en la música.

Comentarios