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50 años de Médicos sin Frontera y no hay nada que celebrar en medio de crisis cada vez más complejas

La existencia y permanencia por medio siglo de MSF recuerda diariamente el fracaso del sistema mundial para resolver los problemas más urgentes de las personas más vulnerables del mundo y demuestra que la gente que vive en contextos de crisis humanitarias sigue necesitando ayuda de la organización


Médicos Sin Fronteras (MSF) cumple medio siglo de existencia, cincuenta años de humanidad. Nació el 22 de diciembre de 1971 de la mano de un grupo de médicos y de periodistas frustrados porque el mandato de la organización en la que trabajaban les impedía prestar testimonio sobre el genocidio de la etnia igbo en Biafra (Nigeria,1968). En plena Guerra Fría, defendieron una acción médica independiente de intereses geopolíticos, que acudiese donde las poblaciones víctimas de situaciones de emergencia lo requirieran para prestar asistencia médica urgente y testimonio.

Hoy, las razones que llevaron al surgimiento de MSF siguen vigentes: una comunidad internacional incapaz de dar respuesta a las crisis humanitarias que más sufrimiento provocan y una ayuda humanitaria que es más necesaria que nunca en lugares como Siria, Yemen, Afganistán y Etiopía, entre otros muchos contextos.

“Que MSF cumpla 50 años no significa que tengamos algo que festejar. Nuestra existencia y permanencia por medio siglo nos recuerda diariamente el fracaso del sistema mundial para resolver los problemas más urgentes de las personas más vulnerables del mundo y nos demuestra que las personas que viven en contextos de crisis humanitarias siguen necesitando de nuestra ayuda”, señala Josefina Martorell, directora de Médicos Sin Fronteras para América del Sur de habla hispana. “

En estos últimos 50 años vimos cómo las necesidades de nuestras intervenciones fueron creciendo y las crisis humanitarias llegaron a lugares que, hasta hace un tiempo, eran impensados”, agrega.

En cinco décadas los retos para las organizaciones humanitarias se han multiplicado

Los fundadores de la organización tampoco imaginaron que, medio siglo después de su creación, esta tendría que responder a crisis enquistadas en el seno de la vieja Europa, como los campos de refugiados de las islas griegas o el rescate de refugiados, migrantes y solicitantes de asilo en el Mediterráneo central, donde los buques de MSF han tenido que asistir a más de 82 mil personas desde 2015.

En estas cinco décadas, los conflictos han cambiado, los contextos han evolucionado y los retos para las organizaciones humanitarias se han multiplicado. En este momento, hay 82,4 millones de personas desplazadas o refugiadas a nivel global, siendo 2020 el noveno año de crecimiento ininterrumpido de desplazamientos forzosos en el mundo según ACNUR.

La dualidad entre la atención médica y el testimonio es un valor diferencial que tiene MSF

La pandemia también tuvo indudablemente un efecto sobre el trabajo de MSF. “A pesar de todo, decidimos adaptarnos y trabajar de maneras innovadoras y creativas para seguir llegando a aquellas personas que más lo necesitan y a aquellos lugares donde nadie más puede llegar.

Esto fue posible merced a nuestra independencia financiera, lo que nos permite atender a nuestros pacientes, pero también denunciar lo que presenciamos en cada terreno. Esta dualidad entre la atención médica y el testimonio es un valor diferencial que tiene MSF y que también posibilita que hoy estemos cumpliendo 50 años de historia con muchísimos logros y también con algunos desafíos.

Medio siglo de testimonios en conflictos cada vez más violentos

En 1999, MSF recibió el Premio Nobel de la Paz. El entonces presidente internacional de la organización, James Orbinski, resumió la esencia del testimonio en MSF durante el discurso de aceptación del galardón: “No estamos seguros de que la palabra siempre salve vidas, pero sí sabemos con certeza que el silencio mata. La acción humanitaria consiste en ayudar a las personas en situaciones de crisis.

Nuestro trabajo diario es una lucha. Una lucha profundamente médica, profundamente personal. Buscamos construir espacios de normalidad en medio de lo que es profundamente anormal”. El Nobel fue un reconocimiento al compromiso que MSF siempre ha tenido con las víctimas de las peores crisis humanitarias.

“No podemos desaparecer, muchas veces nos frustramos por las realidades que vemos en nuestros proyectos, pero hemos salido adelante, somos una organización cabeza dura y creemos que rendirnos no es una opción. Sabemos que no podemos cambiar el mundo, pero también sabemos que en muchos lugares somos imprescindibles para salvar vidas y eso es lo que nos impulsa a todos los que trabajamos en MSF”, concluye Martorell.

 

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