Espectáculos

Cuando el tiempo no acompaña II

El cielo gris, los truenos y el agua que cae furiosa sobre el cemento y la tierra por ratos furiosa y por otros como una suave caricia. "Las tortugas también vuelan", "Los Chicos del coro", "Con solo Mirarte" ,El Mismo amor, misma lluvia". Por: María Coda

Nuevamente el clima no acompaña para realizar programas al aire libre sumado a que venimos de la navidad lo que hace muy posible que  más de una billetera este vacía. Por eso siempre es una excelente opción ver buen cine en casa.
Cine recomendado. Por: María Coda

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Las tortugas también vuelan (Lakposhtha hâm parvaz mikonand)
Dirección y guión: Bahman Ghobadi.

Las tortugas también vuelan, rinde homenaje a los niños de la guerra. Película tierna y dura a la vez, soberbia realización llena de vida y de furor contenido que se recibe como una afrenta. Una afrenta servida por una mano de hierro camuflada en un guante de terciopelo: bajo ciertas apariencias que nos llevan, a veces, a enternecernos, se esconden las emociones más sombrías.
Estamos en Irak, no en Bagdad ni en Basra, sino en la frontera del país, en una especie de “no man’s land”, campo sin nombre, hermoso pero devastado. Desde los primeros planos, se nos presenta la tierra dándole toda su importancia. Magnificada por una soberbia iluminación, este sitio anónimo y sin historia nos aterroriza. Vagabundeando de pueblos a campos de refugiados, la población es el rehén de esta enésima guerra a punto de ser declarada. Esta vez, los americanos prometen acabar con el gran Saddam, son la esperanza del final del terror, del fin de toda esta miseria bajo el estallido de las bombas. Antes de este futuro esperanzado, hay todavía otra guerra.

Tiene 15 años aproximadamente. Implacable y carismático, hermano mayor protector de esta especie de familia. Lo llaman Satélite porque en este pueblo del Kurdistán iraquí es el único que sabe instalar una antena para capturar la televisión, algo capital en el momento en que empieza la película: estamos en vísperas del ataque americano a Irak. Satélite es también el líder de los niños. Y hay muchos niños, huérfanos o separados de sus padres, refugiados en un campo de tiendas en medio del pueblo. A cambio de algunos dinares, los pequeños peinan los campos de minas que entregan, después, a las fuerzas de la ONU. Dicen que los mutilados son los mejores para recoger las minas, ya que tienen poco que perder… Corriendo de un lado a otro, se nos presentan como las últimas murallas, los pocos signos de vida que merece la pena saborear aquí.
Allí llega un extraño trío compuesto por un chico manco dotado del don de la premonición, su hermana, una chiquilla de hermoso rostro con una mirada trágica y desesperada, y un niño de dos años aproximadamente, ciego. Huérfanos, de vuelta de todas las calamidades humanas, avanzan sin más esperanza que la de pasar desapercibidos y evitar las bombas.

Son los “daños colaterales”.
¿Realidad o pesadilla? Realidad, sin duda. Pero cuando la realidad alcanza tal desajuste, creemos estar en una pesadilla. La diferencia es que nos despertamos de las pesadillas habituales, mientras que aquí las criaturas siguen inmersas en ese mundo, como si, para ellos, nunca hubiera habido, y nunca pueda haber nada más que la guerra, los campos de minas, la mutilación y la muerte. Como si lo espantoso se hubiera convertido en una normalidad que hubiera que organizar sin esperar nada de los amos de este mundo, ya que ellos son los encargados de dirigir estas escenas infernales.

Con imágenes conmovedoras, como la de esos cientos de hombres inmóviles, con los brazos levantados, apretados unos contra otros, cubriendo la ladera de una colina, mientras que, sobre ellos vuelan helicópteros americanos lanzando octavillas donde les aseguran que “los aman”.
Las tortugas también vuelan es una admirable “película-grito”, que da la palabra a las víctimas: esos niños abandonados, miserables, heridos profundamente tanto en el cuerpo como en el corazón, que en sus pocos años han vivido muchas más tragedias de las que, desde aquí, podamos esperar en toda una vida, que se han convertido precozmente en adultos debido a la perturbada humanidad que los habita.

