Ciudad

“Me siento como su hubiera recibido un premio Nobel”

Así expresó su felicidad Graciela Sánchez: desde el miércoles, su dulce de kiwi y pasas representa a Rosario.

Por: Laura Hintze

Graciela Sánchez anda a los apurones. Abre la puerta del pasillo de la casa, y camina hasta el fondo, donde se topa con la cocina. Vive en la zona sur de Rosario, con su marido y dos de sus tres hijos (un varón, dos mujeres, una que ya vive sola, y los tres estudiantes universitarios). Allí, además de ocuparse de las cosas de la casa, trabaja en su microemprendimiento “La Artesana”: elabora budines, dulces, licores y diversos productos envasados. Muchos de sus productos son de esos que están en todos lados, muchos otros son innovaciones suyas, entre ellos la mermelada de “kiwi y pasas de uva”, que la semana pasada salió elegida como el dulce que representará a la ciudad.

La cocina es chiquita. El televisor, con el volumen al mínimo, muestra algún programa de chimentos de Canal 9; cuelgan de la pared varias imágenes religiosas, y sobre el equipo de música ve un CD –“legal”– del Chaqueño Palavecino. “Viste que acá todo es muy humilde”, dice Graciela. Es una casa de barrio, humilde y también acogedora. Ella espera la entrevista con el mate preparado, endulzado con chúker –“Ahora no me vendría mal adelgazar”, se ríe– y con una puesta en escena de todos sus productos. Una maldad para los que les gusta comer: todo tiene buena imagen, todo es novedoso, todo es artesanal y con una pinta bárbara. Después de esa imagen, no quedan dudas: Graciela hizo bien en ganar el premio a la representación de la ciudad.

Además de ser elegido como el dulce que identificará a Rosario, un consecuente generador de identidad gastronómica y turística para la ciudad, por su creatividad culinaria Graciela recibió una beca de la Asociación Hotelero Gastronómica y Afines Rosario para realizar un curso de capacitación en gastronomía en la Escuela Internacional de Formación Hotelero Gastronómica, el diseño de imagen del producto y la impresión de folletería y materiales de publicidad.

—¿Quién le enseñó a cocinar?

—Se podría decir que mi madre y mi padre son mis referentes. Mi mamá vivía en la cocina, y mi papá era panadero. Él me dejó recetas de todo, de pizzas, bolitas de fraile, pan dulce. Yo me casé muy jovencita, ¡hace cuarenta años! Trabajaba y entonces no sabía hacer nada. Aprendí algunas cosas por mi madre; y cuando me quedé sin trabajo, en la crisis de 2001, fui a una escuela técnica, después hice el curso de manipulación de alimentos, y empecé a vender en Cáritas, donde también hice muchos seminarios de marketing, control de calidad; de un montón de cositas que me ayudaban a la venta.

—¿Cómo empezó como microemprendedora?

—Yo tuve un trabajo estable, era encargada de un edificio, hasta 2001, que tuve que dejar el trabajo… Además mi marido se enfermó y tuve que dejar todo. Así empecé con un emprendimiento, para el que la Municipalidad me ayudó un poco, comprando frascos por ejemplo. Pero en realidad lo hice todo yo, acá en casa. Después paré un tiempo, encontré otro trabajo, pero tuve que volver a dejarlo: yo ya era grande y ellos querían un hombre, viste… Así que volví a lo mismo: hace más de seis años que estoy en esto.

—¿Empezó trabajando directamente con Economía Solidaria?

—No, empecé en Cáritas, después en las ferias de las plazas San Martín y Pringles, y después arranqué para la zona sur. Me convenía por el trasbordo de los remises, todo se incrementaba y yo recibía poca ayuda, eso fue todo un tema. Ahora estoy en la Feria del Distrito Sur de los martes y jueves, y también dejo cosas en dietéticas, a mucha gente conocida… algunos se enteran de boca en boca o por la folletería.

