Coronavirus

Opinión

Un año de pandemia: una mirada desde el trabajo social sobre una realidad que sigue quedando oculta

Se suele decir que las crisis represental mismo tiempo grandes oportunidades. Si es así, ¿qué ha dejado como enseñanza el enfrentamiento que lleva más de una año a la pandemia? La autora reflexiona desde su posición en la primera línea contra el covid-19 sobre la vulnerabilidad que expuso el virus


Confinamiento covid-19, óleo sobre lienzo. Miguel Ángel Jiménez Galán (artenet.es).

Rosina Pierantoni (*)

 

En el presente texto intento plasmar algunas observaciones empíricas realizadas en el ámbito institucional de la salud privada de la ciudad de Rosario (Sanatorio Parque), a un año de haberse decretado en nuestro país el Aislamiento social, preventivo y obligatorio como estrategia sanitaria para enfrentar la pandemia generada por el virus Sars-COV-2. Me desempeño como trabajadora social en dicha institución, donde soy responsable de la gestión de los recursos y prestaciones requeridas para externalizar a los pacientes, lo que implica, aparte de un rol operativo, el acompañamiento de los grupos familiares de personas que transitan enfermedad.

El objetivo principal de mi escrito es describir cómo este evento es auto-percibido por los pacientes y su red socio-familiar, y reflexionar sobre las posibles estrategias para intervenir eficazmente en aquellos elementos que se manifiestan como los causantes de mayor sufrimiento.

El covid-19 es ahora un importante problema de la salud mundial. Su dimensión y complejidad constituyen no sólo un reto para el sistema de Salud, sino que también se presenta como un problema que pone en jaque las formas y dinámicas de la organización social.

Se presenta como una amenaza a la supervivencia misma, alterando la planificación de la vida cotidiana sin previa anticipación, impactando en la actividad profesional, en la vida económica, social y simbólica de los sujetos.

Entendiendo que la seguridad es una condición primaria, absolutamente necesaria para que los individuos puedan “hacer sociedad”, lo opuesto (el sentimiento de des-protección y la vulnerabilidad que esta pandemia genera) altera esta dimensión consustancial que permite a los individuos construir el lazo social comunitario. Hay un principio general de incertidumbre que gobierna el porvenir colectivo.

En este contexto surgen algunos significantes, enclaves para pensar y reflexionar cuestiones que se visibilizaron en este tiempo. En su definición enciclopédica, el significante es, necesariamente, una entidad que se percibe a través de los sentidos. Siguiendo este concepto, me parece útil pensar estas situaciones, relatos o experiencias de los pacientes, en términos de “vulnerabilidades” que atraviesan los múltiples discursos de las personas en situación de enfermedad y sus familiares. Múltiples vulnerabilidades atraviesan la realidad simbólica y la vida cotidiana de los pacientes internados con diagnóstico positivo de covid-19 o con sospecha, pero también al resto de los pacientes con otras patologías y por ende a la comunidad.

En este contexto es que me parece oportuno comenzar a pensar en términos de “vulnerabilidades”, pero no como un término estático sino dinámico: un individuo puede localizarse en varias zonas de vulnerabilidad. Esto puede ocurrir en forma sucesiva o simultánea.

He tenido la oportunidad de entrevistar a varios pacientes con diagnósticos positivos de covid-19, también a sus familiares y amigos. Los relatos están atravesados por la inseguridad y la ansiedad que generan en los pacientes y en su grupo de proximidad, el poco control sobre los riesgos, reales o imaginarios.

