Por Sergio Molina García * (especial para El Ciudadano)
Jorge Riechmann ha titulado a uno de sus últimos ensayos “El siglo de la gran prueba”. En él muestra la complejidad del mundo actual y los peligros medioambientales a los que se enfrenta la sociedad contemporánea. Esa misma expresión se puede aplicar al año 2019 en el contexto europeo. En mayo se celebrarán elecciones al Parlamento europeo y está en juego mucho más que la renovación de sus candidatos. El contexto comunitario de los últimos años ha convertido a los próximos comicios en una cita imprescindible.
Euroescepticismo
La crisis económica, los refugiados y el Brexit han dividido a la opinión pública y a las organizaciones políticas. Por primera vez en la historia de Europa, el euroescepticismo se ha materializado tras los resultados del referéndum realizado en Gran Bretaña en 2016. Ante esta situación, de cara a las próximas elecciones europeas, no será suficiente con conformarse y declararse europeísta. Ahora es el momento de repensar qué Europa se quiere, de plantear nuevos proyectos y de mostrárselos a la sociedad civil. El cuestionamiento de la unión es motivo suficiente como para que las fuerzas políticas construyan un nuevo proyecto en función de las necesidades del momento. El contexto actual es muy diferente al ambiente posbélico en el que surgió la Comunidad Económica Europea, pues las exigencias al sistema político y económico han aumentado y en esa línea deben enfocarse los nuevos planes.
Uniones sociales
Hasta el momento han ido apareciendo diferentes ideas sobre el futuro comunitario, algunas deben afinar en sus objetivos y otras, directamente pueden ponerse en duda. Los sectores progresistas defienden un modelo diferente al establecido al día de hoy. Apuestan por una comunidad de carácter social y federal, un planteamiento que apareció en la década de los setenta pero que nunca ha llegado a concretarse. Según estas teorías, una Europa más allá del euro (sin abandonarlo) puede servir para que la sociedad entienda que la UE no tiene por qué centrarse en uniones económicas, sino también sociales. Los liberales, encabezados por Macron, defienden un programa neoliberal centrado en un punto de vista económico, proponiendo incluso un retroceso en la democratización de las instituciones comunitarias. Se trata de un europeísmo basado en el eje París-Berlín y en las estructuras estatales como pilares del proyecto y no en las organizaciones supranacionales. Por último, el mayor riesgo se encuentra en el pseudoeuropeismo de la derecha más conservadora. Sebastián Kurz, presidente de Austria, se declara defensor de la UE pese a que reniega de la integración y defiende el aumento de las fronteras nacionales.
Más allá de los Estados
Hay muchas maneras de entender el futuro de la UE, pero los ciudadanos del viejo continente deben ser conscientes de que ya no es suficiente con declararse europeísta, ahora se deben ofrecer otras alternativas. Y, quizás, una opción plausible sea apostar por un proyecto capaz de volver a trazar vínculos sociales, políticos y económicos. Ser europeo no tiene que reducirse a tener un mercado común, sino a construir una cultura que beneficie a toda la sociedad. La experiencia de las reformas de Maastrich (1992) y Lisboa (2007) han demostrado que la opción neoliberal no ha servido para aumentar la integración. En esa línea, aunque con una visión muy pesimista, se encuentran los argumentos de Wolfgang Streek. Este sociólogo americano, pese a no declararse antieuropeo, considera que el futuro de la UE, tal y como se ha entendido hasta ahora, es muy difícil. Ante todo esto, consideramos que es el momento de decantarse por visiones sociales comunes para construir una entidad supranacional que vaya más allá de las estructuras estatales. Dada la situación de crisis comunitaria, si los europeos se conforman con una unión basada en los mercados, se corre el riesgo de ahondar todavía más en los problemas actuales. El club comunitario puede ser mucho más que la moneda común, que los fondos estructurales y que los tratados comunitarios, y una prueba de ello es el programa Erasmus+(**). En definitiva, la crisis actual debe ser vista como una oportunidad no solo para decir sí a Europa, sino para plantearnos qué Europa queremos.
(**): Erasmus+ es un programa único que trata de impulsar las perspectivas laborales y el desarrollo personal, además de ayudar a todos los sistemas de educación, formación y juventud a proporcionar una enseñanza y un aprendizaje que doten a las personas de las capacidades necesarias para el mercado laboral y la sociedad actual y futura.
(*): Seminario de Estudios del Franquismo y Transición.
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