Espectáculos

Memoria de tiempos envilecidos

“Golpes. Relatos y memorias de la dictadura” reúne una serie de textos inéditos escritos a pedido por 24 narradores cuando se cumplían 40 años del golpe cívico-militar del 76. Miguel Dalmaroni, uno de los artífices y coeditores dio detalles de su factura.


LITERATURA
Golpes. Relatos y memorias de la dictadura
Edición y prólogo: Victoria Torres y Miguel Dalmaroni
Seix Barral / 2016. 220 páginas

“…Las noticias más escabrosas de los llamados años de plomo pasan, en estos relatos, de las calles o los diarios a la intimidad de las pesadillas familiares y al trato entre padres e hijos: las videncias, los espíritus y los fantasmas a la vez más grotescos y aterradores se sientan a la mesa con nosotros… aquí se alternan y superponen –así– el presente de la evocación con el pasado evocado, la infancia con su pérdida presente en las subjetividades que se empecinan en recuperarla, el tiempo atroz de lo perdido con el tiempo recobrado del sobreviviente (que nunca es más que resto, vestigio, esquirla preciosa y reliquia rescatada de entre las ruinas del cataclismo)…”, se lee en un párrafo del prólogo de Golpes. Relatos y memorias de la dictadura, el libro que reúne 24 textos inéditos escritos a 40 años del golpe militar de 1976, el pasado 24 de marzo. El prólogo y la edición estuvieron a cargo de la docente, ensayista y editora Victoria Torres y el también docente, crítico literario e investigador del Conicet Miguel Dalmaroni, y reúne textos de Juan José Becerra, Sergio Chejfec, Carlos Gamerro, Federico Jeanmaire, Martín Kohan, Sergio Olguín, entre algunos de los más conocidos, hasta otros de Inés Garland, Alejandra Laurencich, Julián López, Alejandra Zina, y hasta de la rosarina Patricia Suárez, entre los de menos circulación, todos textos que reflejan el clima, paisajes y no menos el olor del aire envilecido de una época donde el terror corporizado en las fuerzas de tareas libradas a su arbitrio se sustentaba en una estructura político-social que atravesaba la vida cotidiana. Estos relatos apelan a la memoria, a su poder de volver ficción ciertos hechos para mirar hacia dentro de esos días aciagos y toparse con el horror, el dolor o la ilusión reaccionando a las palabras como un rumor concentrado que dispone detalladamente sentimientos y atmósfera.
El coeditor Miguel Dalmaroni refirió las motivaciones del proyecto y sus particularidades, lo que pidieron a los escritores convocados y lo que encontraron luego en los textos.
—¿Cómo surgió la idea de este libro con relatos que aluden de modos distintos a la fatalidad del golpe del 76?
—A partir de un encuentro que tuve con mi amiga Victoria Torres, que fue alumna mía y después se fue a vivir a Alemania y trabaja en la feria (de libros) de Fráncfort promocionando escritores argentinos que están entre los 35 y 40 años; estábamos a 40 años del Golpe y retomamos algo que teníamos ganas de hacer juntos: un libro de literatura con textos inéditos en relación con el Golpe; armamos una lista de escritores que nos interesaban y quedó demasiado larga, entonces empezamos a buscar un criterio…
—¿Con qué tuvo que ver exactamente la selección, teniendo en cuenta que hubo muchos escritores que ya trabajaron esa temática?
—En principio pensamos en escritores de las generaciones que iban desde los que habían terminado o estaban terminando la secundaria en el momento del Golpe, hasta los que estaban en la escuela primaria antes de Malvinas y por lo tanto podían tener recuerdos, memoria de infancia, de familia, de barrio, de escuela, de cotidianidad, y nos parecía que, de algún modo, no de manera esquemática, eran las generaciones que no coincidían específicamente con quienes fueron militantes, y no llegaban todavía a la generación de Hijos, porque ahí teníamos una lista donde podían aparecer desde Félix Bruzzone (hijo de desaparecidos) u otros que podían haber entrado, pero eso quedó como una idea para otro libro, al que algún día le daremos forma; tuvimos poco tiempo por cuestiones editoriales, teníamos que preguntarle a los autores, proponerle el tema, para principios de noviembre (de 2015) teníamos que tener listos los textos para armar el libro.
—¿Qué tipo de textos les pidieron a los escritores?
—Como necesitábamos armar un libro de no menos de 200 páginas y estábamos con poco tiempo les pusimos una restricción en cuanto a la extensión, les dijimos que podía ser una cosa muy breve, de 3 mil caracteres y que podían estirarse hasta 20 mil poco más o menos; apostamos a quienes estábamos proponiendo y elegimos a escritores que estaban en un piso de calidad para arriba.
—La selección está muy bien, aun aquellos que son menos conocidos escribieron textos de mucha valía…
—Sí, hay tipos como (Sergio) Chejfec, (Carlos) Gamerro o Martín Kohan, hasta gente como Paula Tomasoni, que era la menos conocida de todos, que publicó su primera novela el año pasado; el criterio fue que hubiera escritores con firma y reconocimiento que fueran atractivos para un buen número de lectores y al mismo tiempo tuvimos en cuenta las poéticas, lo que nos interesaba como calidad literaria.
