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Crítica de teatro

11° Edición del Festival de Teatro de Rafaela

El encuentro más importante de su tipo en el país atravesó las primeras jornadas con grandes montajes, entre los que se destacan “Muñeca”, de Pompeyo Audivert; “Argentina Hurra!”, de Jorge Villegas, y “La Wagner”, de Pablo Rotemberg.


En 2014, el Festival de Teatro de Rafaela (FTR) cumplió diez años y se consolidó como uno de los encuentros más importantes en su tipo en Latinoamérica. En una nueva edición de este encuentro que lleva adelante la Municipalidad de Rafaela, que comenzó el martes y se extenderá hasta el domingo con la mayoría de sus 70 funciones agotadas, se vuelve a destacar, por encima de todo, la apuesta por una programación diversa pero consciente de ciertos órdenes temáticos. Entre otros temas imperantes a nivel social, aparecen reflejadas en la programación temáticas como la violencia de género, el bullying o el debate político de la mano del actual secretario de Cultura municipal, Marcelo Allasino, quien además es el director-programador de un encuentro que ofrece talleres, entre sus actividades especiales, del mismo modo que las saludables mesas de devoluciones de cada mañana que proponen un fructífero encuentro entre periodistas especializados en teatro, artistas y público.

Bombos, platillos y discurso

La fiesta arrancó el martes por la tarde con cientos de rafaelinos  que acompañaron  desde el Museo Histórico Municipal el desfile de apertura centrado en un impactante  dragón realizado con globos de colores por el artista Víctor Tomate Ávalos, con la colaboración de alumnos de la Escuela Municipal de Artes Escénicas (Emae), y musicalizado por la Fanfarria Da Vinci, de Córdoba, que recorrió el bulevar Santa Fe hasta llegar a las puertas del Teatro Belgrano, donde tuvo lugar el acto inaugural y la presentación de un video institucional que contó con la participación de todos los colaboradores de las diversas áreas que llevan adelante el FTR.

Fue una vez más Marcelo Allasino quien, con un discurso contundente y de profundo compromiso político, dejó en claro lo que el encuentro representa no sólo para él, reconocido hombre de teatro de trayectoria nacional, y su gestión al frente de la cartera de Cultura, sino también para los miles de rafaelinos que se apropiaron y viven con orgullo y estado de pertenencia lo que a todas luces se revela como el encuentro más importante del teatro argentino.

“Para algunos el Festival de Teatro es sólo un número: cantidad de espectadores, de entradas, de dinero, de auspiciantes, de subsedes. Para otros, una experiencia imborrable, una vivencia intransferible. Para estos otros, entre quienes me incluyo, el festival es una celebración única, irrepetible, que año a año nos envuelve con el entusiasmo de quien sigue creyendo que el cambio es posible”, expresó Allasino.

El festival fue dando muestras de su crecimiento y esta undécima edición tiene el desafío “de garantizar la continuidad de este sueño colectivo”, agregó el funcionario, quien además exhortó a su comunidad a no dejar pasar la oportunidad de seguir potenciando Zla ciudad como referente cultural del país. “Nuestras futuras generaciones lo agradecerán, como les decimos gracias a los pioneros de esta tierra que edificaron teatros en medio de la nada. Ayudemos a quienes se resisten al cambio. A los que temen. Construyamos desde el respeto y la tolerancia por la diversidad de unos y otros. Que el amor siga circulando para contagiar y transformar aquellos corazones que fueron ganados por la avaricia, la prepotencia, la intolerancia, el egoísmo o la violencia”, concluyó Allasino.