 

  • Aparece en primera instancia: el miedo. Hay un temor por la fragilidad que genera la sensación de pérdida de la salud: se observa mucha incertidumbre y ansiedad vinculada a la evolución clínica de los pacientes. Tampoco ayuda el cuadro de situación inédita global, donde el conocimiento científico se fue ampliando al mismo tiempo que se tomaban decisiones para el cuidado de grandes grupos de personas. Esto constituye un desafío permanente para la política sanitaria y la gobernanza de un país.
  • La profundización del conocimiento acerca del virus y del daño que produce hizo que las recomendaciones vayan cambiando, ajustándose a la nueva evidencia generada. La sensación de incertidumbre frente a esta evolución también fue aumentando. Esto dio lugar a una dicotomía evidencia-opinión; y en el terreno de la opinión, algunos mensajes de ciertos referentes tuvieron un interés más especulativo que racional.También ha generado mucha fragilidad en los pacientes internados la sensación de que no hay una vía terapéutica unívoca, sino que cada caso es manejado en su singularidad. Me he encontrado, por ejemplo, situaciones donde los pacientes que comparten habitación suelen conversar sobre la medicación indicada a cada uno, generando con esta información nuevas incertidumbres a las preexistentes.
  • En este contexto se identifican también serias dificultades para relocalizar a los pacientes luego del diagnóstico positivo. Muchos de ellos conviven con familiares que son grupos de riesgo, o no cuentan con unidades habitacionales que les permitan aislarse dentro del hogar. Esto constituye un desafío para el personal operativo de Salud, a cargo de organizar derivaciones o retornos de pacientes a su domicilio. Aparecen circunstancias impensadas hasta el momento, como pacientes con alta a los que no se les permite salir de la provincia o ingresar a su ciudad de residencia. O situaciones en las cuales el contexto ambiental no permite el aislamiento del paciente dentro de su vivienda. Es decir, nuevos y desconocidos desafíos nos obligan a ser más creativos y a trabajar más que nunca en red con la comunidad y sus instituciones.
  • Aparece en muchas situaciones la angustia: los pacientes lloran, y lloran mucho. Suelen apagar sus teléfonos porque no quieren que sus familiares y amigos pregunten por su estado de salud; en algunos casos sienten vergüenza, o temor de contar su diagnóstico. A muchos les cuesta hablar, incluso con el personal de Salud; otros agradecen ser asistidos y atendidos porque registran en algunos casos el sentimiento de exclusión (o expulsión) que la sociedad genera contra el paciente infectado. En este contexto la mirada del terapeuta, del médico, el kinesiólogo, o la enfermera es muy valorada por los enfermos.
  • En todos los casos hay una sensación de “inseguridad total”, que envuelve a los pacientes, al personal de Salud, y al resto de la comunidad. Los externados son percibidos y se auto-perciben como una amenaza para quienes tendrán el rol de familiares cuidadores. A esto se suman las dificultades existentes para brindar asistencia (cuidados médicos y terapéuticos domiciliarios) de aquellos que se van de alta sin autonomía, debido a que cuesta más de lo habitual la organización de la red de contención por tratarse de pacientes infectados.

Me cuesta personalmente creer que las crisis sean la antesala de grandes oportunidades para la humanidad. La historia ha demostrado que después de grandes guerras y epidemias no ha aflorado “el hombre nuevo”, ni un futuro mejor y más solidario. Sólo nos dejaron graves crisis humanitarias, que han sido superadas con mucha planificación, pero también con mucho sufrimiento.

Aún así, me parece oportuno citar, a modo de cierre y reflexión, un párrafo del autor Pedro Pérez Herrero: “Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todos los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos”. (Auge y caída de la Autarquía, Madrid, 2007).

Por último, aclarar que las percepciones identificadas en este texto buscan aportar información sobre las experiencias y emociones que atraviesan a las personas que transitan la enfermedad en el ámbito institucional de la Salud. Los ejemplos y las situaciones mencionadas buscan ser útiles tanto para el personal de Salud que tenga algún tipo de intervención de campo como para el resto de la comunidad: quienes con su conducta y acatamiento de las diferentes medidas y restricciones implementadas, tendrán un rol decisivo en el control de la pandemia.

 

(*) Colegio de Profesionales de Trabajo Social de Santa Fe 2ª Circunscripción

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