Espectáculos

Roger Chartier en Rosario

Viejas y nuevas formas de lectura

El historiador francés Roger Chartier visitó Rosario, fue declarado “Doctor Honoris Causa” por la UNR y mostró nuevo libro. En ese marco habló sobre la transformación en la producción y consumo de textos y los desafíos que presentan las tecnologías.


HISTORIA
La mano del autor y el espíritu del impresor.
Siglos XVI-XVIII
Roger Chartier
Katz Eudeba / 2017, 262 Páginas

“Don Quijote o cualquiera de las piezas de Shakespeare, fueron compuestas, actuadas, publicadas y apropiadas en un tiempo que no es el nuestro. Reubicarlas en su historicidad propia es uno de los objetivos de esta obra”, plantea Roger Chartier en su libro La mano del autor y el espíritu del impresor. Siglos XVI-XVIII, que el autor presentó en la Alianza Francesa de Rosario el pasado miércoles. El célebre historiador, que visitó la ciudad para ser distinguido con el título Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Rosario, dejó sus impresiones sobre las viejas y nuevas formas de lectura, además de opinar sobre los peligros que puede implicar el uso negativo de la tecnología entre los lectores.

Espíritu del impresor

Es difícil de traducir al español lo que significa “espíritu del impresor” porque el título original era en inglés The author’s hand and the printer’s mind. Transformations of the written word in Early Modern Europe. La idea era mostrar que hasta en las tareas más mecánicas siempre se movilizan entendimiento, conocimiento, inteleligibilidad y que no se debe pensar en una separación radical entre las actividades intelectuales y la materialidad. El autor escribe frente a la página en blanco y frente a toda la materialidad que su texto va a adquirir a través de las publicaciones y la circulación. Al revés, no debemos pensar que las actuaciones manuales, mecánicas, como se decía en el siglo XVII, están desprovistas de reflexión, de entendimiento y ejercicio de la mente, del espíritu. El título apunta a todo lo intelectual que hay en la más mecánica y material de las actividades. A continuación Chartier describe las pautas empleadas en su libro.

—¿Se puede hacer una historia de la lectura? Cuando cuestiona a la historia de los públicos lectores, el italiano Carlo Guinzburg analiza a su principal sujeto de estudio, el molinero del siglo XVI,  Menochio, a partir de las lecturas que tiene.

—He dirigido como editor una historia de la lectura. Entonces parece difícil pensar que la historia de la lectura es imposible, si no sería mi propio suicidio intelectual. Lo que quería decir es que el acto de la lectura, el momento mismo en el que el lector está leyendo palabras sobre una página o frente a una pantalla produce en su mente una interpretación, un sentido o una emoción. Y esto es imposible de hacer porque es puramente idiosincrático y efímero. Lo que es posible de reconstruir es la historia de la lectura, las categorías de un lector que pertenecía a una comunidad de lectores que moviliza consciente o inconscientemente cuando lee. Es posible, a partir de varios documentos, ver cómo después de este momento de lectura, de captura del sentido, el lector se interesa, enuncia lo leído, lo escribe o se moviliza por eso. Menochio había leído libros que otros también habían leído, y él lo había hecho a su manera. Él cita las lecturas pero no es el momento de las lecturas sino el efecto de las mismas. Podemos hacer un juego con las palabras, si la lectura es el momento de leer, me parece que escapa a la historia e incluso a la sociología. Obliga a la observación, a la grabación o a lo que pasa por la mente del lector.

—¿Se puede generar un público lector?, en ese caso ¿se crea primero el público o el texto?

—Históricamente las dos realidades son paralelas. Por un lado hay lectores que generan la necesidad de obras y de libros. Por ejemplo, los profesores de las universidades en la Edad Media y en el siglo XVI. Existen como cuerpo docente, como intelectuales o como gente que necesita libros. Que produce libros, que incita a producir libros. Reciben, consumen, se apropian de libros de los libreros de su tiempo. Al mismo tiempo, en el siglo XVI y XVII hay un movimiento inverso, que existe en una oferta textual a través de los pliegos sueltos, de la literatura de cordel, de la “bibliothèque bleue”, de “chapbooks” (libros pequeños y populares), inventa, produce y crea un nuevo público. En este caso, es la propuesta textual y libresca la que va a producir el público. Permitió a quienes no eran lectores convertirse en eso, a producir un público. Por eso, en cada situación histórica se debe comprender la articulación entre los dos fenómenos. Libros que se escriben porque hay lectores, o libros que se producen porque hay lectores que son una propuesta textual o material. En este caso están los que ofrecen los vendedores ambulantes a muy bajo costo. Con la repetición de los mismos esquemas que permiten al público reconocer más que descubrir un texto. Entonces, hay una propuesta de producción de un nuevo público que es inseparablemente material y textual. Los dos fenómenos existen y para cada estudio particular se debe comprender cómo se entrecruzan.

