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Cerebro del golpe al banco Río revela detalles del caso

Por: Silvina Tamous.- Mario Vitette, el cerebro del golpe al banco Río de Acasusso revela detalles del sonado caso y describe su Uruguay natal, su fascinación por la murga, sus visitas a Rosario y los códigos de un “marginado social”.  

Aquel 13 de enero de 2006, una multitud en el lugar y miles frente al televisor seguían la silueta del hombre de traje gris que se filtraba entre los vidrios del banco Río de Acasusso, en el coqueto norte del Gran Buenos Aires. El Robo del Siglo no había sido bautizado aún pero se veía desde afuera y en vivo y en directo. Los ladrones, después de liberar a los rehenes y vaciar las cajas de seguridad de la entidad bancaria, huyeron por un túnel. Usaron gomones para navegar la alcantarilla y se llevaron una cantidad nunca clara de millones de dólares para comprar una nueva vida. El nombre de “Marito” surgió después, cuando una despechada mujer, Alicia Di Tullio, contó con lujo de detalles el golpe al banco. Luis Mario Vitette Sellanes, el hombre del traje gris, el cerebro del robo, estaba preparado para ello. Había armado coartadas que le harían improbable a la Justicia probar su caso. Cansado de estar preso –lleva casi dos años detenido, ahora en la prisión federal de General Roca, Río Negro– decidió declararse culpable, unificar sus condenas pendientes –una por el robo de las joyas de Mirtha Legrand– y de esa manera pedir la expulsión del país como extranjero, ya que cumplió con la mitad de la pena. Este uruguayo de 55 años, enamorado del carnaval de su país, reflexiona sin demasiado filtro sobre su profesión; que lo hace un viejo ladrón con habilidad y destreza, al estilo Rififí.

—Esta semana dijiste sobre el juez Rafael Sal Lari, que instruyó la causa del banco Río y fue separado de su cargo: que era un tibio que no se animó a sobreseerte

—Ahora estoy confeso, algo que hice como una estrategia defensiva, pero al momento que estaba en ese juzgado de Garantías tenía una prueba exculpatoria, una coartada casi perfecta de que no estaba en el país, respaldada por los informes de la Dirección Nacional de Migraciones que daban cuenta de que yo estaba en Uruguay. Entonces yo dije que “al señor le tembló el pulso, fue un tibio porque no soportó la presión mediática y no me soltó”. Él me debería de haber liberado y no lo hizo. Por eso me la agarré con este hombre, que ahora va a ser juzgado, algo que a mí no me gusta porque cada cual en su lugar. Él es un juez y yo soy un delincuente, y él me tiene que juzgar a mí, no yo a él. Y ahora va a ser separado de su cargo y va a ser juzgado.

—Vos fuiste condenado a 21 años y medio al sumar penas anteriores cuando reconociste ser autor del robo al banco Río.

—Bueno, yo venía con mi prueba exculpatoria, pero los fiscales apelaban cada una de las medidas y llegábamos a una Casación antagónica con la defensa que tengo yo. Y llegamos a la conclusión de que era mejor reconocer la autoría, unificar la condena con otras penas que tenía en la Argentina, mis otras cuatro condenas, y unificar en una pena de 21 años y medio, porque los fiscales no intuían que yo pretendía acogerme a la ley de Migraciones que, en su artículo 64, dice que puedo ser expulsado del país a la mitad de la pena. Ahora llevo detenido dos años, pero entre las cuatro condenas llevo once años, que es la mitad de la pena; de esa manera puedo ser expulsado del país y quedar en libertad.

—No es desatinado pensar que por el delito que cometiste podés ser una especie de semidiós dentro de la cárcel. ¿Es así?

