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¿Somos responsables?

Por Rabino Shlomó Tawil  

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B”H. Así como la comida y el oxígeno son una necesidad humana básica, lo mismo ocurre con la responsabilidad. No podemos realizar o justificar nuestra existencia sin ella. Ésa es la respuesta a la pregunta: ¿por qué sentimos responsabilidad? Está en el hecho que Di-s nos creó por una razón, llevar adelante una vida virtuosa y perfeccionar este mundo imperfecto.

De modo que la responsabilidad no es algo que debamos aceptar de mala gana, por culpa o sentido del deber, es un componente necesario y saludable en nuestras vidas.

Podemos ignorar la responsabilidad, pero nos perseguirá como el hambre. Nos hablará a través de la conciencia, o a través del sentimiento de desorientación y como sucede con el hambre, cuando es satisfecho, nuestros cuerpos y almas se fortalecerán, permitiendo tener una vida más significativa.

Nuestra primera responsabilidad es para con nosotros mismos, con nuestra propia conducta; no podemos culpar a nadie más por nuestras decisiones. No podemos culpar a nuestros padres o nuestros maestros, a nuestros empleados o nuestros líderes, ni siquiera a Di-s por hacer difícil la vida, no nos habría puesto en este camino si no tuviéramos la capacidad de superarlo. Ésta es la más grande manifestación de dignidad humana.

Pero esto es sólo el primer paso. Cierta vez un reverenciado rabino viajó para  visitar a un rabino más joven que era conocido por su devoción religiosa. El rabino más viejo quedó muy impresionado con la total inmersión del joven en la plegaria y el estudio, y le preguntó el secreto de su piedad inconmovible. El joven respondió que concentrándose profundamente en sus estudios, podía ignorar toda influencia externa que pudiera distraerlo. De hecho, el viejo había notado que muchos de los aldeanos vecinos estaban dedicados a actividades muy contrarias a la piedad. Le dijo al joven: “Cuando hace mucho frío, hay dos modos de calentarse. Uno es ponerse un abrigo de piel, el otro es encender un fuego. La diferencia es que el abrigo de piel calienta sólo a la persona que lo usa, mientras que el fuego calienta a todos los que se acercan.”

Cada uno ha recibido talentos y capacidades distintas. Es obligación preguntarnos regularmente cómo podemos usarlas para mejorar nuestro mundo. Es cierto que a menudo vemos conductas dañinas o corruptas y queremos aislarnos uno mismo y su familia, pero ésa no es una conducta responsable sino proteccionismo.

Cuando vemos imperfección debemos hacer todo lo posible por ayudar a mejorar la situación, obviamente siempre de la manera más pacífica y agradable.

Esto no significa que debamos sentirnos salvadores, sino reconocer que no somos individuos aislados, que somos parte de una comunidad mayor y responsables por ellos, significa encender un fuego en lugar de ponerse un abrigo de piel.

A veces veremos los efectos de nuestra ayuda, a veces no, pero no importa. No sólo el resultado es lo que cuenta, el esfuerzo y la sinceridad también. En última instan cia todo esfuerzo da frutos, aunque no lo veamos.

En el mundo de hoy hay una necesidad urgente de extender la mano. Ésta es una generación crítica, con tanta gente que le falta direcciones en sus vidas y sus relaciones.

Uno puede preguntarse ¿cómo puedo ayudar a otros cuando tengo tantos problemas propios? O, ¿puedo yo lograr realmente? ¿Quién me escuchará? Toda persona sin excepción ha recibido capacidades para iluminar su rincón del mundo.

Hay una sola condición para cumplir con las responsabilidades: que estemos conectados a un código de ética y moralidad divino y absoluto. Si dependemos de nuestra propia perspectiva subjetiva, y dejamos que nuestra personalidad dicte nuestras acciones, podemos hacer más daño que beneficios a nosotros mismos y a los otros.

Todos vivimos en el mismo mundo. Si una persona sufre dolor, todos debemos sentirlo; si una persona triunfa, todos debemos beneficiarnos. Todos hemos recibido la alternativa de ver esta unidad subyacente o de mirar para otro lado y preocuparnos por nosotros mismos, aun a expensas de otros.

La responsabilidad es uno de los más grandes dones que nos ha dado Di-s: el don de ser participantes activos en la dinámica que despliega el destino del mundo. Nunca debemos ignorar este don. En el equilibrio delicado del que pende el destino del mundo, una sola buena acción, un solo mérito puede ser lo que haga inclinar la balanza.

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