Dando muestras de una enorme sensibilidad en su dirección de actores, Ghobadi enmarca a sus jóvenes protegidos (no profesionales) como lo haría un padre amoroso. Nos pinta con minucia los dramas cotidianos, que desembala sin avisar, pasando de una tensión casi onírica al estruendo de las explosiones. Más expresivos que cualquier acorde de violines, las caras de esos críos envejecidos prematuramente, estallan en medio de la pantalla. ¡Qué pena que no haya un Oscar para los mejores actores extranjeros, y menos aun, para los niños: éstos se lo merecen!
¿Y si las tortugas realmente volaran?
Los niños no tendrían que sufrir las crueldades de los adultos ni llegarían a odiar a sus propios hijos.
No tendrían que entretenerse en quitar las minas de los campos.
Los niños siempre seguirían siendo niños y no tendrían preocupaciones de adultos.
Tras este título enigmático se esconde una película áspera, que nos habla de la guerra desde el lado de los que la ven demasiado cerca, los que están a medio camino entre los espectadores y los actores: las víctimas.
Sin mostrarnos los horrores directamente, Bahman Ghobadi, nos narra las secuelas que, para estos olvidados, definen su nuevo espacio vital y su nueva memoria plagada de espacios de dolor. Nos muestra lo que estas personas quieren ver de la guerra, lo que se espera de ella, lo que se teme y lo que ocurre. El relato propone una sucesión de cuadros perfectamente compuesto sobre la presencia del combate y sus repercusiones. Entre todas, a destacar el momento terrible del niño ciego, plantado en medio del campo de minas.
En vez de transportarnos al melodrama salvador, este realizador corona su obra de un halo fantástico y extraño, nos narra una fábula, vaga ensoñación sobre la realidad del mundo. Consigue devolver su cuota de humanidad a estos niños que son sólo cuerpos en cualquier telediario.

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Los Chicos del coro (Les choristes):

Director: Christophe Barratier

Un gran músico fracasado
Puedo afirmar que las personas que vean esta bellísima película del director francés (Christopher Barratier) la van a disfrutar a pleno a tal punto que cuando termine el filme les aseguro que van a estar embriagados de la visión positiva y esperanzada de la vida… que sutilmente la película va contando sin la necesidad de caer en ningún tipo de cliché cursi para lograr esta sensación pura.
¿Por qué llega tanto esta historia?
Porque  “Los Chicos de coro” está realizada desde la verdad y sinceridad de un corazón –el del director– que contempla de esta manera la vida, y eso siempre se transmite al público.

La historia está ambientada en el año 1949, su personaje principal es el Señor Clément Mathieu (Gérard Jugnot) un pobre profesor de música fracasado, es contratado como vigilante (celador) en un internado de reeducación para menores.  Este es un lugar frio, manejo por estrictas y represivas reglas educativas, al mando de un Director insensible que se esfuerza por aplicar sin éxito el principio de “acción/reacción” para castigar a estos niños, provocando con esta actitud el enojo y desacuerdo del nuevo vigilante que no comparte estos métodos y que está convencido que estos niños solo tienen un problema “la falta de afecto” llevando al Sr. Clément a la creación de un coro para acercarse a ellos y ayudarles a encauzar sus fuerzas y rebeldías en una  actividad que terminará transformando las vidas ellos para siempre.
La tarea de formar este coro que se propone el bueno de Mathieu y humanizar así a través de la música nos lleva a “Sonrisas y lágrimas”.

El director de filme prefiere quedarse con el alma y la mirada de los niños, meterse en su cabeza y en su corazón, logrando extraer momentos de gran emoción que conmueven a quien mire esta película.

“Los chicos del coro” ofrece una visión humanista. El director francés no engaña a nadie y realiza una película honesta llena de encanto y emociones. Donde las voces de los niños que cantan son
realmente “increíbles y fuera de serie”


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Con Solo mirarte (Things you can tell just by looking at her)
Director: Rodrigo García.
“Con sólo mirarte” es una película compuesta por cinco episodios que relatan historias de mujeres cuyo denominador común son: la soledad, las miradas, los desencuentros, y por qué no, la esperanza.

Un hombre sólo ve de una mujer lo que ella quiere enseñarle”. En Con Sólo Mirarte, el director colombiano Rodrigo García, reúne por primera vez un estelar reparto de actrices, con guión que logra revelar magistralmente los amores y desamores, anhelos y desesperanzas de la mujer contemporánea, actuales y de este siglo.
La película gira en torno a las historias de siete mujeres, siete perspectivas de la soledad, el éxito profesional y las relaciones de pareja, que juntas logran configurar la complejidad emocional femenina.