—Cómo decir… ya pasa uno a ser parte de la mitología. Las cosas buenas que se hablan sobre uno son exageradas. Son muchas menos. Y cuando hablan de los defectos de uno dicen que son muchos menos de los que son. Yo soy un reincidente, un preso, una lacra social, un marginado social. Las leyes dicen que no estoy apto para vivir en sociedad. Lo que pasa es que en esta sociedad, tiende a ser medio mentira todo. Y ya no sé si un semidiós, pero sí un poco por encima de los otros.

—Pero estos hechos como los que se te atribuyen, que hacen recordar la vieja película francesa Rififí, donde alguien entra a un lugar y sin disparar un solo tiro se lleva un montón de plata, que hace suponer que se trató de una cosa planeada, pensada y que los que ejecutaron ese golpe utilizaron la inteligencia para hacerlo, generan no sólo la admiración de los presos, sino muchas veces del resto de la sociedad. Pocos culpan a alguien que hace lo que vos hiciste.

—Es más o menos así. Como estaba un poco aburrido, porque esta gente se está demorando un poco en mi libertad, publiqué el número de este pabellón en Facebook. Entonces resulta que ahora tengo amigas virtuales de 70 años que dicen cosas irrepetibles. Y digo: “Estamos todos locos”. Se crea cierta admiración: el hecho de no haber utilizado armas reales. También algunos temas musicales que fuimos componiendo y que circuló en internet.

—Ése fue el verdadero robo que cometiste, el de robar con la música.

—Bueno, en You Tube sumé unas 30 mil visitas en un fin de semana. La gente encargada de defender a los autores y compositores ya me dio 25 pesos. Y ahora tengo que cobrar 50 pesos más. De hecho el grupo que canta estos temas ya anunció un recital en Capital Federal. Son los Trovadores de Venus. Porque yo no canto, no bailo, no hago nada. Sólo aplaudir si me gusta.

—Tu odontólogo es el autor de las letras.

—Es coautor conmigo. Él es mi implantólogo, pero además es músico y tiene la banda Trovadores de Venus. Y es nuestro brazo en libertad. Desde muy chico tuve muy mala dentadura, así que gracias a esa bendición que son los implantes pude mejorar. Y mi odontólogo, entre anestesia y anestesia, se fue interiorizando sobre el tema, cómo había sido y ahí salió el primer tema que es “Sólo se llora por amores”.

—Es probable que alguno de estos temas se incorpore a la murga uruguaya.

—Bueno, en el año 2006 una murga, no recuerdo cuál, hizo un cuplé referido al robo, pero yo todavía no estaba implicado en esta causa, pero ya se intuía que eran uruguayos. Pero yo hasta el año pasado negué haber participado en el robo. Pero no es por el hecho de ser o no ser. Es porque hay una importante cantidad de dinero que falta y uno tiene familia. Y hay gente que no tiene capacidad de cometer un delito con habilidad y destreza y puede recurrir a la bajeza de un secuestro. Entonces tengo que proteger a mis hijos y a mis nietos; yo hasta el año pasado no tenía nada que ver.

—¿Extrañás el carnaval uruguayo?

—Muero por ir al desfile de llamada. Mi último tema –“Muy pronto estaré de juerga”– dice que “la llamada será eterna”. Antaño los terratenientes les pedían a los negros, a sus esclavos, que hicieran un carnaval para ellos, los señores. Ése era el carnaval para los blancos. Y si les gustaba, les dejaban hacer un carnaval para los negros. El otro día vi un avance de una murga, Agarrate Catalina, en la televisión y casi me pongo a llorar. Porque añoro, es mi cultura, mi mate amargo, las cosas que tanto extraño.

—¿Qué planes tenés para el futuro?

—Tengo planes que se pueden contar y otros no. Un pobre fiscal dijo, como una novia despechada: “Y bueno, lo echamos del país”. Y no se daba cuenta de que me voy debiéndole 10 años. Yo le contesté en un medio porteño que, cuando esté comiendo chocolate en rama en Berna, o esté bailando con una garota en Ipanema, seguro me voy a acordar de él. Ojo que adoro Capital Federal. Me encanta Rosario, porque estuve 10 años casado con una chaqueña. Iba de paso y me quedaba en Rosario.

