Cultura

El paraíso opuesto: Antal Azerb

La épica de un rey en el exilio

“El paraíso opuesto” es una novela de aire teatral llena de intrigas y humor, con inevitables parábolas y solvente fantasía donde el monarca de un reino imaginario se autoderroca y luego finge ser él mismo “para velar por su pueblo”.


Por Juan Aguzzi.

Literatura

El paraíso opuesto: Antal Azerb

Traducción: Laura Wittner. La Bestia Equilátera, 203 páginas

Fiel a sus postulados de incorporar a su catálogo autores no tan conocidos, o ciertamente inhallables en castellano en la actualidad, la editorial La Bestia Equilátera puso en circulación El paraíso opuesto, del húngaro Antal Szerb, una exquisita novela donde la intriga y el humor sutil expresado en observaciones que diagnostican estados psicológicos algo alterados son los componentes esenciales de una suerte de asombrosa comedia.
Siendo muy joven, ya Szerb se había forjado una importante reputación en su país natal –fue presidente de la Academia Húngara de Literatura con sólo 32 años– y comenzó a publicar poco después. La leyenda de los Pendragón y El viajero bajo el resplandor de la luna fueron sus primeras novelas –ambas traducidas al castellano– luego de escribir sobre William Blake y Henrik Ibsen. El paraíso opuesto data de 1942 y es su última novela, escrita bajo la asonada nazi, y para la que usó un seudónimo puesto que ningún autor de origen judío podía ya publicar en su país. Recostada en su conocimiento mundano –Szerb había viajado por la Europa de entreguerras y había pasado tiempo en Italia, Inglaterra y Francia–, El paraíso opuesto apela al honor, a la lealtad y a la traición como elementos indisolubles de una trama donde las cortes están amenazadas por la furibunda entrada del capitalismo en sus más variadas especies, equiparable en la realidad al derrumbe del imperio Austrohúngaro y al desastre histórico que se avecinaba con la Segunda Guerra; evidentemente, Szerb creía en la voluntad de algunos monarcas para mejorar la vida del pueblo, puesto aquí en juego a través de la individualidad, y unos pocos leales, y no de la entidad cortesana en sí misma. Pero también esta novela tiene mucho de representación, de aire teatral, en las inevitables parábolas que van surgiendo a través de un misterioso derrotero de los personajes y de la concepción de un mundo que serviría para catalizar catástrofes irremediables.
El pintor Sandoval, el rey Oliver VII, el jefe de la banda de estafadores internacionales St. Germain, aun con sus intereses primarios bajo sus narices, se proyectan en el elogio de relaciones honorables más allá de los sucesivos engaños y complicidades que se suceden, un poco en la búsqueda de aplacar –detener, suspender– la voracidad de quienes se aprovechan de una inocencia sin prejuicios ni falta de fe en los hombres. Aunque las locaciones sean unas pocas y las acciones se desarrollen en interiores, subyace en El paraíso opuesto un encantador rumor de épica, una entretenida inmersión en ambientes agitados donde los enfrentamientos y las transgresiones desmitifican la cadena infinita de lo real para definir un espacio propio. El de El paraíso opuesto es un mundo donde las contiendas tienen lugar en los diálogos, en los retrocesos, en los abandonos, en los intercambios de roles de los que Szerb se vale con ocurrencia provechosa en su diagrama del complot para derrocar a Oliver VII y para luego situar al monarca en un exilio donde, como él mismo lo reconoce “…Estaba acumulando experiencia. Me Mezclé con toda clase de gente, me involucré en situaciones turbulentas, conocí la vida”, intermediando la existencia ordinaria a partir de su cualidad providencial, proveedora de una experiencia más verdadera.
Y no menos fortaleza tiene Szerb en el eficaz uso de la niebla ambigua de la fantasía para describir los infortunios –una serpiente marina que amenaza a Alturia, el país imaginario a punto de quebrar económicamente–, las fuerzas negativas y la turbia exigencia de poderes empresariales-imperiales. Una fluidez narrativa conmovedora por su dominio de la porosidad propia de la comedia de equívocos –que debe admitirse como recurso genuino de la literatura más allá de las máximas expresiones logradas en el cine– hacen de El paraíso opuesto una novela casi catártica en el énfasis puesto para vagabundear por esa región neutra de lo imaginario –el alcohol produce lujuria o nostalgia y lleva a moverse en el umbral de una escandalosa lucidez, los embaucadores no son hoscos ni reservados y se desconciertan ante sus propias intrigas–, desligada de lo que impone la lógica de lo posible y apelando al puro artificio de un estilo formidable.

Una obra con seudónimos

Antal Szerb nació en 1901 en el seno de una familia judía luego convertida al catolicismo. Ya desde joven, Szerb dominaba varios idiomas y fue autor de una Historia de la Literatura Universal y de otra de Literatura Húngara. Se convirtió en un incansable viajero, sobre todo por Europa, pero la mayor parte de su obra la escribió en Budapest, donde vivió bajo un régimen antisemita. Influido por Spengler y Freud, ganó en dos ocasiones el premio Baumgarten. Szerb estuvo mucho tiempo clandestino y firmaba sus novelas con seudónimo y cuando los ámbitos estaban caldeados hasta lo indecible, declinó exiliarse y permaneció en Hungría hasta que fue deportado al campo de concentración Balf. Allí sufriría una muerte horrible al ser apaleado por una enfurecida horda de guardias cuando sólo contaba con 44 años.

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