—Incluso algunos textos de escritores menos conocidos tienen mayor intensidad que los de algunos de aquellos más renombrados…
—Sí, hay textos que parecen más decantados, trabajados, pero el libro tiene cierta hospitalidad, en el sentido de que lo que le pedimos a los escritores, en ese margen de extensión, era que escribieran lo que tuviesen ganas, lo que les saliese, fuera una evocación poética, un texto biográfico, un apunte, una memoria, recuerdos, anécdotas y, algo que sugerimos sin que fuera charlado específicamente, fue que buscasen en el terreno de lo cotidiano, lo íntimo, lo microscópico, lo familiar, lo que tuviera menos acontecimiento o épica en relación a las vivencias de la dictadura.
—La idea era que trabajasen los pliegues…
—Exactamente, me acuerdo que cuando lo llamé a (Juan José) Becerra por ejemplo, me dijo que a él le había dado un beso a (Jorge Rafael) Videla, así que a lo mejor escribía sobre eso, y yo le pregunté asombrado si nunca lo había escrito y me dijo que no, y después pensé que algo pasaba ahí, que era raro que un tipo tan ingenioso, tan prolífico no hubiese tomado nunca ese hecho; después, en una de las presentaciones en La Plata donde él estuvo, ante algunas preguntas de la gente dijo que para él algo real era la dictadura, así que ahí evidentemente habíamos interpelado algo que de algún modo todavía no había sido movilizado, y vaya a saber si en otros autores algo de lo que escribieron no tenía que ver con ese tipo de interpelaciones, por ejemplo Fernanda García Lao con el exilio, Inés Garland con lo de la Unidad Básica inmediatamente antes de la dictadura, hubo relatos que ni imaginábamos; y a la inversa Gabriela Cabezón Cámara escribió un relato que puede ubicarse groso modo a partir de los noventa, la cuestión de los countries, la mano de obra desocupada trabajando como seguridad y el tópico de hacer justicia por mano propia y, aunque no esperábamos un texto de ese tenor, el libro se fue armando así y fue quedando una muestra parcial de la memoria y la imaginación de ese momento; sueltos, dos o tres relatos no tendrían el mismo efecto.
—Claro, acá funcionan en bloque, en conjunto, uno se puede meter de otro modo; esas zonas inexploradas, ¿surgieron entonces después por sí mismas?
—En realidad la idea fue que escribiesen lo que quisieran de una manera no excluyente y explorando esos territorios, a lo mejor esa sugerencia activó réplicas a otros textos; otra cosa que nos pasó fue que nosotros armamos el libro pensando en el cuadragésimo aniversario del Golpe sin estar atentos de modo directo a la coyuntura política del presente, que cambió drásticamente, así que el libro pudo interpelarse luego por parte de activistas culturales, comunicacionales, por diarios, radios, hubo una intensidad de interés que no era diametralmente opuesta a la que hubiéramos previsto pero estuvo muy condicionada por el cambio de gobierno.
—Tiene otro valor en este momento, donde los discursos van en un sentido totalmente opuesto, cuando se quiere volver a implementar teorías que justifiquen el Golpe y la represión…
—Se le atribuye al libro una intencionalidad, evidentemente, que no fue deliberada en el momento en que lo hicimos y de la mayor parte de los autores tampoco; por ejemplo el texto de Mario Ortiz, que es el único dispuesto poéticamente, está escrito después de la primera vuelta de octubre, cuando la intendencia de su ciudad la gana Cambiemos en Bahía Blanca y en la provincia de Buenos Aires ganan la gobernación: ese es un texto escrito bajo el impacto de los resultados electorales, y hace poco escuchamos un discurso abominable de ese intendente.
—Calcado de los discursos de los militares golpistas…
—Marcelo Díaz, un poeta de Bahía Blanca, hizo un chiste en Facebook, señalando el discurso anacrónico, porque ¿quién sería ese enemigo al que se refiere ese intendente, la Unión Soviética?
—¿Hubo escritores que rechazaron la convocatoria?
—Por lo menos por cortesía nadie lo hizo; algunos como Selva Almada tenía complicaciones de agenda, compromisos, dijo que no llegaba; Roberta Iannamico, que nos interesaba, estaba de candidata a concejal en Villa Ventana, donde vive; otros nos dijeron que no se les ocurría nada, que iban a pensar a ver si les salía algo pero luego no estuvieron, los que escribieron lo hicieron en general con mucho entusiasmo.
—¿El libro fue presentado en Buenos Aires?
—No, pasó que intentamos presentarlo pero hubo dos cuestiones, una que Planeta nos dijo que se iba a complicar estar en la reciente feria porque se programa con muchísima anticipación, entonces planificamos una presentación en el Centro de la Memoria Haroldo Conti pero lo tuvimos que levantar por los paros de ATE, la gente del Conti estaba entusiasmada en presentar el libro por razones obvias pero fue imposible.

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