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Paso histórico

La Iglesia no admite la pena de muerte en ningún caso

Hasta 1992, la Iglesia la contemplaba en casos extremos. Francisco modificó el catecismo para declarar al máximo castigo como algo “inadmisible”. La decisión del Papa llegó tras décadas de batalla de varios pontífices contra la pena capital, comenzando por Pablo VI a mediados del siglo XX.


El papa Francisco cumplió un paso histórico al modificar el catecismo de la Iglesia católica para declarar “inadmisible” la pena de muerte e incluir un compromiso a luchar contra ella en todo el mundo.

“La Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo”, dispuso el Papa en una audiencia concedida al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Se trata de un paso muy importante para la historia de la Iglesia al eliminar la legitimación de la pena de muerte con la modificación del artículo 2.267 del catecismo, el libro que contiene la explicación de la doctrina de la iglesia católica. Hasta 1992 el catecismo no excluía la pena capital en casos extremos.

El Catecismo, que tiene carácter de instrumento de derecho público eclesiástico, terminó de elaborarse en 1992. Se redactó siguiendo las referencias del Concilio Vaticano II, que se había celebrado treinta años antes y que marcó una nueva época al introducir importantes cambios que dieron origen a la Iglesia actual.

Una vez que el Catecismo estuvo hilvanado, durante los cinco años posteriores se recogieron propuestas de modificación procedentes de la Iglesia universal y en 1997 se publicó la versión oficial y definitiva en latín con el cardenal Joseph Ratzinger, después Papa Benedicto XVI.

En el nuevo texto, se explica que “durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común”.

Sin embargo, reconoce que “hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves”.

“Además se implementaron sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente”, subraya.

El texto oficial entrará en vigor como prevén las normas tras la publicación por el diario oficial L’Osservatore Romano y en las Acta Apostolicae Sedis.

La modificación será explicada a través de una carta a todos los obispos escrita por el cardenal español Luis F. Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

“Con esta decisión del papa Francisco todos los católicos nos convertirnos en constructores de un mundo sin pena de muerte”, declaró satisfecha la comunidad católica de San Egidio, entre los promotores de la campaña mundial contra la abolición de la pena capital.

Décadas de batalla

La decisión del Papa llegó tras décadas de batalla de varios pontífices contra la pena capital, comenzando por Pablo VI a mediados del siglo XX.

Basado en el principio de que la condena a muerte es una ofensa a la vida, el papa Juan Pablo II hizo un fuerte llamado a favor de la abolición en Estados Unidos en 1999, país donde aún es vigente, tras tildarla de “cruel e inútil”.

Fue justamente Juan Pablo II, quien a través de un “motu proprio”, una ley papal, emanada en febrero del 2001, decidió suprimirla de forma definitiva como ley vaticana.

Fiel a esa línea, el papa Francisco pidió a inicios del 2016 a los gobernantes de los países que aún aplican la pena de muerte de suspender las ejecuciones durante ese año por respeto al Jubileo Santo de la Misericordia.

Menos ejecuciones

La mayoría de los países predominantemente católicos de todo el mundo abolieron o suspendieron las ejecuciones judiciales y en muchas ocasiones el Vaticano y el Papa intercedieron para que Estados Unidos suspenda ejecuciones.

Francisco en varios discursos e intervenciones públicas, como en el histórico discurso en el Congreso de Estados Unidos en septiembre de 2015, ha abogado por la abolición de la pena de muerte.

Según datos del 2017 de la organización humanitaria Amnistía Internacional se registraron 993 ejecuciones en 23 países, con una reducción del 4% con respecto al 2016.

La mayoría de las ejecuciones tuvieron lugar en China, Irán, Arabia Saudí, Irak y Pakistán, por este orden.

Al terminar 2017, un total de 142 países (más de dos tercios) habían abolido por ley o en la práctica la pena capital.
Estados Unidos sigue siendo el único país de la región de las Américas que llevó a cabo ejecuciones (23) y dictó 41 condenas a muerte.

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