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A 50 años de “Led Zeppelin IV”, uno de los mejores discos de rock de la historia

El poderoso álbum de la gran banda británica alcanzó el medio siglo con un sonido todavía hoy tan brillante como arrollador. Con solo ocho temas que van del folk más sutil a los riffs más potentes y con la balada “Escalera al cielo” como diáfano estandarte, llegó a vender 37 millones de copias


Luego de una malograda gira por Japón en setiembre de 1971 donde Led Zeppelin no pudo tocar en todos los sitios pactados por fallas en el contrato, y ya en el Reino Unido nuevamente, la banda puso a consideración pública el que sería uno de los mejores discos de rock de la historia del género, lo cual podría sonar como una exageración teniendo en cuenta lo increíble que suenan los tres anteriores y hasta los que siguen, pero créase o no, la contundencia de Led Zeppelin IV es avasallante, sobre todo en el formato de baladas conviviendo con un rock súper duro, un ensamble casi perfecto en su despliegue compositivo.

Jimmy Page, el más amigo de los Rolling Stones por entonces, les había mangueado el estudio móvil de última generación que la banda liderada por Jagger ostentaba como capaz de registrar los sonidos en su forma más pura. La idea era materializar ese nuevo disco, ya ensayado entremedio de las giras del grupo, en una bucólica granja de la campiña inglesa bautizada como Headley Grange, sirviéndose de ese estudio móvil.

Así se grabó el inoxidable Led Zeppelin IV, donde la voz de Robert Plant y la viola de Page vuelven a llevar a alturas impensadas una lógica implacable apoyadas en la pared de acero del bajo de John Paul Jones y la bata demoledora de John Boham.

Deliberadamente sin título, el álbum solo respetó la numeración en relación con los anteriores y se nutrió de símbolos como representación de cada uno de los miembros de la banda. La portada del vinilo original (un díptico que se abre y conforma una sola  imagen), diseñada por Plant y Page, es la imagen de una pared derruida con una foto de un hombre con una carga de leña en sus espaldas que contrasta, en la zona donde se encuentra, con los edificios modernos que surgen al fondo.

En una de las casas allí nomás cuelga un cartel blanco con la leyenda “Alguien muere de hambre cada día”. Años después, en una entrevista en la BBC, Plant recordó la aparición de este disco. “Cuando terminamos el disco nos pareció que habíamos conseguido reinventar el rock and roll, ni siquiera lo pensamos demasiado, fue largar una gran cantidad de energía que veníamos acumulando, queríamos un sonido poderoso pero también armónico, un poco en respuesta a cierta crítica que nos situaba como una banda de rock de moda. Nosotros no éramos eso, era otra cosa lo que bullía en nuestros interiores”, apuntó el blondo cantante.

Una granja donde pasaron muchas cosas

En la granja inglesa pasaron muchas cosas. Un hermoso y ágil labrador negro que pertenecía a los dueños del lugar pero que vivía allí mientras se alquilaba, fue la mascota del grupo y, como se sabe, no hace falta demasiado para que un perro de esa raza se hiciera amigo de todos, incluso de Boham, quien solía ponerse algo agresivo en el bajón de sus borracheras.

Pero eso no ocurría con este perro porque las lamidas en su cara mientras estaba echado en un sofá lo despertaban con una sonrisa y entonces comenzaba a llamarlo Black Dog. Fue Page el que propuso titular así al abrumador tema que abre el disco, una canción con una letra sugestivamente sexual y unos acordes voluminosos inspirados en discos como Electric Mud, del insigne blusero Muddy Waters, y en The Howlin’ Wolf Album, de Howlin’ Wolf, otro titán del blues eléctrico, a los que el delgado violero de Zepp adoraba y solía “robar” con tremenda clase, volviendo imperceptible la apropiación.

La voz de Plant juega con los registros acentuando su carácter erótico cuando canta “Oh, nena, cuando caminas de ese modo / mira cómo te gotea la miel / no puedo alejarme”. Una apertura que deja en claro la propuesta lúdica para variar síncopas y acentuaciones con un sello muy propio.

Cuando se escucha “Rock and Roll”, con la batería de Boham trillando furiosa y ajustada, no es difícil pensar en cómo abren ciertos temas de Little Richard o Chuck Berry y, si se quiere, hasta del mismo Elvis Presley en sus precisos rocanroles. Durante la grabación los días y noches se sucedían sin solución de continuidad y no fueron pocas las veces que cualquiera de los músicos improvisaba un ritmo para que los demás se fueran acoplando si se tentaban.