—¿Alcanza el microemprendimiento para vivir?

—La gente se cree que con esto una puede hacerse rica, pero no. Esto es apenas para subsistir, es una ayuda, para la mente, la casa, no se vive de esto… Para crecer más necesito tener un establecimiento… Pero como soy una pequeña emprendedora. Igual soy una persona muy ahorrativa: el año pasado hice un montón de huevitos de pascua, y no vendí ninguno, así que los derretí y me puse a hacer licor de chocolate. ¡Me daba tanta lástima tirar tanto chocolate! Como cuesta tanto, en una época mi marido quiso que haga otras cosas, porque esto no me redituaba. Pero después de cinco o seis años de gran esfuerzo sí me redituó… ¡Este premio me dio una alegría! ¡Gané! Y eso que mi vida es así, normal.

—¿Cómo es un día suyo? ¿Qué dificultades enfrenta?

—Trabajo casi siempre a la mañana, armando cosas, entregando pedidos. Son dos o tres horas por día que estoy a full. Ahora me traen la fruta a casa, sino yo voy a calle San Martín; también compraba los frascos yo, aunque ahora me los traen a casa también. Mi marido, que es albañil, hizo unos arreglitos y con eso y una ayudita, consiguió la cocina industrial. Los microemprendedores tenemos grandes dificultades, ahora me gustaría sacar un crédito para tener la conexión de gas, ya que cocino con garrafa y gasto mucho.

—¿No se imagina teniendo su propio establecimiento?

—¡Eso sería soñar mucho! El emprendedor sufre mucho, es duro. Aparte la gente se piensa que le cobrás mucho porque ve que en el súper la mermelada está más barata, pero como uno trabaja en pequeñas cantidades y hace todo a mano… junto con las tareas que tiene una en la casa. Para mí tenemos el camino muy cerrado, por las posibilidades de venta, la movilidad, hay que poner todo del bolsillo, y a veces se vende y a veces no… y a pesar de eso, siempre hay que pagar el remís.

—Y ahora que ganó el premio, ¿qué va a cambiar?

—Con este premio como que ya estoy… pero igual soy perseverante. Tengo muchas expectativas. Ahora voy a evaluar todo lo que viene, que es una rectificación a todo mi trabajo. Espero que trabajando con la Municipalidad algunas cosas mejoren. En mi casa estamos todos encaminados con esto… y ahora, la mamá todavía más. Todavía no caí… los primeros días fue una emoción muy grande, no lo podía asimilar. Estoy tratando de ordenar para poder evaluar todo esto, yo le consulto a mis hijos… ellos me dicen qué y cómo hacer, a qué prestar atención…

—¿Cómo se le ocurrió la idea del dulce de kiwi con pasas de uva?

—El año pasado había hecho kiwi en almíbar, y para este año había pensado darle una vuelta y hacerlo mermelada, y de paso agregarle algo. ¡Y justo se dio el concurso! Antes de tener ese dulce había hecho uno de manzana con nueces y licor, y pensaba agregarle nueces al de kiwi. Pero mi marido me convenció de que le ponga pasas. Le había gustado más, todos decían que era distinto de los otros dulces. Mi hija me dijo que con ese iba a ganar… ¡Y gané!

—¿Le gustaría contar cómo fue enterarse de que había ganado?

—Fue inexplicable. Me fui muy tranquila, pero apurada a la vez. Llegue temprano, no sabía si era a las tres de la tarde o a las dos que tenía que ir a ese acto, así que a las dos y media estaba ahí… ¡Y empezaba a las tres y media! Cuando se supo que gané me lloré todo. Fue una emoción muy grande… caigo un poco todos los días. Yo tuve que ir sola, aunque estaban mis compañeras del mercado solidario. Todo el mundo me felicitó… ¡Y ahora tengo que prepararle un dulce al intendente! Pero voy a elegirle un frasco más lindo.

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