Ciudad

“Es un orgullo ver a alguien aprender a leer y escribir”

Juan Gencheff es parte del programa de alfabetización cubana “Yo, sí puedo” que funciona en la ciudad.

Rosario es una de las ciudades del país donde se viene llevando adelante el programa de alfabetización cubano “Yo, sí puedo”, un voluntariado que trabaja en red a través de videoclases donde se propone que en sólo tres meses –en un total de 64 clases– cualquier persona que no sepa hacerlo aprenda a leer y escribir. Juan Gencheff es uno de los facilitadores, esto es uno de los educadores, y no oculta su orgullo de formar parte de esta experiencia. Mañana, en un acto que contará con la presencia del intendente Miguel Lifschitz; del embajador de la República de Cuba en Argentina, Jorge Lamadrid Mascaró; de la presidenta de la Fundación Un Mundo Mejor es Posible, Claudia Camba, y del presidente del Centro de Estudios de Difusión y Formación en el Pensamiento de Unidad e Integración Latino Americana y Caribeña, Norberto Galiotti, se entregarán los diplomas de fin de curso a 200 personas integrantes de la última promoción de este año. “Es muy emocionante ver la alegría que siente la gente cuando termina el curso”, destacó Gencheff, quien llama a sus alumnos “compañeros” y no oculta su satisfacción frente a las distintas vivencias que se viven en cada una de las clases.

—¿Qué se puede contar de la experiencia en Rosario?

—Esta nueva etapa, que arrancó el año pasado, en agosto, tiene detrás a varias organizaciones sociales. En una primera fase se graduaron 79 personas en Rosario y se muestra esa experiencia al municipio. Hasta el momento lo hacíamos sosteniéndolo nosotros. Luego se hizo un convenio con la Municipalidad mediante el cual el municipio pone los materiales, básicamente los CD’s, las cartillas, y el manual del facilitador que es quien ayuda a llevar este programa adelante y se arma todo para desarrollarlo masivamente. En Rosario el censo anterior, de 2001, plantea que hay 20 mil analfabetos en la ciudad y nosotros suponemos que esa cifra ahora es mucho mayor. Al lograr el convenio seguimos manteniendo la voluntariedad del programa. En julio, agosto, de este año se vuelven a graduar 120 compañeros y en esta última etapa pensamos graduar 200 compañeros más, manteniendo siempre la voluntariedad.

—¿Dónde se reúnen para dar las clases?

—El programa es muy flexible, se puede implementar en cualquier parte. Nosotros tenemos la experiencia, por ejemplo, en una fábrica. En las villas miseria, mientras haya una casa, un espacio, con una mesa donde se pueda disponer un televisor y un DVD se pueden llevar adelante las clases. El programa consta de 64 clases audiovisuales que van llevando a la persona que se alfabetiza de lo más simple a lo más complejo y de los números a las letras. Una vez que se hace todo ese recorrido salen aprendiendo a escribir y a leer lo básico. Se gradúan en este programa leyendo una carta que ellos mismos hacen a alguien que quieren. Eso es realmente muy emocionante.

—¿Cuál es el perfil de la persona que realiza el curso?

—A nosotros nos llamó la atención que sea muy amplio. Tenemos una experiencia, por ejemplo, de una escuelita de conductores, dos señores que iban a renovar el carné de conducir, uno encargado de una fábrica y el otro trabajaba en transporte, y no sabían leer ni escribir. Entraron al programa y aprendieron. Es muy variado, también hay muchos chicos. Si bien nosotros tratamos de abarcar a mayores de edad por una cuestión de no meternos con la escuela pública hay muchos chicos que también se suman porque es muy sencillo el programa.

—¿Cómo es una clase?

—Son videoclases que tienen una cartilla que ayuda a llevarla adelante y el manual del facilitador. La videoclase está planteada para que la teleprofesora la vaya llevando. Todo el conocimiento, el bagaje pedagógico, está en la videoclase, por lo tanto el que ayuda lo único que tiene que hacer es guiar al grupo. Entonces se crean clases muy amenas y muy sencillas. Y no es solamente que se trabajan números y letras, también aparecen un montón de conceptos, desde qué es una familia hasta qué es una sociedad. Generalmente, durante media hora se ve la videoclase y en la media hora siguiente se realizan los ejercicios. En tres meses se hace el recorrido.

