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No hay más ministros con superpoderes

Tras el anuncio de la mudanza de Transporte, De Vido trata de mantener a su entorno tranquilo, algo que encuentra cada día más dificil.  

“Mañana anuncia que crea el Ministerio de Obras Públicas”. El humor negro, catastrófico, fue el recurso antipánico que ensayó el “devidismo”. De arder la tarde-noche del miércoles, tras el anuncio de la mudanza de Transporte, el elenco de Julio de Vido se entregó a la desazón.

Salpicado ese micromundo de un rumor sólido sobre la renuncia del ministro de Planificación que, según el relato, la presidenta desestimó. La ironía sobre Obras Públicas se nutrió de la audiencia que el miércoles Cristina de Kirchner mantuvo con José López en Olivos.

Infraestructura es el último conglomerado contundente que permanece en el ministerio, aunque desde la época de Néstor Kirchner ese rubro lo centraliza López, desde la protohistoria K enemistado con De Vido. Los otros son Minería y Comunicaciones.

Enclaustrado, De Vido deslizó mensajes de ocasión. “Tranquilos: nosotros tenemos que aguantar y acompañar. Nuestra obligación es estar con Cristina”. Sus laderos tenían menos cautela: diagnosticaban días de sequía y una casi inevitable salida del gobierno.

En el último tiempo, el ministro perfeccionó sus reproches sobre La Cámpora. Siempre en privado porque en público soportó, estoico, que Axel Kicillof destroce la política energética que tuvo a De Vido como ordenador. Fue más lejos: desde su cercanía –y el ministro lo autorizó– se buscó sellar una tregua con Guillermo Moreno, con quien se detestan mutuamente. Tus enemigos son mis enemigos pueden decir: el secretario de Comercio despotrica también contra el neocamporismo.

Le imputa a Kicillof ser el ideólogo de la “revolución cultural” contra el dólar aunque, más allá del economista, ve aparecer la mano de Carlos Zannini. El secretario de Legal y Técnica, dicen sus críticos, es un secreto agitador de las aventuras económicas camporistas.

Pero no todo es calma en esos dominios: Kicillof y Eduardo “Wado” de Pedro se convirtieron en habitués de Olivos y concurren ya sin la mediación de Máximo. El hijo presidencial está molesto por esa autonomía.

El desangramiento de De Vido aporta un dato inédito: el gabinete perdió a su último ministro “con poder”. La parálisis convirtió al gabinete K en un pelotón cauteloso. Kirchner anuló las reuniones de gabinete; nunca menos, Cristina lo anuló.

Opera, además, una dualidad: los segundos resultan figuras con más margen de decisión y acceso a la presidenta que los primeros. Hernán Lorenzino, Julio Alak y Nilda Garré ven cómo Kicillof, Julián Álvarez y Sergio Berni son vices con mando superior al de ellos.

Sólo Alicia Kirchner está exenta: la construcción de su candidatura bonaerense justifica su protagonismo. La cuñada aplicó en su área el modelo Cristina: en la difusión suprimió las secretarías y las convirtió en “políticas de” Desarrollo Social. “Alicismo” explícito.

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