Ignacio Scocco no se podía haber olvidado tan fácilmente de jugar al fútbol. Mucho menos de hacer goles. Todos (en realidad, todos no, pero una gran mayoría) esperaban que recuperase la memoria y que en algún momento se reencontrara con su mejor versión. Algo que parece estar sucediendo en este segundo semestre.
¿Qué cambió en el delantero leproso en estos meses? Está claro que había algo que lo bloqueaba mentalmente y que le impedía mostrar todas sus capacidades. Nacho lucía atado, no lograba soltarse, erraba goles.
Pero era cuestión de esperar que el verdadero Scocco se despertara y no desprenderse de él lo antes posible, como muchos aseguraban, porque su carrera estaba terminada o porque no tenía nada más para dar en Newell’s. Había que tener paciencia, esa virtud que en el fútbol argentino escasea.
Scocco es la muestra cabal de que cualquier futbolista puede reponerse a un momento adverso. Que a nadie se le termina el hilo del carretel antes de tiempo. Que no hay que jubilar a los futbolistas por un mal partido o un mal torneo.
Hoy le pasa a otros futbolistas rojinegros a los que el hincha le cae con la certeza absoluta de que no sólo tienen que dejar el equipo sino la actividad profesional, la ciudad y vaya uno a saber qué cosa más piensan. Lo mismo que le auguraban meses atrás a Scocco, a quien hoy aplauden por sus goles.
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