Ciudad

“En Rosario existe el paco”

El Movimiento Madres en Lucha da sus primeros pasos en la ciudad para ayudar a chicos adictos a la pasta base y evitar que se propague el consumo que, aseguran, a nivel nacional aumentó 500 por ciento.

Por: Nelso Raschia

Las autoridades lo niegan. En cada ocasión que se las consulta sostienen que en Rosario no hay paco, a la que de algún momento se denominó “la droga de los pobres”, por su consumo en los lugares más humildes de la ciudad de Buenos Aires y especialmente en los cordones de pobreza del Gran Buenos Aires.

Sin embargo, mujeres agrupadas en Madres en Lucha Rosario, una organización que está dando sus primeros pasos en la ciudad, aseguran que el flagelo ya está instalado y no desde hace poco tiempo, sino que lleva varios años.

Mabel Ríos, una docente que le hace honor a la profesión, trabaja en los barrios más carenciados de la ciudad con militancia pura y sabe de la existencia del paco en Rosario.  En diálogo con El Ciudadano contó que “en 2005 se denunció (que existía) una cocina” donde se preparaba el paco, pero agregó que “recién en 2008 la Policía de Seguridad Aeroportuaria vino a Rosario” y desbarató el lugar. Pasaron tres años desde la denuncia a la acción.

Desde entonces no sólo aumentó la preocupación de las docentes que trabajan en sectores marginales de la ciudad, sino que también se incrementó el consumo entre los jóvenes. Ante esta situación, resolvieron formar Madres en Lucha Rosario.

En los primeros días de este mes realizaron un primer encuentro con el objetivo de darle forma al proyecto, y días atrás se celebró una nueva reunión para avanzar en la conformación de la entidad. En esta oportunidad estuvo presente Marta Gómez, referente a nivel nacional de Madres en Lucha, quien contó su amarga experiencia como madre de “un hijo adicto en recuperación, que hoy tiene un hermoso bebé de 7 meses”.

Ríos, por su lado, enfatizó que la tarea de trabajar contra el paco “no puede hacerse desde aquí” –la reunión se realizó en un local de la Asociación del Magisterio de Santa Fe (Amsafé), en Sarmiento al 1100–, sino que planteó “el trabajo territorial” y por ello propuso trabajar en tres sectores: norte, oeste y sur, a través de “madres preventoras” pero también con la intervención de jóvenes para colaborar día a día con los chicos de la misma edad.

Gómez reveló cifras alarmantes en torno al paco. Aseguró que “el consumo se incrementó un 500 por ciento” y destacó que no solamente lo consumen jóvenes de 14 a 16 años, “sino también chicos de 7 u 8 años, y  también los de entre 19 y 27 años”. Pero tampoco quedan al margen de este flagelo personas adultas, y en tal sentido apuntó que hay consumidores cuya edad ronda los 50 a 60 años.

La titular de Madres en Lucha aseguró que, según lo que ven “en el territorio”, cuatro de cada diez chicos que viven en Capital Federal y el Gran Buenos Aires son adictos al paco”.

Luego detalló que el paco es “la resaca de la resaca de la cocaína” y que, de acuerdo a un análisis que ellas mismas encargaron, esta droga contiene “vidrio molido, veneno de ratas y pastillas con diversas drogas”, todo lo cual “lo hace más adictivo”. Gómez aseveró que las consecuencias del consumo “son irreversibles”.

Para graficar los niveles de dependencia que provoca el paco, Gómez indicó que “es tan adictivo que si consumís una vez ya sos adicto”, mientras que Mabel Ríos fue un poco más allá a la hora de buscar un ejemplo: “Una madre me dijo que el paco es tan adictivo que puede compararse con diez orgasmos juntos”.

El paco irrumpió hace unos años con el sello de “droga de los pobres” porque una dosis podía conseguirse a un peso. Sin embargo, desde Madres en Lucha relativizan esa idea de economía: “Está bien, una dosis podía costar un peso, pero hay chicos que llegan a consumir 150 dosis por día. Es que dura tan poco el efecto que los lleva a consumir más de manera compulsiva”. La necesidad de tener dinero de manera permanente para comprar la droga dispara una consecuencia previsible: los consumidores salen a robar, “a hacer cualquier cosa”. Entonces, tanto Gómez como Ríos coincidieron que “esa droga que se planteaba como barata termina no siéndolo por la cantidad de dosis que se consumen”. Hoy una dosis oscila entre los 2 y 15 pesos, según las calidades.

“En un momento el paco no se comercializaba, pero como en un momento el dólar subió tanto hubo que encontrar una droga más barata, y entonces apareció el paco”, señalaron.

Ríos insistió con el argumento que las autoridades por ahora no reconocen en Rosario hay paco. Para ello, contó que “en una ocasión, mientras hablábamos del tema, una compañera docente mostró una pipa de las que se usan para fumar: poco antes se la había sacado a un alumno”.

“Si nosotras, las madres, sabemos y los chicos también saben dónde se vende el paco, la Policía también lo sabe”, razonaron.

Marta Gómez aseguró que las autoridades “trabajan en el territorio” para combatir al paco, pero apuntó que falta la aplicación de una “política pública de manera permanente”.

Enseguida señaló que, en el caso del paco, se trata de “una droga de exterminio”, y realizó una comparación impactante: “Los desaparecidos por la dictadura fueron 30.000. Hoy tenemos esa cantidad de muertos vivos que consumen paco”.

“Ante este flagelo tan fuerte hay que tener políticas fuertes también”, manifestó Gómez, a la vez que aclaró que “no hay que ir contra los chicos que consumen, sino contra los que venden”.

También señaló que “no son necesarias grandes cocinas” para producir la pasta base o el paco. “Basta con una pequeña cocina”, expresó, lo que hace que la droga sea aún más fácil de obtener.

Mabel Ríos planteó que si bien la lucha está centrada contra el paco, “la intención es también hacerlo contra el riesgo social” y recalcó que es indispensable la implementación de un programa que aborde esta problemática desde el Estado. En tal sentido se lamentó de que “no haya respuestas, pero hay que empezar a golpear puertas”.

Por último, Gómez, titular de Madres en Lucha, sostuvo que visitó Rosario “para alentar” a las madres que quieren colaborar en esta tarea. “Claro que no va a ser fácil”, advirtió. “Pero no podemos permitirnos bajar los brazos, porque no hablamos de un paquete, sino de nuestros hijos, nuestras hijas. Y por eso no tenemos que tener vergüenzas ni miedos”, concluyó.

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