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¿Sólo un accidente?

Por Carlos Duclos.

Por estas horas, el juez Claudio Bonadío procura conocer las causas del tremendo impacto del tren, en Once, que dejó un resultado trágico: 49 muertos a la hora de escribir esta breve reflexión y cientos de heridos, algunos de ellos graves. Se habló de desperfecto en los frenos, de que el conductor de la formación se había quedado dormido. Las pericias revelarán, finalmente, cuál fue la causa del choque.

Casi todos los medios definieron el siniestro como un “accidente”. Es que el uso de tal término ha pasado a ser el denominativo aceptado y de rigor utilizado en muchos sucesos de tránsito, que de accidentes en realidad no tienen nada. Un accidente es un hecho que se produce involuntaria, casual y fortuitamente. Es cierto que en todos, o casi todos, los hechos en los que se involucran vehículos con daño a las personas  no hay una premeditación o voluntad para que ocurran, pero no es menos cierto que muchísimos de estos episodios de casual no tienen nada.

De ningún modo trata esta reflexión de girar la mirada hacia una cuestión puramente semántica en medio de tanto horror y desgracia, o de cuestionar el uso de un término, sino de, precisamente, apuntar a que en este país los “accidentes” (entre comillas) pueden ser involuntarios, pero con frecuencia no son casuales, por cuanto están estrechamente vinculados a la negligencia, el desorden, la falta de control, la irresponsabilidad y, por tanto, dejan de ser accidentes.

Un accidente supone un hecho que, por su propia naturaleza, no puede ser evitado, pero cuando la falta de mantenimiento en los vehículos, por ejemplo, o la irresponsabilidad del conductor, o la ausencia del Estado con medidas preventivas adecuadas son causantes de episodios como los de este choque, no sólo que no puede hablarse de accidente, sino que es menester adoptar medidas correctivas y ejemplares.

Lamentablemente, es notorio que muchos valores elementales están en estado de coma (aquí y en muchas partes), las medidas correctivas brillan por su ausencia, y así siguen ocurriendo hechos que, pudiendo ser impedidos, se convierten en la angustia de muchos seres humanos.

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