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A 55 años del golpe a Illia, un presidente totalmente cercado

Una conspiración de las FF.AA, las corporaciones y los medios terminaron sacando al radical Arturo Illia del gobierno en 1966. El golpe estuvo a cargo del general retirado Juan Carlos Onganía, quien denominó "Revolución Argentina" a su asonada y restringió libertades e intervino la universidad


Leonardo Castillo / Télam

El presidente constitucional Arturo Umberto Illia era derrocado hace 55 años por un golpe de Estado encabezado por el general retirado Juan Carlos Onganía, y de esta forma se ponía fin a un Gobierno que estuvo signado desde sus inicios por las presiones que ejercieron empresas multinacionales, Fuerzas Armadas y un sector del sindicalismo.

Hijo de inmigrantes italianos, Illia nació en la ciudad bonaerense de Pergamino en 1900, y tras graduarse como médico en la Universidad de Buenos Aires se instaló en la ciudad de Cruz del Eje, en el noroeste de Córdoba, donde comenzó a forjar su carrera política en la Unión Cívica Radical (UCR).

Fue senador provincial, vicegobernador de Córdoba y en 1948 resultó electo diputado nacional, y desde esa banca ejerció una férrea oposición al gobierno de Juan Domingo Perón, derrocado tras un golpe en 1955 que implicó la proscripción del justicialismo.

La postura que debía asumirse ante el peronismo generó un cisma en la UCR, que se dividió en dos sectores: “Los Intransigentes”, liderados por Arturo Frondizi, y los del “Pueblo”, encabezados por Ricardo Balbín, y a este sector adhirió Illia.

Illia, imposibilitado de moverse

Frondizi resultó electo en 1958 mediante un acuerdo electoral con Perón, pero sería derrocado cuatro años después por las Fuerzas Armadas, que desconocieron el triunfo electoral del peronismo en once provincias, entre ellas la de Buenos Aires.

Los militares impusieron a José María Guido, entonces presidente provisional del Senado, al frente de un gobierno tutelado, que debido a las pujas que se suscitaron al interior de las Fuerzas Armadas entre los sectores “Azules” (profesionalistas) y “Colorados” (liberales y anteperonisitas) debió convocar a elecciones en julio 1963, en las cuales el peronismo estuvo proscripto.

Como candidato presidencial de la UCR, Illia obtuvo el 25.14 por ciento de los votos en comicios en los que se registraron más de dos millones de sufragios anulados o en blanco, más de un 20 por ciento del total.

Tras ser ratificado por el Colegio Electoral, Illia asumió la presidencia el 12 de octubre de 1963, pero su negativa a establecer alianzas y el hecho de haber sido electo en comicios en los cuales el peronismo estuvo prohibido, le restaron el apoyo que hubiera necesitado para implementar medidas que contaban con respaldo popular.

Gran éxito en materia de política internacional en la ONU

La anulación de los contratos petroleros suscriptos por el Gobierno de Frondizi y la sanción de una ley que fijaba precios máximos a los medicamentos producidos por los laboratorios extranjeros (impulsada por el ministro de Salud Arturo Oñativia), determinó que los grupos económicos multinacionales vieran con recelo la orientación que tomaba el Ejecutivo.

La decisión de no enviar militares a participar de la intervención de Estados Unidos en la República Dominicana causó malestar en Washington y en los sectores castrenses propensos a la doctrina de la Seguridad Nacional.

Sin embargo, el Gobierno de Illia logró un gran éxito en materia de política internacional en Naciones Unidas, cuando en 1965 se reconoció mediante la resolución 2065, la condición de territorio colonial de las Islas Malvinas en poder de Gran Bretaña, y exhortaba a Argentina y al Reino Unido a iniciar negociaciones para resolver la cuestión de la soberanía de los archipiélagos del Atlántico Sur que aún se encuentran en disputa.

Una conspiración militar, civil y de la embajada de EE.UU

Las decisiones económicas del gobierno permitieron que hubiera saldo favorable en la balanza de pagos, creciera el PBI, se incrementaran las reservas de oro, se contuviera la inflación y disminuyera la deuda externa.

A pesar de todo, la conducción de la CGT, liderada por el metalúrgico Augusto Timoteo Vandor lanzó un amplio plan de lucha con huelgas y movilizaciones, que no fueron contrarrestadas con la supresión de las garantías constitucionales por parte del Ejecutivo. Los avances que el peronismo obtuvo en las elecciones de 1965, y la aparición de un foco guerrillero guevarista en la provincia de Salta, generaron malestar en los sectores castrenses, que comenzaron a conspirar con actores civiles del sector financiero, la Sociedad Rural y la Unión Industrial Argentina (UIA).

Los generales Onganía, Pascual Pistarini, y Julio Alsogaray, de aceitados vínculos con la embajada de los Estados Unidos, iniciaron contactos con operadores civiles como Nicanor Costa Méndez y Álvaro Alsogaray, quienes propugnaban la instrumentación de una política económica en sintonía con las recomendaciones de los organismos internacionales de crédito.

Los medios y el golpe inminente

Revistas como Extra, Panorama, Tía Vicenta y Confirmado publicaban duros editoriales contra el gobierno en los que describían a Illia como un hombre lento, errático y perdido al que era caricaturizado como una tortuga.

En ese contexto de desgaste para el Gobierno, la figura de Onganía –que se había retirado de la jefatura del Ejército en noviembre de 1965– era descripta en esos medios como la de un militar “profesional”; un hombre fuerte que venía a salvar a la nación del peligro de una inminente disolución.

El 27 de junio de 1966, las tres armas le comunican al presidente que lo mejor era renunciar, algo que rechaza de plano con el intento de destituir a Pistarini como jefe del Ejército, una orden que los mandos militares desconocieron por completo.

En la noche, fuerzas policiales rodearon la Casa Rosada mientras Illia permanecía en su despacho junto a un grupo de colaboradores, y pasadas las 5 de la madrugada, el general Julio Alsogaray ingresó a la sede gubernamental para exigir la renuncia de un jefe de Estado cercado y sin poder.

Alsogaray le dijo al presidente que cumplía “órdenes” de su superior (Pistarini), e Illia le replicó que era “un insurrecto” que no reconocía la verdadera autoridad del presidente como jefe comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Minutos después, un grupo de la guardia de infantería al mando del coronel Luis Perlinger, quien en 1982 le pidió perdón públicamente a Illia por haber participado del golpe, desalojó el despacho presidencial y consumó la asonada.

Illia, de vuelta a casa

Illia se retiró de la Casa Rosada por sus propios medios, en la calle Balcarce y rodeado de algunos adeptos, pidió un taxi y se marchó hacia el domicilio de su hermano, en la localidad de Martínez, pero luego se retiró a Cruz del Eje, donde volvió a ejercer la medicina y falleció 18 de enero de 1983.

Onganía asumió un día después la presidencia al frente de un régimen que se autodenominó como “Revolución Argentina”, y que conculcó las libertades constitucionales, impuso la censura, intervino las universidades y aplicó con su ministro de Economía Adalbert Kriger Vasena una política de congelamiento de salarios.

El ajuste y la represión darían origen tres años después al “Cordobazo”, un estallido social que puso en jaque a Onganía, quien caería en junio de 1970 por un golpe interno de una dictadura militar que gobernaba una Argentina en la cual las mayorías políticas comenzaban a movilizarse y surgían las organizaciones armadas.

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