Con Sólo Mirarte logró atraer la atención del Festival de Cine de Cannes, al obtener uno de sus premios. El reparto cuenta con la estelar participación de Holly Hunter, ganadora de un Óscar por El Piano, Glenn Close, Amy Brenneman, Cameron Diaz, Valeria Golino y las actrices ganadoras del Globo de Oro, Calista Flockhart y Kathy Baker.
Resumiendo un poco la trama de las historias: Elaine (Glenn Close), ginecóloga angustiada por la soledad, consulta paradójicamente a una vidente especializada en el tarot (Calista Flockhart), para descubrir si encontrará al hombre de sus sueños. Por otra parte, Rebecca (Holly Hunter), gerente de una entidad bancaria, debe tomar una dolorosa decisión: afrontar o no un embarazo no deseado, fruto de una relación pasajera. Christine (Calista Flockhart), la vidente consultada por Elaine, cuida de su amiga y amante Lilly (Valeria Golino), quien está a punto de fallecer afectada por una enfermedad terminal. Kathy (Amy Brenneman), detective encargada de la investigación del aparente suicidio de una antigua compañera de escuela, encontrará al hombre de sus sueños tras una vida abnegada cuidando de su hermana ciega, Carol (Cameron Diaz). Finalmente, Rose (Kathy Baker) madre soltera dedicada a escribir cuentos infantiles, educa a su hijo adolescente, al tiempo que se interesa por su afable vecino Albert (Danny Woodburn).
“Con Solo Mirarte” .



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El Mismo amor, misma lluvia:
Dirección: Juan José Campanella.

Después de veinte años, sólo la lluvia es la misma.
Campanella nos vuelve a demostrar su inestimable capacidad para retratar la vida, con ironía y afecto en la misma proporción; de convertir cualquier historia en una compleja y rica fábula sobre las debilidades humanas, el paso del tiempo y el peso de su entorno. Se hace de nuevo evidente su sensibilidad a la hora de conocer los límites y mecanismos de la comedia y el drama, de combinarlos y mantenerlos en un sano equilibrio. Su cine de personajes –con sus significativas situaciones y sus brillantes diálogos– parte de la sencillez y la humildad para articular un trabajo sin pretensiones, muy bien apuntalado, que llega al –y surge del– corazón.
“El Mismo Amor la Misma Lluvia” Es una historia aparentemente modesta, simple y cotidiana pero que alcanza grandes dimensiones por su elaborada disposición, atenta al detalle, y por la estupenda recreación de los diferentes personajes por parte de un elenco, no sólo fabuloso en su conjunto, sino homogéneo en sus aptitudes. Cuán diferente hubiera sido esta película en manos de otro director… Y es que Campanella tiene el envidiable don de convertir en fácil lo difícil, ahí es nada.

Es una película simpática, fresca y entrañable, que te hace reír, reflexionar y logra emocionarnos al mismo tiempo.

“El mismo amor, la misma lluvia” sigue la evolución de Jorge Pellegrini, un prometedor escritor que se ve obligado a vivir de los cuentos románticos que publica en una revista de actualidad, renunciando a menudo a su libertad creativa y a su integridad profesional y personal. Su recorrido vital es también un recorrido por la Argentina de las dos últimas décadas, llena de cambios históricos y sociales. Al principio de la película, Jorge conoce a Laura, una camarera soñadora, idealista, convencida del talento del joven. Tras vivir juntos un tiempo, su relación se deteriora y acaban separándose, pero irán reencontrándose en diferentes ocasiones a lo largo de esos casi veinte años. Pero esta historia de amor no es más que una pequeña parte de lo que abarca el film en sus dos horas de duración, porque hay mucha madera, y de gran calidad, esperando para arder. Los sentimientos, ilusiones, frustraciones, penas y alegrías de un grupo de personajes, muchas veces esclavos de la situación que vive su país. Vemos cómo todos cambian, cómo su dignidad se achica con los años. Amistad, compañerismo, traición y corrupción se tratan aquí, pero el arte y sus circunstancias es también otro de los vapuleados –el autor experimental, el escritor reconvertido en crítico…–.

Una película maravillosa; divertida, incisiva, tierna y, sobre todo, con una gran alma.


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