Discursos a la carta

—Se comenta que Donald Trump realizó su campaña a partir del entrecruzamiento de datos y que hacía un discurso político a la carta, en base a los deseos de los electores de tal o cual lugar. Incluso, se piensa que en Argentina Mauricio Macri hizo lo mismo. ¿Hay una producción a la carta?, ¿la tecnología puede permitirlo a partir de la fragmentación del texto?

—Es una pregunta compleja porque por un lado ya hay un público existente. A partir de sus propias expectativas, se puede comprender la producción de los best-sellers por ejemplo, en donde la repetición de las fórmulas discursivas y materiales se corresponden a las expectativas. Desplazando el registro de los deseos, de las representaciones sociales y políticas existentes. La producción de discursos políticos que se construyen para captar estos deseos al darles una expresión política parece también una realidad. Es el caso de Trump, por ejemplo. No debemos olvidar que el mecanismo inverso existe y que la producción de este discurso político puede tener como efecto la incorporación de su contenido por los ciudadanos. De ahí el peligro que representa esta máquina, porque es un artefacto que registra los deseos y los formula en un discurso político elemental, pero que puede conducir al poder, y que por su existencia misma puede reforzar lo que ya estaba, y si tiene fuerza, ampliar el público que recibe los discursos que va a compartir. O bien, lo que esperamos es que también pueda producir un efecto de reacción. Cuando los deseos más oscuros se transforman en una política más explícita, puede conducir a un rechazo que no producía en cuanto a deseos. Este es un juego peligroso para quienes practican la política de esta manera. Esta es la apuesta de Trump, porque ha dado una fórmula rudimentaria a los miedos o sensibilidades de una parte del público norteamericano. La expresión política de este tipo de deseos puede producir una reacción más fuerte contra él. La apuesta es saber si se va a tener una base suficiente para que el rechazo sea políticamente peligroso, o si las personas pueden producir un rechazo compartido que pueda arruinar la posibilidad de gobernar.

Riesgos de la producción digital

Emilia tiene 14 años y escribe cuentos en su celular en un programa llamado wattpad. Ya tiene seguidores y está inmersa en una nueva cultura de la escritura, tal vez sin darse cuenta. Frente a las nuevas experiencias que propone la tecnología, donde también una inmensa cantidad de personas tiene acceso a los textos, aunque fragmentados, con el uso de celulares, existe el riesgo de que esa fragmentación del texto se transforme en una experiencia de lectura incompleta. Al respecto, Chartier señala: “Es una tensión entre un nuevo modo de lectura y de escritura que privilegia la asociación del fragmento a partir de la hipertextualidad. Se plantea un desafío que es fundamental, porque por un lado se puede hacer una nueva forma de literatura y que sería la recepción colectiva de estos fragmentos que definen una obra en una interactividad entre un autor y sus lectores, que se transforman en autores, en una biodinámica del texto que está basada en un juego de yuxtaposición, oposición, de contraste. Hay producciones digitales que aprovechan esta posibilidad. Por qué no considerar que esta forma digital es una nueva forma de la cultura escrita asociada con todo lo que no era lo escrito, que era lo visual o lo auditivo”. En ese sentido, millones de personas tienen acceso a grandes obras de arte, a videos, a pequeños textos en su celular o computadora. También, en este tiempo se considera que es mayor la cantidad de personas que accede a la educación secundaria, sin embargo muy pocos pueden leer un libro entero. “Es una manera creativa para el futuro, si se aplica a las obras que fueron pensadas y leídas a partir de otro patrón de lectura, de la obra como tal; la idea de que cada fragmento ocupa un lugar en particular en la obra y que no son intercambiables, que no son equivalentes. Esto es un riesgo, es decir, la pérdida de comprensión de una parte inmensa del patrimonio cultural, intelectual, filosófico o literario. La apuesta más importante, sería la ruptura del vínculo entre nuestro presente y el pasado. Me parece que las dos cosas deben ir a la par pero esto es más fácil de decir que de hacer. Me parece que no son los discursos, inclusive el que estoy enunciando ahora, los que van a transformar las prácticas”.