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“Haití no morirá, no debe morir”

Lo dijo el presidente René Préval durante la jornada de luto al cumplirse un mes del devastador sismo.

Haití cumplió ayer una jornada de luto, elevando plegarias en todos los credos, al conmemorar un mes del terremoto que dejó 217.00 muertos y devastó Puerto Príncipe, la capital del país más pobre de América y el Caribe.

“Haití no morirá, Haití no debe morir”, dijo el presidente haitiano, René Préval, vestido de blanco con un brazalete negro, en una de las varias ceremonias realizadas en Puerto Príncipe y la cual fue retransmitida por las radios y la cadena de televisión del país.

El mandatario escuchó las declaraciones de los diferentes oradores, entre ellos el periodista Marcus García, que perdió a su esposa por el sismo.

“Aquel 12 de enero la tierra tembló y Haití cayó al vacío, pero somos un pueblo muy orgulloso y fuerte en la adversidad, que ha demostrado un gran sentido de la solidaridad con pocos medios”, dijo el director de Radio Mélodie FM.

Cientos de miles de personas, la mayoría vestidas de blanco, se reunieron desde las 6 de la mañana (las 8 de la mañana en la Argentina) en la plaza de Champú de Mars, ubicada junto a las ruinas del Palacio Presidencial y cuyos alrededores albergan uno de los campos de refugiados más grandes de Puerto Príncipe.

Para esta jornada de duelo nacional, el pueblo haitiano está invitado a participar en múltiples ceremonias organizadas por distintas iglesias que abrieron sus templos temprano. Los que perdieron sus casas cerraron algunas calles y se reunieron a orar frente a un altar casero. “Todas las religiones de Haití, desde el vudú, los católicos, los bautistas y los protestantes, estamos reunidos aquí para rezar porque Haití ahora tiene riqueza espiritual en la eternidad”, dijo un pastor en una tarima de Champú de Mars, ante una multitud que gritaba “aleluya” alzando las manos con fervor.

Hombres, mujeres y niños lloraron cuando desde la tarima se recordó a todos aquellos que se “fueron a la eternidad” el 12 de enero, cuando un terremoto sorprendió a la población destrozando en menos de un minuto la capital.

Con los locales comerciales cerrados, la única actividad que seguía su curso ayer era la distribución de comida por parte de las Naciones Unidas (ONU) con la ayuda de diversas ONG.

Hombres con saco y corbata esperaban a las mujeres, que hacían cola para recoger los sacos de 25 kilos de arroz. Un mes después del terremoto, las necesidades más básicas de la población siguen siendo urgentes. “No tenemos ni agua”, aseguró Carline Nazaire, de 27 años.

“El pueblo será pobre pero el más rico del mundo en gracia y espiritualmente”, agregó.

“Hoy, tenemos muchos niños que han perdido a sus padres”, dijo uno de los pastores mientras varios menores lloraban entre una multitud. En el centro de la ciudad, los militares estadounidenses organizaban la seguridad para las ceremonias.

En varios campos de refugiados se podía ver a hombres y mujeres bañándose con jarros al costado de las carpas, y luego salir con su mejor ropa a caminar en familia para orar en grupo.

En la calles de la capital haitiana devastada por el sismo, personas de todas las edades caminaban en grupo, viajando en ómnibus o taxis colectivos para trasladarse a los oficios religiosos.

Algunas misas están programadas en las fosas comunes donde reposan miles de cuerpos, a las afueras de la capital.

En el medio de la plaza Saint Pierre, en Pétion Ville, en las colinas de Puerto Príncipe, una orquesta acompañó los rezos de los cientos de refugiados en este lugar. Alzando los brazos al cielo, como signo de agradecimiento a una multitud que respondía a las plegarias de un pastor protestante.

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