Programación en lo más alto

De la programación de las primeras jornadas se destacan montajes tales como La Pipetuá 13 años! (la edad del pavo), de la compañía porteña La Pipetuá, con dirección de Teresa Duggan y Osqui Guzmán, un espectáculo de clown, circo y música que se revela como una selección de los mejores momentos de este talentoso colectivo de artistas que tuvo a su cargo la apertura, al tiempo que también aparece como gran destacada Muñeca. Tragedia nacional sobre el amor no correspondido, una versión de Muñeca, de Armando Discépolo, en versión libre del teatrista porteño Pompeyo Audivert con textos de Marosa Di Giorgio, en la que el talentoso actor, director y docente propone un cruce entre el expresionismo, el absurdo y el grotesco, y donde pareciera querer ponerle voz a esa mujer que el gran maestro del grotesco criollo imaginó casi silente, apelando al erotismo y la desmesura de la recordada poeta uruguaya. El resultado, tal como sostiene el propio Audivert, es “un circuito ciego, donde a la imposibilidad de escaparle al paso del tiempo se le agrega fatalmente la inevitabilidad de volver a comenzar todo una y otra vez”.

La jornada inaugural cerró con Doberman, de Azul Lombardía, de la ciudad de Buenos Aires, una comedia dramática que, desde el hiperrealismo, refleja el cruce de dos mujeres partiendo de una charla casual, desde donde empiezan a desnudar un mundo en el que los celos y las infidelidades acontecidas en una comunidad pequeña determinan una tragedia inevitable.

Finalmente, el miércoles, la jornada se vio teñida por candentes problemáticas de suma actualidad como la violencia de género, el bullying y el teatro político, y disparó debates en diferentes planos respecto de cómo el teatro se apropia de esos temas y de lo que puede dar cuenta a través de esas apropiaciones.

Por un lado, la propuesta local Un lazo rojo, con dramaturgia y dirección de Ramiro Rodríguez, plantea las resonancias de un vínculo de pareja roto, en el contexto de una propuesta intervenida por una proyección donde el “afuera” en el que acontece la acción no alcanza para liberar la opresión que sienten los personajes.

Boy Scout, del actor y cantante Dennis Smith, es un espectáculo que transita entre el  musical y el teatro en medio de un bosque de sogas anudadas, para contar una historia acerca del bullying (maltrato adolescente), partiendo de  la dificultad (muchas veces la imposibilidad) de articular tres palabras clave: aceptación, concreción y rechazo, donde Smith disecciona e invita a reflexionar acerca de la problemática entre canciones y relatos, con músicos en vivo, consiguiendo momentos de gran profundidad poética, siempre apelando a su enorme caudal vocal y, en este caso, a un repertorio de canciones en castellano que, en el contexto de la temática planteada, aparece con sus letras resignificadas.

También se vio, como parte de su trilogía sobre el movimiento peronista, Argentina Hurra! (pensé que se trataba de cieguitos), del talentoso teatrista cordobés Jorge Villegas, donde analiza desde una especie de teatro documental con impronta brechtiana la vuelta de Perón en el 73 y los enfrentamientos entre peronismo de derecha y de izquierda, con una serie de variantes que apelan a la acostumbrada y muy saludable inclinación de Villegas por el revisionismo histórico.

Como suele pasar cada vez que se presenta, fue La Wagner, del talentoso bailarín y coreógrafo porteño Pablo Rotemberg, el espectáculo que abrió un debate acerca del cuerpo femenino como gran paradigma. Se trata de un espectáculo de danza en el que cuatro bailarinas-performers bailan (accionan, condicionan el espacio) con música de Wagner, donde Rotemberg, que ya estuvo en Rafaela con el inolvidable La idea fija, retoma su trabajo acerca de los límites a los que se puede someter el cuerpo, la desnudez extrema como decisión estética y política, y esas mujeres que, como valquirias, sacuden (se sacuden, chocan, se arrebatan, se atraviesan) e inevitablemente denuncian los estereotipos asociados con la feminidad, frente a la música de un compositor ferozmente antisemita, hecho que acentúa a la violencia (la tortura, el sometimiento) como contexto posible, vigente y, aparentemente, inexorable.

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