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“Este es un momento en el que la gente necesita unirse”

La reconocida coreógrafa australiana Rebecca Hilton habla de la “Primera rave de danza para todos” y de los seminarios para gente que baila como para gente que no baila que ofrece por estos días en la ciudad

“Cunningham y Bausch fueron y son, de un modo u otro, nuestros padres”, dice Hilton.(Foto: Alejandro Guerrero)
“Cunningham y Bausch fueron y son, de un modo u otro, nuestros padres”, dice Hilton.(Foto: Alejandro Guerrero)

La simpleza y buena predisposición son rasgos de personalidad que acercan a las personas, componen, más allá de barreras idiomáticas e incluso intelectuales. Por estos días está en Rosario la coreógrafa australiana Rebecca Hilton, alguien que entiende de verdad el concepto de simpleza y comunicación y que llegó a la ciudad (ya había estado a comienzos de los años 90) para dictar seminarios para gente que baila como para gente que no baila (participan más de 80 inscriptos) y cerrar esos encuentros, el próximo sábado en el CEC (Sargento Cabral y el río), a partir de las 22, con la Primera rave de danza para todos.

Esta rave (explosión), organizada por la Agrupación Mestizas (www.wix.com/mestizasrosario/mestizas), con el auspicio de la Secretaría de Cultura y Educación municipal, será un evento a gran escala en el espacio público urbano, y la primera en su tipo en América latina, de la que participarán bailarines y no bailarines de Argentina y Uruguay.

Rebecca Hilton, quien mantuvo el viernes una charla con El Ciudadano, es reconocida y respetada por ser una coreógrafa que se caracteriza por su audacia e innovación. Además de ser una bailarina y maestra de gran versatilidad, su vasto currículum incluye la colaboración coreográfica con Mikhail Baryshnikov-White

Oak Project (Nueva York) y Stephen Petronio Company (Nueva York), entre otras, siendo también parte de la escena de avanzada de la danza neoyorkina. Trabajó en Movement Research y Judson Memorial Church, sitios innovadores de la danza de la Gran Manzana, y lleva años gestando en Australia proyectos de danza a nivel comunitario y dirigiendo eventos públicos en vivo y a gran escala.

—¿Cómo se piensa un seminario para gente que baila como para gente que no baila?, ¿cuáles son los parámetros desde los que se parte?

—Todos tenemos un cuerpo y establecemos distintas relaciones con ese cuerpo, y son todas válidas. Por supuesto que alguna gente sabe más cómo bailar, cómo moverse, del mismo modo que algunos saben muy poco o casi nada. Por lo tanto, la idea es dividir las clases en términos de experiencia. De todos modos, después, vamos a hacer una performance todos juntos, de hecho en todo momento estamos todos juntos con la audiencia, por la tanto la idea es pensar que somos una gran comunidad. Hay un filósofo francés que me gusta mucho y que no es muy conocido, que habla de educación, y hay una cita de él que realmente me interesa y que dice que “en todo puede haber una calidad y una asimetría, porque todo el mundo es igual pero al mismo tiempo distinto”.

—Quizás sea el mayor aporte de la danza contemporánea: la toma de conciencia de un cuerpo real, por fuera del cuerpo que respondía a las necesidades de la academia.

—De hecho, las danzas clásicas son las más formales, un cuerpo al que se aspira, algo que no podemos ser la gran mayoría de las personas. A diferencia de eso, lo contemporáneo significa “ahora”, es decir el cuerpo que nosotros somos en el presente. Por lo tanto, se puede reunir todo en un solo cuerpo, que puede ser muy técnico o muy simple.

—¿Qué opina respecto de que en la mayoría de las estéticas ligadas con la danza o el movimiento se ha vuelto a asumir al cuerpo como el gran paradigma en escena por fuera de los “recubrimientos” que suele ofrecer la tecnología?