Los símbolos que identificaban a cada uno de los miembros de Zeppelin

 

Poco antes de su muerte prematura, el mismo Boham contó a la revista Rolling Stone como dio el puntapié inicial para “Rock and Roll”: “Quería despertarme del todo porque habíamos tomado varias copas la noche anterior y teníamos que seguir armando temas. Comencé casi a jugar con mi instrumento y los chicos que andaban desparramados se acercaron a la sala de grabación porque me veían moverme detrás de un vidrio interior, y en un rato compusimos el tema. Luego Robert escribiría la letra. Ian (Stewart, tecladista inicial de The Rolling Stones) tocó allí admirablemente con su estilo boogie-boogie, porque era experto en esa rítmica y se nota porque no podés dejar de moverte escuchándolo”.

También en este tema, la letra de Plant parece responder a las críticas periodísticas haciéndoles saber que esa banda puede tocar el mejor rock and roll. “Ha pasado demasiado tiempo sin rocanrolear / Hace mucho que no voy por ahí / Oh, déjame volver a donde pertenezco”, vocea agudísimo Plant entre el riff frenético de Page.

Una de las diez mejores canciones de rock

En “The Battle of Evermore”, la banda vuelve por sus fueros folk y se cuenta que fue compuesta por Page en una mandolina que solía usar Jones junto a la gran chimenea de la granja. Al parecer nunca había tocado ese instrumento pero su destreza con las cuerdas le permitió una expansión inédita. Plant, sumergido en los descansos en un libro sobre la historia de Escocia, dijo de inmediato que ya tenía una posible letra que, claro, contaba pasajes épicos que luego la prensa atribuyó a El señor de los anillos de J.J.R.Tolkien, aunque la banda nunca lo reconoció. Se trata de un temazo folk que trae escenas que no cuesta imaginar como enfrentamientos entre facciones celtas en un remoto pasado.

Mención aparte deberá hacerse para “Escalera al cielo”, una de las canciones de rock más hermosas e imposible de dejar indiferente a nadie apenas suenan los primeros acordes. También una de las 10 mejores canciones de rock y pico de rankings en la mayoría de los países occidentales. Poseedora de un clima profundamente emotivo, impecable en su formato y capaz de alcanzar momentos plenos y sublimes, está atravesada por la inspirada lírica de Plant que cuenta sobre la inutilidad del materialismo en un mundo amenazado por la codicia y la ambición y sobre una mujer delirando con la posibilidad de construir una escalera que la lleve al cielo. El solo de Page obtendrá la categoría de uno de los más logrados de la historia del rock y una prueba de ello es el carácter arrebatador que le da cuando lo ejecuta en vivo con su gibson de doble mango.

Joyitas acústicas y poderosas

Otra joyita de este álbum es “Misty Mountain Hop”, nueva demostración de la genialidad de Zeppelin para mezclar sonidos y ritmos. La introducción de piano Wurlitzer de Jones y el redoble a contratiempo de Boham lo vuelve un tema muy original. La armonía vocal de Plant le otorga un toque hipnótico que desanda el potente groove de batería. Y hablando de percusión, en “Four Sticks” John Bonham toca con dos palillos en cada mano para conseguir ese sonido rotundo, a la vez interpelado por el riff urgente de la viola de Page conformando otro tema polenta con un sonido tribal que muestra la restallante paleta sonora que la banda exhibe sin apartarse del hard rock.

La folkie “Going to California” remite a las ya nostálgicas colinas de Laurel Canyon, reducto hippie por excelencia y donde se sucedían los conciertos de rock con, entre otros, Crosby, Still, Nash and Young; The Eagles, Mamas & The Papas, Joni Mitchell a la cabeza. Page contó que durante la grabación del disco, Plant hablaba de Mitchell y decía que había quedado prendado de su belleza y su bondad (la había conocido durante la primera gira norteamericana de la banda). Sin nombrarla, la letra alude a una muchacha con esos rasgos y características.

La banda apenas antes de entrar a grabar “Led Zeppelin IV”

En el devaneo acústico del tema se destaca el trabajo de Jones en la mandolina discurriendo con la acústica de Page en una simbiosis tímbrica envolvente.

El cierre de Led Zeppelin IV es la majestuosa “When the Levee Breaks”, una recreación de un blues que la llamada Dama del Blues del Delta, Memphis Minnie compuso junto a Kansas Joe McCoy en 1927. La progresiva y casi matemática batería de Boham logra un entre fantástico para este tema que recrea una inundación por el desborde del río Mississippi en el sur estadounidense donde murieron muchísimos afroamericanos. Los riffs de Page le otorgan una dimensión mística, y la radical voz de Plant desgranando la queja con sus requiebros reconfigura la tragedia. El tema sería sampleado por innumerables músicos de géneros bien diversos como Massive Attack, Björk y Eminem, entre otros.

Tan solo ocho temas de una contundencia fenomenal fueron suficientes para que Led Zeppelin IV vendiera la friolera de 37 millones de copias y para que la banda siga conservando un hasta hoy insuperable lugar: el de la que hizo el mejor rock duro del mundo.

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