Eran casi las siete de mañana y estaba en Córdoba y Av. Circunvalación, en verdad sin saber mucho por qué. Pero fui. Con lo primero que me encontré fue con un fanático de Patronelli. Vestido para la ocasión, gorra, lentes espejados, unos cuarenta años, 30 kilos de más, bandera argentina y una desbordante expectativa. “Ya pasaron las motos y los cuatriciclos”, me dijo un hombre parecía saber lo que decía. “Ahí viene Patronelli, Vaaamooos Patronelli”, gritaba nuestro personaje en cuestión. Y no era Marcos, ni tampoco Alejandro, sí una moto de calle que se mezclaba entre los competidores. Tras la desilusión el gordo continuaba asegurando que no había pasado.
Poca gente, poca información también. Nadie sabía bien dónde se podía ver, en el lugar elegido, no serían más de un centenar. “Es enlace dijo uno copando la parada”. Enseguida un erudito de momento mimetizado con el Rifle Varela (colega de Todo Noticias) agregó, “van a ver, tienen que respetar todas las leyes de tránsito”.
Y en un flash casi imperceptible pasaron como rayos azules las Touareg de Sainz, Al-Attiyah, el BMW negro del francés Peterhansels, dos Nissan rojos que venían bajando tiempo. Orly Terranova en un pelotón en el que resaltaban el Mini Cooper del francés Chicherit y el impactante Hummer naranja del yanqui Gordon, que gastó su simpatía en el obelisco, porque no siquiera levantó la mano ante el saludo de los curiosos. “Ahí viene, ahí viene, vamos Patronelli”, reciclaba la falsa alarma y seguía agitando su bandera el hombre que no quería convencerse que su ídolo haya pasado y él no se dio cuenta. Alternativa bastante probable, para el resto de los asistentes.
El colorido desfile con los autos de relleno se hizo interminable. “Ahí está, vamos Patronelli”. Cuando pasó ya no quedaba casi nadie, tampoco éste periodista. “No se vayan que ya viene, insistía el gordo (que por entonces contaba con menos credibilidad que Cobos), al que ya lo habían abandonado su mujer y algunos familiares quienes decidieron esperarlo en el interior de su Chevrolet Meriva”. “¿Y Patronelli?”, pregunté una vez más. “Ahí viene, Vamos Patronelliiiiiiii”.
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