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Atentados

Cartas bomba en E.E.U.U. ¿herramienta de campaña política?

Artefactos explosivos enviados a figuras públicas, entre los que se encuentran Hillary y Bill Clinton, George Soros y Robert De Niro generaron pánico social a dos semanas de las legislativas que definen mayorías en el Congreso


Las advertencias, las amenazas, los atentados suelen tener visos particulares en cada país donde ocurren. Se parecen pero a la vez son diversos y tienen como una marca de origen. Parecerían ser ideales o pertinentes para cada contexto. Y cada tanto, como si fuera un círculo que cruza sus líneas y se vuelve a cerrar, repiten su modalidad, su eficacia para sembrar terror, conmover, amedrentar; un gesto político destinado a acentuar la fragilidad humana. El origen puede provenir de individualidades más o menos perturbadas pero siempre influidas por un estado de cosas, un gobierno en particular, actores políticos, un clima social alterado. En Estados Unidos, estos últimos días, varias personas con algún reconocimiento público recibieron lo que se dio en llamar Cartas o paquetes bomba (una suerte de pequeño tubo negro relleno con fragmentos de vidrio y polvo blanco, taponado en los extremos) causando una alarma generalizada y acentuando tensiones de todo tipo a apenas un par de semanas de las elecciones legislativas. “Misteriosa ola terrorista”, titularon o editorializaron varios de los medios estadounidenses más importantes. Hasta ahora los destinatarios tienen algo en común, lo que lleva a pensar en una intencionalidad y un objetivo y siembra algunas pistas sobre su posible origen.

Un ringside público

Los últimos en recibir la singular misiva (en realidad dos paquetes) fueron el ex vicepresidente de Barack Obama, Joe Biden, que fueron interceptados por la policía en una oficina postal de New Castle y que iban destinados a Delaware, donde vive el demócrata, y el actor Robert De Niro, ya una figura con enorme predicamento y consecuente crítico de Donald Trump. En la madrugada del último martes, se encontró un bulto sospechoso en las puertas del restorán que el actor fetiche de Martin Scorsese tiene en Nueva York y que fue retirado del lugar por una brigada de explosivos neoyorkina. En cada oportunidad que pudo, De Niro se refirió a las políticas y a la persona del actual presidente. En 2016, cuando Trump era candidato a presidente, De Niro lo calificó de “notoriamente estúpido”, “totalmente loco” e “idiota”. Dijo en esa oportunidad: “No me interesa qué le gusta a Trump: si entrara en un restorán donde yo estoy, me iría”. Y al presentar a Bruce Springsteen en los Premios Tony en junio último sostuvo: “Sólo quiero decir una cosa: ¡a la mierda con Trump!”. El mandatario se dio rápidamente por aludido y valiéndose de su red social favorita, el Twitter, hizo pública su réplica: “Robert De Niro, un individuo de muy bajo coeficiente intelectual, recibió demasiados golpes en la cabeza por parte de boxeadores reales en las películas”, dijo, en referencia a Toro salvaje, el film protagonizado por el actor con el que obtuvo el Oscar. En ese cruce De Niro retrucó en Toronto. “Quiero pedir disculpas por el comportamiento idiota de mi presidente. Es una desgracia” había dicho y agregó que quería pegarle una piña en la cara.

Para la CNN también hay

Un poco antes las cartas habían llegado a las oficinas neoyorkinas de la cadena CNN y al domicilio de Hillary y Bill Clinton, cuyo derrotero fue directamente seguido por el FBI. Cualquiera podría pensar que no hay nada menos sospechoso de estar contra Trump que la famosa cadena televisiva CNN, sin embargo hace poco hubo una serie de encontronazos entre el republicano y el medio. Trump había culpado a la prensa de generar hostilidad en medio de la campaña electoral. “Una gran parte de la bronca que vemos hoy está causada por el periodismo intencionadamente falso y equivocado que hacen los medios a los que llamo fake news. Los medios deben limpiar sus actos, ¡Rápido”, tuiteó el presidente.

De inmediato, por vía de la misma red social, el ex director de la CIA John Brennan, cuyo nombre figuraba en el paquete que recibió la CNN le contestó lo siguiente: “Pare de culpar a otros. Mírese en el espejo. Su retórica provocadora, sus insultos, mentiras y aliento a la violencia física son vergonzosos. Limpie su acto, trate de comportarse de forma presidencial. El pueblo estadounidense merece algo mucho mejor. No podrá intimidar a sus críticos para que se callen”.

Campaña caliente

También hubo cartas bomba para las legisladoras demócratas Maxine Waters, en New York, y Debbie Wasserman Schultz en Florida (en realidad el paquete estaba destinado al ex fiscal general de la administración Obama, Eric Holder). Hasta el momento no hubo que lamentar víctimas fatales por lo eficaz que resulta el protocolo que funciona en las agencias de seguridad –como el FBI–, que permitiría detectar los artefactos sobre pistas seguras de recorridos. Así ocurrió con una de las primeras misivas explosivas, la que se halló en el buzón de la mansión del millonario George Soros, que financia las campañas demócratas. Lo cierto es que los atentados –en grado de tentativa todavía– fueron desplazando otras noticias relacionadas con una temporada política que venía levantando polvareda puesto que se dirimen nuevas mayorías y también serviría como referencia en cuanto al apoyo a las políticas de Trump y a los dos años que le quedan de gestión. La campaña está planteada como una de las más duras de la última década y el toreo entre republicanos y demócratas alcanzó niveles ríspidos. De buenas a primera, entre los actos electorales apareció la palabra “terrorismo”, tan temida por los norteamericanos y tras cartón la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, condenó los intentos de ataque y declaró que los responsables serían llevados ante la ley. La semana anterior Trump había acusado a sus oponentes políticos de criminales porque su gestión estaría teñida de garantías que permitirían una buena cantidad de actos terroristas. En la misma alocución consideró que si los demócratas se hacen con el control del país, lo destruirán. Trump calificó de “despreciable” lo sucedido, aseguró que no había espacio para “la violencia en Estados Unidos y agradeció al servicio secreto por interceptar las cartas bomba”. Todo esto sin mencionar ni a uno solo de los afectados.

El fantasma del Unabomber

Las cartas bomba distribuidas en estos días reviven el pánico generado por el llamado Unabomber. El FBI tardó 17 años en atrapar a Ted Kaczynski, quien entre 1978 y 1995 envió 16 paquetes con explosivos. Kaczynski, un matemático y filósofo, se hizo famoso por mandar esas cartas durante años, evadiendo sistemáticamente la cacería feroz que habían iniciado las agencias de seguridad estadounidenses. El llamado Unabomber fue una suerte de ermitaño y se convirtió en una de las presas más escurridizas para el FBI. Cuatro de sus bombas explotaron y provocaron dos muertos y cinco heridos. Los agentes federales llevaban casi dos décadas detrás de él hasta que un familiar lo delató. Pero más allá de que fuera tildado de terrorista nunca pudo vinculárselo a ninguna organización de ningún tipo. Sin embargo, ahora las cosas son diferentes y muchos estadounidenses ven el largo y oscuro brazo de los servicios de inteligencia –siempre más cómodos con los republicanos, que atienden rápidamente sus demandas– que buscan provocar un pánico generalizado para incentivar el pedido de mano dura hacia cualquier acto terrorista, uno de los lemas preferidos de Trump antes y después de su campaña y del que ahora hace gala por Twitter.

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