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¿Los argentinos se volvieron egoístas?

Por: Carlos Duclos

Sin más, sin ninguna preocupación o reparo por las actitudes de cortesía que la vida en sociedad demanda, bajó la ventanilla de su automóvil y arrojó a la calle una botella de plástico vacía de gaseosa. Sucedió en calle San Juan, antes de llegar a la intersección con calle Dorrego. Como era de prever, se detuvo justo en la senda peatonal (imitando al colectivo del transporte urbano de pasajeros que había hecho lo mismo) con lo cual una señora que intentaba cruzar la calle se la vio en figurillas.

Sucesos cotidianos, en apariencia simples como el narrado, se suceden en número significativo. Suponen una falta, una violación a la norma, una ausencia de respeto. En realidad entrañan una suerte de egoísmo que se apoderó en gran parte de los argentinos. Importa lo propio, la suerte de sí mismo, la comodidad o la ventaja personal. Muchos se han olvidado de la necesidad de un buen comportamiento en lo social, de eso que se conoce como solidaridad. Después de todo, los gobernantes, con sus acciones, se han convertido en un ejemplo de ello. ¿Si el líder falla qué se puede aguardar del conducido que no encuentra ni pautas ni protección que le garanticen orden y desarrollo?

Ayer se dieron a conocer los resultados de un estudio realizado por investigadores de la Universidad Nacional de Mar de Plata. La investigación vino a ratificar aquello que muchos observan en la vida diaria: los argentinos tienen “escasa consideración sobre las responsabilidades colectivas”

El estudio fue regenteado por el decano de la Facultad de Psicología de esa universidad, el licenciado Orlando Calo, quien expresó que se encontró como tendencia “encontramos una falta de inconciencia sobre la responsabilidad social: cada uno funciona según sus propios criterios, con escasa consideración sobre las responsabilidades colectivas”. ¿Se puede negar? Claro que no.

La mezquindad suele tener un padre inflexible: el individualismo, la exacerbación del “yo”. No es extraño, después de todo, que los argentinos se hayan tornado mezquinos, egoístas en lo social o que, al menos, no abunde esa solidaridad que parecía brillar en tiempos pasados. No extraña porque ha sido precisamente la dirigencia del ámbito público y privado la que ha desamparado, desprotegido al ser humano común, obligándolo a sobrevivir como pueda. No quedan dudas de que en tal contexto no le queda espacio ni tiempo al ser humano para pensar en el otro.

El jefe de la investigación a la que se alude expresó que “los argentinos en realidad deseamos que haya ley y autoridad, pero actuamos en un medio en el que sentimos que tal cosa no existe”. Y por eso se explica que los argentinos que viven en países en donde hay un estricto respeto por el cumplimiento de la norma” en general nos subordinamos casi gustosamente”, dijo.

Desde luego, cuando no hay dirigencia que imponga observancia de las reglas, de a poco estas comienzan a ser violadas hasta tornarse ello en cultura social. El no cumplimiento de las ordenanzas deriva en una mezquindad proverbial en razón de hacer lo prohibido con impunidad en beneficio propio sin que importe el perjuicio para los demás. El caso de arrojar la botella en la vía pública es un mero ejemplo. Hay otras actitudes tales como arrojar la basura en cualquier parte; pasar un semáforo en rojo; pagar haberes insuficientes; despedir trabajadores para que las cuentas cierren con rédito; dedicarse a pergeñar estrategias para ganar las elecciones, pero no para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y un sin fin de eslabones en una cadena que impulsan a la pregunta: ¿Los argentinos se volvieron egoístas?

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