Ciudad

“Quiero ser un padre normal”

Por Carina Ortíz.- Un papá cuenta su derrotero al intentar establecer una relación con su hijo tras separarse de su esposa. Su historia, que también atraviesa causas judiciales en lo civil y lo penal, es similar a la de muchos otros.

Eduardo Mingardo tiene 48 años y porfía que su único anhelo es poder relacionarse con su hijo. “Ser parte de su vida, verlo crecer, poder cumplir y disfrutar su función paterna”. Su hijo tiene ya 5 años, y vive con su mamá y sus abuelos maternos a 55 kilómetros de Rosario, por lo que el hombre viajaba los fines de semana para verlo. Pero en más de una ocasión volvió sin haber podido cumplir con su cometido. Incluso durante la feria judicial –y con un régimen de visitas estipulado– Eduardo, que había recibido una carta documento de su suegro para que no se acercara su casa, llegó a viajar con sus padres y un escribano, pero nada: volvía sin ningún resultado. Ahora, el hombre se encuentra inmerso en una intrincada disputa legal, tanto en lo penal como en lo civil, para ver a su hijo regularmente y lograr la asistencia psicológica del niño, ya que la madre incumple las órdenes judiciales que así lo dispone. El hombre pide que no le invadan la función parental paterna y que ambos puedan disfrutar. “Quiero ser un padre normal”,  refirió.

La historia de Eduardo es similar a la de muchos padres que no pueden establecer contacto con sus hijos y cuyas visitas terminan frustradas ya que deben mediar policías, oficiales de justicia y empleados judiciales para hacer cumplir la orden de un juez, que no siempre logra su cometido.

Esta historia familiar, la de Eduardo, comienza en el año 2001 cuando él conoce a Yanina, una mujer 10 años menor, según describe, quien vive en la localidad de Salto Grande. Según dijo Eduardo a El Ciudadano conoció a la mujer en un boliche, y después iniciaron una relación sentimental que fue creciendo con el tiempo. Uno o el otro viajaban los fines de semana para verse, hasta que decidieron refaccionar una casa que pertenecía al padre de Eduardo en Rosario, para irse a vivir juntos. En esos tiempos todavía felices Yanina quedó embarazada y decidió no viajar más, por lo que ella comenzó a quedarse definitivamente en la casa de sus padres, según explicó el hombre.

Luego del nacimiento del niño la relación comenzó a ser cada vez más distante. Con la casa a medio terminar, Eduardo le propuso a su pareja comprar una vivienda –que pertenecía a un familiar de la mujer – en el pueblo hasta terminar la suya, pero cuando intentó hacer la transacción, su suegro ya la había adquirido, relata. A esa altura Yanina ya no quería vivir en Rosario: un robo que sufrió Eduardo en su comercio frente a la vivienda en refacción fue el motivo.

Eduardo le propuso entonces comprar una casa en otro lugar de la ciudad, para lo cual sacó un crédito en el que sus suegros fueron garantes. “Pero esta propiedad tampoco le gustó”, recordó. “Ya mi endeudamiento era enorme y me dije: si tengo que perder el negocio que tengo de 30 años o los 60 años que lleva mi papá en esto, lo voy a arriesgar, pero quiero estar con mi familia. Entonces saqué otro crédito para comprar otra casa. Ella estuvo de acuerdo, la vino a ver, le gustó. Pero cuando hubo que comprar los muebles no quiso participar”, lamenta.

A esta altura la relación de pareja se había diluido. “Ella estaba permanentemente con el nene, cosa que yo al principio lo vi bien. Cómo lo cuidaba, cómo se abocaba, pero resulta que aparentemente el nene terminó siendo su propiedad: no lo tomó como una persona, lo tomó como una propiedad donde ella piensa que yo no tengo que participar en ninguna enseñanza, en ningún acercamiento o juego con el nene. No tengo que participar en nada de la vida de la criatura, tal es así que los cinco años que trascurrieron desde el nacimiento del nene, sólo pude llevarlo a un quiosquito frente a la casa a comprarle figuritas y otra vez  a una ferretería que queda cerca. Cualquier paseo o salida con el nene a dar una vueltita, mientras ella estaba ocupada, terminaba frustrada cuando ella le quería poner un gorro o sacar un pulóver y el nene terminaba llorando, ella frustraba eso”, expresó.

Las causa judicial

A fines del año pasado Eduardo decidió realizar una presentación judicial en el juzgado de familia de San Lorenzo para proteger al menor. Allí se acordó un régimen de visitas para los fines de semana. A partir de esta instancia, todo lo que logró fue a través de la Justicia, según sostuvo Eduardo. El régimen de visitas estipulado se cumple irregularmente y durante la feria judicial del verano fue más difícil lograrlo. Eduardo explicó que hacía 55 kilómetros para ir a buscar al niño y no se lo entregaban. Incluso iba con sus padres y un escribano para que retiraran el niño mientras él se quedaba a unos cien metros de la vivienda, y nadie los atendía. Incluso el suegro le remitió una carta documento donde le prohibió ir al domicilio, incluso pararse en la vereda de la casa, sostuvo el hombre.

Eduardo comenzó a hacer las denuncias penales cada vez que no le dejaban ver al niño, y en febrero se presentó como querellante en la causa por impedimento de contacto que se sigue en el juzgado de San Lorenzo contra su ex pareja y el padre de ella.

Por otra parte, en sede civil, la jueza Liliana Pasquinelli ordenó un tratamiento psicológico obligatorio para el pequeño, cuyo informe debía acompañar la mamá como plazo máximo en marzo de este año, pero ello no fue cumplido. Es más, la mujer expresó que el niño era atendido por una psicóloga, pero la profesional informó al Tribunal que el niño no era su paciente y que no le realizó psicodiagnóstico alguno. Por lo que la magistrada resolvió el mes pasado autorizar al padre a retirar al menor del colegio en Salto Grande para efectuar el psicodiagnóstico en Rosario, pero tampoco ello se logró ya que el niño no asiste al Colegio o es retirado antes del horario de salida, explicó Eduardo.

“Nunca tuve una relación libre con la criatura. Lo que quiero es tratar de mitigar el perjuicio que la madre le está realizando al chico por todas la vías posibles. El nene necesita de la figura paterna y materna, no tiene que perder al padre ni a la madre. Quiero ser un padre normal. Pido que no me invadan la función parental paterna y que ambos podamos disfrutarla”, cerró.

Comentarios