—¿Cómo se suma la gente a las clases?

—Ahora nos está pasando que hay personas que aprendieron a leer y a escribir y nos plantean que también quieren ser facilitadores. Por otro lado, hay una gran colaboración de muchas organizaciones que tienen que ver con la solidaridad con Cuba, las cuales se suman solidariamente a ayudar. También está el apoyo de distintas facultades, gremios, organizaciones sociales, el municipio, y demás. Hoy funcionando en la ciudad hay 30 grupos con casi 70 facilitadores, lo que implica casi dos por grupo. Esto es algo muy dinámico, a veces tenemos grupos de diez, de cinco, a veces se van algunos, se suman otros; como todo lo social, es algo apasionante.

—¿Qué pasa cuando la persona aprende a escribir?

—Es algo muy emocionante. Como experiencia, por ejemplo, una señora llamada Ramona ahora le pone nombre a cada lata que tiene en la alacena: “yerba” a la yerba, “azúcar” al azúcar, y así con todo. Y el hijo le dice: “Mamá ¿para qué le ponés etiquetas a las cosas?” y ella le responde que ahora que sabe leer y escribir quiere tener las cosas ordenadas así. Tenemos el caso de otra señora que no podía ir al centro sola porque no  sabía leer los nombres de las calles. Están las personas que no podían ayudar a sus hijos en las tareas y hoy lo pueden hacer. El tema de las cartas es muy emocionante. Cada persona que se gradúa escribe una y tenemos el caso, está filmado, de un compañero que le escribió a su madre muerta y que le pone que ahora sabía escribir lleno de orgullo. Está otro que le escribió a sus hijos.

—¿Cómo llega la persona al curso? ¿Está avergonzada de su condición de analfabeta?

—Al principio hay cuestiones de vergüenza, de no animarse. Generalmente la persona se acerca a través de alguna organización, algún amigo, que lo trae. Ahí nosotros le explicamos que es un mal social y que no es un problema de que sea un bruto. Acá hay mucha gente que pasa por esto y una vez que empiezan a hacer el curso se empiezan a destrabar un montón de mecanismos donde realmente elevan su autoestima, se empiezan a manejar de otra manera. Tenemos la experiencia del barrio Toba, por ejemplo, donde al principio ni hablan y después se van soltando. Éste es un plan, un proyecto, un programa, que integra mucho en lo social, en lo familiar, y va generando lazos.

—Usted estuvo hace poco en Bolivia. ¿Qué estuvo haciendo allí?

—Fuimos invitados por la embajada de ese país porque ellos lograron muchas cosas allí y tienen un millón de personas alfabetizadas. En el marco de la muerte del Che (Guevara) había un montón de actividades y nos invitaron a participar. Estuvimos charlando y viendo la experiencia allí. Ellos ahora están en un proceso de post-alfabetización. Lo bueno del caso de ellos es que esto baja a través de la Nación y acá todavía estamos con convenios focalizados con municipios o con provincias. Y realmente vimos la experiencia, muy particular, de Bolivia donde hay treinta etnias de pueblos originarios, vimos el proceso que se está llevando adelante, y es algo muy rico, muy lindo.

—¿La idea es darle continuidad a esto en la ciudad?

—Nosotros tenemos convenio con el municipio hasta fines del año que viene. La idea es, y por palabras del intendente, hacer un nuevo convenio pero en un marco más amplio porque también nosotros hemos aprendido que están los gastos de recursos y con la masividad empezamos a ver que necesitábamos de una pequeña estructura para poder trabajar. Eso va a ser un nuevo convenio que se va a llevar a cabo el año que viene y la idea es seguir. Invitamos a todo el mundo que se quiera sumar, necesitamos facilitadores, necesitamos gente. Hasta ahora nunca habíamos pedido nada, pero ahora hay grupos que realmente no tienen lo básico y es fundamental poder seguir con esto.

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