—¿Siempre de paso en Rosario?

—Sí, siempre de paso. Pero hace algunos años, cuando me quedé en un hotel frente a la plaza perpetré un ilícito. Me acuerdo que en la Terminal de Ómnibus había una mujer con un burrito y me saqué una foto. Ahora me quedo en otro hotel de una calle cortada, en esa hermosa ciudad que, como dijo Fito, siempre estuvo cerca.

—Mario, vos naciste en San José de Mayo. ¿Qué dicen allí de vos?

—Formo parte de la mitología. Dicen muchas cosas buenas de mí, que no son todas reales, y tratan de minimizar las cosas malas. Ojo que hay mucha gente que no está de acuerdo. Pero la gran mayoría me saluda bien. Porque yo, que ando en esto, soy el primero en criticar las noticias del día, que a una viejita le robaron en el banco. Soy el primero en criticar la falta de profesionalismo, llevado por la marginalidad, la miseria. Cómo van a golpear a una viejita para robarle 200 pesos. Porque yo siempre digo que soy chorro, soy ladrón. Se me crispan los nervios de pensar que le pegan a una viejita. Yo no sé si es hacer apología del delito, pero yo soy un viejo ladrón con habilidad y destreza. Así como me dieron 10 años por robar a la señora Mirtha Legrand, porque me decían “cómo con más de 40 me podía trepar”. Me pusieron calificado por el escalamiento, no habilidad y destreza.

—Como hombre araña.

—Eso está por ahí, gugleándolo aparece también. Esto es oficio, profesión. Mal oficio, mala profesión. También soy católico y sé que es un pecado. Esto no se debe hacer, pero ya que lo hago, que tengo alterada la escala de valores al punto tal que no sé si el dinero me lo gano con el sudor de mi frente o con habilidad y destreza, digo: cómo llegar a la bajeza de pegarle a una anciana para sacarle 200 pesos.

—Según las crónicas del robo al banco, le cantaron el feliz cumpleaños a una rehén.

—Voy a contar algo. Cuando fue el robo, había un señor muy compungido que contaba que ese dinero que guardaba en una caja de seguridad era para hacer frente a una operación por enfermedad terminal. Ese dinero se le devolvió. No lo hice yo, y no sé si lo haría. Pero a ese hombre, que convenció a través de las cámaras, se le devolvió todo el dinero. Porque también salió un estúpido a decir que tenía 30 millones de dólares, como si uno no supiera que un millón de dólares pesa 1.200 kilos: no se dónde iba a meter toda esa plata.

— ¿Como terminó la relación con el resto de los condenados?

—Bueno, como en todo este bajomundo siempre hay diferencias. Por ejemplo, uno de mis coprocesados, cuando estábamos en un juicio y “la señora” nos estaba acusando a todos…

—La señora es la mujer de él, Beto de la Torre. La hermana de Pepita la Pistolera.

—Sí, se llama Alicia Di Tullio. Cuando esa señora acusaba a todo el mundo en el Tribunal, aproveché para hacer un tema musical. El esposo, un tarado, dijo en nuestro argot tumbero que era una mandada en cana lo que yo estaba escribiendo. Y le mandé a decir que era en tercera persona, no nombraba a nadie y que haga callar a la mujer que era quien nos mandaba en cana.

—Después de esto, ¿no te da para averiguar cómo es la mujer de cada uno de tus socios antes de asociarte?

—No, no. Yo lamento que haya fallecido mi esposa, la chaqueña, a la cual adoraba. Tuvo un paro cardiorrespiratorio en el 2007 y me dejó solito, la muy tarada. Cuando a mi señora, que sabe mi oficio y profesión, yo le digo que salgo, no tiene por qué preguntarme a dónde voy. Si yo fuese médico, o periodista, capaz le contesto. Pero mi mujer no puede preguntar dónde voy. Que se dedique a comprarse una camioneta y a viajar a Punta del Este. Qué mala vida llevan nuestras mujeres.

