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Sociedad

A 100 años del estallido de la Primera Guerra Mundial

Fue el 28 de junio de 1914 en Bosnia–Herzegovina tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo.


Bosnia-Herzegovina no sólo es el país ante el que Argentina debutó en el Mundial de fútbol venciéndola dificultosamente. También es el lugar donde, hace exactamente 100 años, Europa comenzaba a sumergirse en lo que por aquél entonces se llamó la “Gran Guerra” y que con los años sería el primer capítulo de las Guerras Mundiales que asolaron al siglo XX. El archiduque Francisco Fernando, heredero del trono Austro-Húngaro, era asesinado en la ciudad de Sarajevo un 28 de junio de 1914, mientras pasaba revista a las tropas imperiales. El disparo fue lanzado por Gabrilo Prinzip, un estudiante serbio miembro de la sociedad secreta “Mano Negra”, que luchaba contra el expansionismo austro-húngaro en la zona de los Balcanes.

A partir de allí, habría sólo un paso para terminar de conformar el sistema de alianzas que se venía barajando desde hacía años: Rusia junto a sus aliados occidentales Francia e Inglaterra, saldrían en defensa de la pequeña Serbia, conformando la Triple Entente; mientras que del otro lado quedaría el Imperio Austro-Húngaro junto al cada vez más poderoso Imperio Alemán y el decadente Imperio Otomano. El resto es historia conocida…

Ahora bien, ¿por qué razón el hecho que desencadenó la Primera Guerra Mundial fue este atentado y por qué se produjo en ese lugar? Suele afirmarse que Europa danzaba sobre un barril de pólvora que en cualquier momento estallaría, que la Paz Armada inevitablemente conduciría a la Guerra y muchas explicaciones similares. Sin embargo, todas esas frases hechas no terminan de explicar la importancia que tuvo ese territorio tan pequeño llamado Bosnia-Herzegovina en los acontecimientos que precipitarían el enfrentamiento.

Para ello, es necesario recurrir a uno de los conceptos más utilizados a la hora de analizar las causas de la Primera Guerra Mundial: el imperialismo. Históricamente, Bosnia-Herzegovina fueron dos provincias de las que allá por el siglo VII conformaron el Reino de Croacia, cuando estas tribus provenientes del norte de los Cárpatos, acudieron al pedido de ayuda del emperador Heraclio I para vencer a los avaros que devastaban Europa y amenazaban a Constantinopla. A cambio, el emperador les ofreció la antigua Iliria Romana, de la que formaba parte el territorio de Bosnia y Herzegovina.

No obstante, debido a las feroces invasiones de los turcos que provenían del este, estas dos provincias no permanecerían unidas al Reino Croata, que desde el siglo XII se encontraba unido al de Hungría. Por el contrario, en el año 1463 Bosnia se convertiría en una provincia turca anexada al Imperio Osmanlí. Con el transcurso de los siglos, la población de estas provincias, que siempre había sido de amplia mayoría croata, debido a la presión y violencia ejercida por los turcos, se vio forzada a convertirse al islamismo, lo que daría lugar a la expresión “bosnios musulmanes”. Por su parte, Croacia optó por pasar a formar parte de Austria-Hungría, asociándose como medio de defensa y subsistencia al Imperio Católico y Occidental.

Mientras tanto, Constantinopla, que también se debatía en una gran crisis por las invasiones turcas, era considerada por muchos la “Segunda Roma”, cabeza de los pueblos encolumnados en la Iglesia Ortodoxa de Oriente: griegos, búlgaros, rusos y también serbios. Estos últimos se habían emancipado de Bizancio en forma tardía y durante el siglo XIV lograron constituir un poderoso aunque efímero Reino, con claras intenciones expansionistas.

Es por ello que, una vez derrotados y producida la hegemonía turca en la región, los serbios mantendrían durante siglos el recuerdo de aquel Reino y las pretensiones sobre otros territorios cercanos, dentro de los que se encontraban las provincias de Bosnia y Herzegovina, a pesar de que su población allí era proporcionalmente ínfima.

Posteriormente, luego de siglos de enfrentamientos en que los turcos estuvieron a las puertas mismas de Viena (1683), durante el siglo XVIII Austria lograría frenar definitivamente el avance de su histórico enemigo. Sin embargo, paradójicamente, también encontraría la crisis que lo llevaría a su desaparición.

En efecto, mientras Italia y Alemania se emancipaban del Imperio logrando la unión nacional, la monarquía de los Habsburgo se vio obligada a buscar su razón de ser en los pueblos eslavos de Europa del Este: croatas, serbios y eslovenos. No obstante, en el siglo de los grandes levantamientos nacionales, ya no podría dominarlos fácilmente aferrándose al principio de la legitimidad dinástica del título de emperador, que había perdido su significado.

Esto fue lo que provocó el despertar de aquel sueño latente en los serbios, de restablecer un imperio bizantino-serbio, en un principio en forma aislada, y luego, resignándose a ser la exponente del imperialismo ruso. En efecto, la Rusia zarista se mostraba ansiosa por convertirse en la “Tercera Roma”, protectora de los pueblos cristianos, acompañando e impulsando los objetivos de su “hermana menor”, Serbia.

¿Y cuál sería el lugar en el que se daría la colisión entre estas fuerzas antagónicas? Pues precisamente allí donde desde hacía siglos se chocaban las tres grandes culturas: Bosnia y Herzegovina. En 1878, como resultado del Congreso de Berlín, Austria-Hungría se hizo cargo de la administración de dichas provincias. Al mismo tiempo decidió anexarlas a su Imperio, respondiendo al hecho de que los Habsburgo eran reyes legítimos de Croacia, a la que Bosnia y Herzegovina pertenecían como parte de una unidad geográfica. Asimismo, según fuertes versiones, Francisco Fernando planeaba dejar de lado la política dinástica y colocar, por primera vez en la historia, a los eslavos de la monarquía en un plano de igualdad con los alemanes y magiares.

Esto daría lugar a un virulento nacionalismo serbio que rechazaba tal proyecto e invocaba supuestos derechos nacionales hacia el territorio bosnio, explotando las dificultades en determinar con exactitud la identidad nacional de sus pobladores, o bien, apelando a un irredentismo que invocaba derechos nacionales de otros pueblos sureslavos que decía liderar, cual Piamonte en el caso italiano o Prusia en el caso alemán.

En ese contexto fue que se produjo el atentado al archiduque, siendo presentado al mundo por Rusia como el fruto de las guerras de liberación nacional y la reivindicación de Serbia (pequeña y joven nación) hacia un territorio que supuestamente le pertenecía y que había sido usurpado por el vecino prepotente y poderoso, del cual ella estaba dispuesta a defenderla.

En suma, a pesar de que el famoso atentado de Sarajevo no haya sido más que la gota que rebalsara el vaso para llevar a la Guerra que inexorablemente se aproximaba, entendiendo los roles de estos pueblos es que podremos comprender mejor por qué la gota cayó por el lado de Bosnia-Herzegovina y no por Viena, Moscú, Londres o Berlín.

Por otra parte, también podremos entender, analizando quiénes fueron los vencedores de la contienda, cómo surgiría luego el artificial Reino y posterior República de Yugoslavia, que tanta opresión les significaría durante décadas a sus miembros no serbios.

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