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“Esto no es un Chernobyl”

Para el investigador del Conicet y profesor de física atómica y molecular Roberto Rivarola las fisuras que se produjeron en los reactores nucleares de Japón luego del sismo “no son para alarmarse”.

Por Santiago Baraldi.

“Desde los medios se buscan las imágenes espectaculares y no se informa debidamente, confunden términos como fundir con fusión, los reactores afectados liberan pequeñas cantidades de radiación pero no es para alarmarse”, aseguró el científico rosarino Roberto Rivarola, investigador superior del Conicet y profesor titular en física atómica y molecular, ex presidente de la Asociación Física Argentina que integró la comisión de asuntos nucleares para el control de su desarrollo en el país. En septiembre de 2010 participó justamente en la ciudad japonesa de Sendai, una de las más afectadas por el tsunami del viernes pasado, de un congreso de física atómica y molecular, “donde el tema seguridad es excluyente porque están en zonas de permanente amenazas sísmicas”, agregó.

— ¿Hay una real amenaza de crisis nuclear en Japón luego del terremoto?

— Estamos hablando de un país del primer mundo que cumple con unos niveles de seguridad realmente serios. Los reactores que muestran por la tele están en zonas alejadas y sobre el mar. Están protegidos de tal manera que les puede caer un jumbo arriba y no habría riesgos de escapes de radiación. Las imágenes que llegan con los escapes de hidrógeno tienen que ver con el calentamiento de las vasijas donde se encuentra el material combustible. No están fisurados, que es lo que podría provocar liberación de material radioactivo, puede haber pequeñas liberaciones porque las explosiones que se han producido tienen que ver con la falta de refrigerante. Las máquinas que explotaron en Japón no tienen generadores de vapor, los filtros de hidrógeno no fueron suficientes, con lo que pueden llevar material radiactivo, pero en muy bajas proporciones. Por precaución, está bien que se evacuen las localidades vecinas, pero está lejos de ser Chernobyl.

—Teniendo en cuenta que la isla es propensa a sufrir temblores, ¿no es incoherente montar plantas nucleares con el riesgo que ello implica?

—Y bueno… tienen que vivir; si ellos quieren el desarrollo que tienen de alguna manera lo tienen que sostener con energía. Después del sacudón que tuvieron, estas vasijas protectoras respondieron, no han sido afectadas. Ellos no tienen producción de carbón, ni hidráulica, ni petróleo, entonces recurren a la energía nuclear para la producción de electricidad, que obviamente es controlada. Tienen distintos niveles de seguridad de protecciones que se establecen para evitar un desastre, siguen un protocolo, no hay improvisaciones.

—¿Cree que desde los medios se exagera?

— No es que se exagere, sino que no se informa debidamente. Desde algunos canales informan cualquier cosa y un poco más nos estamos muriendo todos, manejan la noticia de una manera muy particular, la catástrofe vende. Confunden términos como fundió con fusión, que con el calor las paredes de los contenedores de los tubos que contienen uranio se deterioran y producen el derrame de combustible; todo se detiene de inmediato ante cualquier inconveniente: lo que ocurre es que está caliente y demora un tiempo hasta que se enfríe.

—En Japón hay 50 reactores; ¿cuántos hay en nuestro país y para que se utilizan?

— Argentina tiene tres plantas: Atucha I, Atucha II y Embalse Río Tercero y son para generar electricidad; nosotros aquí tenemos los recursos hídricos, energías renovables que son paliativas, pero a ellos la naturaleza les juega en contra. Acá hay tres reactores, para consumo energético como objetivo fundamental. Argentina se ha desarrollado mucho tecnológicamente en energía nuclear, somos generadores de reactores. El Instituto de Investigación Aplicada, que es un ente mixto entre la provincia de Río Negro y Nación, produce reactores a pequeña escala y somos competencia seria de los países fabricantes del primer mundo, les vendemos a Australia, Argelia a Irán, también vendemos agua pesada que se usa como refrigerador en los reactores.

—Organizaciones ambientalistas hacen denuncias antes que los hechos ocurran pero se prioriza el protocolo del dinero.

—Los intereses económicos son muy fuertes; hay países preocupados realmente por el medio ambiente y otros que dicen estar preocupados y no hacen nada. Organizaciones como Greenpace son importantes porque la voz de la protesta detiene un poco estos avances sin control por tener la última tecnología —aunque a veces se pasan de la raya—, pero está bien que denuncien a los gobiernos que se creen capaces de manejar la vida y la muerte de las personas. Hace tres años, me invitaron a Ottawa en Japón, donde se realizó un congreso mundial del que participamos científicos y ministros de los países desarrollados y emergentes. Participé de la confección de un informe que se le entregó al Grupo de los Ocho y estos temas estaban en el tapete, como también el agua. Ya se hablaba que hay cinco países en el mundo con reserva de agua dulce y Argentina es uno de ellos y los países poderosos no van a querer compartir nada. Se discutió el consumo de  combustibles fósiles, la producción de carbono, el efecto invernadero; las lluvias ácidas son consecuencias de sistemas más tradicionales para obtener energía. Se entregó un documento de cómo vivir en armonía con el medio ambiente, cómo la ciencia debe vivir en armonía sin destruir la naturaleza, cómo aprovechar la naturaleza sin perjudicarla. Ahora se compran pedazos de frontera, de ambos lados de la cordillera, en San Juan, por ejemplo; por uno, dos, o tres millones de dólares te venden un pedazo de frontera de ambos lados con todos sus recursos y eso está pasando hoy.

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