—Parte de la prensa se regodeó con que habían gastado la plata enseguida, que vos te habías comprado una camioneta cara.

—Cuando a mí pretenden inculparme, y yo tenía la documental que no estaba en el país, yo había vendido un BMW 325, por el que me pagaron 29 mil dólares. Y agarré 10 mil dólares robados y me compré una camioneta Hyundai. Y mi contador, yo en ese entonces tenía dos empresas, lo blanqueó. A mí me culpan porque Di Tullio dijo “fue Marito” y, por otro lado, (el apodado Ingeniero, Sebastián) García Bolster, a quien en un simulacro de fusilamiento al lado de la ruta le hacen decir que fui yo. La Justicia tenía esa certeza, pero no había forma de probarlo. Además no tenían forma de poner la declaración de García Bolster por la manera en la que habían obtenido el testimonio, no lo podían poner como prueba. Pero el juez sabía que era yo, pero yo tenía una buena coartada. Al saber que era yo, no tenía que reunir pruebas, sino ajustar los hechos para inculparme. Y la camioneta fue lo que hicieron para que resultara incriminador. Ellos dicen que faltan 19 millones de dólares, otros dicen 8; una camioneta de 40 mil dólares no lo prueba. Yo tenía dos empresas, número de CUIT, chequera, por qué no podía cambiar de coche. El monto del coche no guarda relación con el robo. En mi estrategia defensiva, me fui con mis nietos a pasear por Punta del Este y hacía extracciones de los cajeros de la zona, de poca plata, con mi tarjeta del Bapro para que me fueran a buscar allá. Porque yo hice como el tero: canté en un lugar, pero los huevos los tenía escondidos en otro. Y ellos fueron detrás de esa falta pista, decían que tenía la plata en Punta del Este. Era extracción de moneditas para que mis nietos jugaran en las maquinitas, pero ellos hablaban de gastos desmedidos.

—En ese pabellón estás con 40 detenidos y hay dos teléfonos. ¿Cómo se manejan?

—Tenemos dos para llamar y uno solo para recibir. Hay un cartel que dice que no se puede usar más de 30 minutos. Pero éste es un pabellón de extranjeros que estamos esperando para ser expulsados del país. Pero acá hay gente de India, de Malasia, de Nigeria, de Italia. Y si lo llaman, que hablen todo lo que quieran con su familia.

— ¿Qué hace esa gente ahí?

—Todos vienen a este bendito país a buscar droga que llevan en su panza. Son las verdaderas mulas. Esto es lo que verdaderamente preocupa y llenan las estadísticas de grandes traficantes, pero están aquí por llevar 500 gramos en sus panzas. Muchos fueron excarcelados de las cárceles de Sudáfrica con el compromiso de venir aquí. Hay que estar acá: hay lindas notas.

—¿Cuando salgas te vas a volver a poner el traje gris?

—Uh, ese traje gris, mirá qué bueno. Voy a agarrar billetes de un dólar, los voy a firmar y voy a poner el día del robo y los voy a vender por internet a mil dólares. Y voy a poner un bar temático en Punta del Este, que se va a llamar “un, en letra pequeña; banco, en letra grande; frente al, en letra pequeña; río, en letra grande; y de la plata, en letra pequeña. Y voy a poner un banquito de sentarse. Y se va a llamar: “un BANCO frente al RÍO de la plata”.

— ¿Te quisieron comprar tu historia?

—Sí, por supuesto.

—Y la vas a escribir vos.

—Algún día, cuando me retire, pero todavía no voy a retirarme, no es mi retiro. Para qué pagué clases de teatro, no sólo para hacer una actuación en una toma de rehenes, sino para poder escribir. Cuando me retire, me voy a poner a escribir. Gracias por haberme sacado media hora en libertad.

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