—Eso es así, cuanta más tecnología aparece, más nos separa, aún cuando dice que nos va a unir a todos como sostiene (la red social) facebook (risas). Esos no son los amigos que de verdad se cuentan, porque son amigos virtuales. Creo que en muchos casos la tecnología sirve pero a la vez nos separa, por lo tanto debemos encontrar los momentos para estar juntos de verdad, cuerpo a cuerpo. Por ejemplo: en Australia hay grupos de teatro y danza, comunidades que están creciendo mucho en este sentido. Estoy convencida de que este es un momento en el que la gente necesita unirse.

—Más allá de los conceptos de movimiento que se impartan, ¿cuál será la característica más importante de esta “Primera rave de danza para todos” que se realizará en Rosario el sábado?

—La idea es que sea una gran fiesta, es una instancia en la que ya no importa si el que participa es o no un bailarín. Es como esos libros que al abrirlos aparece la figura troquelada que toma tres dimensiones: habrá DJs que estarán dictando con su música lo que estará pasando y cuándo. En cada momento, irán apareciendo, por ejemplo, “flash mobs” frisados (movimiento congelado), al mismo tiempo que otra gente comienza a generar movimiento por otro lado. Pretendemos que sea algo orgánico pero a la vez absolutamente planeado. No queremos sentir que sólo somos espontáneos, por eso también la idea de los “flash mobs” en espacios abiertos al público como las estaciones de colectivos o trenes, con gente que aparece, genera algo entre los demás, y desaparece.

—¿Cuál sería la diferencia entre los “flash mobs” y las intervenciones urbanas?

—Es una buena pregunta: yo no utilizo la palabra intervención, porque los“flash mobs” no tienen esa intención. La idea es que los que participan de este tipo de experiencias se reúnan en un lugar por el que transita mucha gente y en el que nadie puede reconocer a nadie. De repente, ochenta o cien personas quedan congeladas entre la gente, eso genera una sensación en los demás que tiene que ver, a diferencia de la intervención, con la creación y no con la distracción, porque no se molesta a la gente, como tampoco se la desafía, de algún modo es algo que no compite con lo que acontece cotidianamente en el lugar. Se parece en algo a lo que pasa cotidianamente en el mundo, que está lleno de gente que participa de una especie de “rave del silencio”, con su iPod. Sólo ellos escuchan esa música, pasan entre la gente, se mueven, y siguen su camino. Son esos pequeños momentos en los que pareciera que el mundo se detiene y cambia.

—Me gustaría conocer su opinión respecto de que éste fue un año de grandes pérdidas para la danza mundial: en junio murió la bailarina y coreógrafa alemana Pina Bausch en Europa, y un mes después Merce Cunningham en los Estados Unidos, que además estuvo entre sus maestros.

—Sí, y también murieron Michael Jackon y Patrick Swayze (bailarín y actor). Vengo de hacer una coreografía en Australia en la que trabajé por seis meses desde comienzos de año. En ese tiempo murió toda esta gente y por lo tanto el trabajo fue una especie de gran tributo a todos ellos: encontré e incluí grabaciones de ellos hablando sobre la danza. Ellos ya no están pero sus voces están allí y es muy lindo.

—Volviendo a Bausch y Cunningham, fueron los grandes innovadores del siglo XX, y creo que no hay gente de su peso en la danza mundial contemporánea.

—Claro, ya no hay gente que tenga el peso de ellos, que haya cambiado las cosas como Pina o Merce. Ellos fueron grandes innovadores desde dos puntos de vista radicalmente distintos aunque ambos desde lo contemporáneo: Merce era americano y abstracto, y lo de Pina, europeo y definitivamente orgánico y expresivo, yo siento que estoy en el medio de ellos, y se trata de grandes pérdidas, más allá de que tienen sus continuadores porque ellos se han encargado de difundir su trabajo.

—¿Comparte que entre los continuadores de Bauch está la coreógrafa alemana Sasha Waltz?

—Seguro, trabajé con ella y volveré a hacerlo en febrero en Berlín como parte de su compañía. Creo que ella es muy buena, pero no existiría sin Pina y lo mismo pasa con todos los continuadores, porque Cunningham y Bausch fueron y son, de un modo u otro, nuestros padres.

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