Espectáculos

Una situación delicada e hilarante

El actor Jorge Suárez habla de “El Crédito”, obra del catalán Jordi Galcerán que protagoniza junto a Jorge Marrale, con dirección de Daniel Veronose, y que plantea desde el absurdo una dura crítica a las consecuencias del neoliberalismo. Viernes y sábado en Fundación Astengo.


Un hombre común llega a una entidad bancaria para solicitar un crédito. La acción es simple y concreta, el lugar y los personajes también lo son. Sin embargo, algo enrarece ese vínculo, porque el que va a pedir el crédito es “insolvente”, y el gerente del banco en cuestión, poco complaciente: sin garantías (de hecho no las hay, sólo la palabra), el préstamo no se puede concretar. Con El Crédito, el dramaturgo catalán Jordi Galcerán, autor de la elogiada El Método Grönholm, que también tuvo su versión cinematográfica, volvió al ruedo luego de una década de conocido su texto más emblemático, con su ácida e incómoda mirada sobre las arbitrariedades, desigualdades y contradicciones del mundo contemporáneo.
Bajo la dirección de Daniel Veronese (también director de El Método Grönholm), con las actuaciones de los destacados Jorge Marrale y Jorge Suárez, y luego de sus exitosas temporadas porteñas, la versión criolla de El Crédito se presentará esta noche y mañana, a partir de las 21, en el Auditorio Fundación Astengo (Mitre 754).
Todo empieza con un hombre que intenta, de manera honesta, conseguir que una sucursal bancaria le conceda un pequeño crédito absolutamente necesario para continuar con su vida. No tiene avales ni propiedades, tan sólo cuenta con su “palabra de honor” para que el banco se asegure su devolución. Sin embargo, la negativa del director de la sucursal coloca a los dos en una situación muy delicada e hilarante. Como es habitual en el autor catalán, cada giro del texto, de rabiosa actualidad, atrapa y sorprende hasta el final, por esa particular mezcla de realidad y disparate que consigue con las situaciones que plantea.
“Es una comedia de esas que son bien para reírse de una situación completamente cotidiana que en un momento se vuelve extracotidiana: un señor común y corriente va a pedir un crédito porque tiene que cubrir una serie de necesidades básicas y recala en un banco. Allí se encuentra con la dura estructura neoliberal-capitalista, brutal y violenta, donde nada es posible si no tenés plata. Es decir: en principio, una gran contradicción, porque se supone que si uno va a pedir un crédito, precisamente, lo que necesita es plata”, explicó el talentoso Jorge Suárez, quien compone al “desdichado” que llega a la entidad bancaria en busca de ayuda y se topa con el gerente que recrea Marrale.
Suárez, actor de vasta trayectoria teatral, que maravilló con su composición del padre del psicoanálisis en La última sesión de Freud junto al rosarino Luis Machín (quien dio vida al académico C.S. Lewis), habló de la virulencia del texto del autor catalán que, imbuido por la crisis social y política que atraviesa España en los últimos años, estrenó El Crédito en 2013. “Galcerán, que maneja magistralmente el humor negro, nos enfrenta muy bien a esa situación, que es llevada casi a la altura de «amo y esclavo», donde el amo es el gerente porque es el que puede, el que tiene el poder y la posibilidad de ayudar al otro, de salvarlo, frente al solicitante que es como un esclavo del primero, y que está tratando de ver qué puede hacer para convencerlo. Galcerán tiene algo genial y es que resuelve esta situación en cinco minutos: el juego empieza a darse vuelta lentamente hasta que en un momento, de manera brusca, se da vuelta del todo e increíblemente, porque lleva a preguntarse cómo fue posible, cómo llegaron a esa situación”.
Más allá de que el texto tiene su origen en la crisis económica española desatada hace unos años, la adaptación lo trae a un presente más cercano y posible, en el devenir de este hombre en principio en inferioridad de condiciones que, poco a poco, y casi desde la lógica del absurdo, se convierte en una especie de psicótico que alardea de la certeza de poder seducir a todas las mujeres, incluida la del gerente, a quien amenaza y desafía. “Es un señor que vive en un barrio de Buenos Aires; la historia transcurre acá, en la Argentina, y puedo asegurar que nos sobran motivos para contar esta historia en el país como en cualquier otro lugar donde el capitalismo ha hecho verdaderos estragos, más allá de que la obra tuvo como disparador la crisis española desatada hace un par de años. Lo mismo hizo el autor (en 2003) con El Método Grönholm, ironizando sobre las oficinas de recursos humanos creadas, en muchos casos, para echar gente, con situaciones muy violentas en las empresas; estas dos obras ofrecen desde el humor una manera de ver y de analizar el mundo durísimo en el que vivimos, donde no podemos sacar la cabeza, donde si tenés la suerte de tener un trabajo, ojalá que te dure, donde es muy difícil poder ahorrar porque apenas si se puede llegar a fin de mes. A la gran mayoría de los países, lamentablemente, les pasa eso”.

El espacio sagrado del actor

Dueño de una carrera donde ha sabido cuidar cada uno de sus personajes, Suárez, como muchos actores, entiende al teatro como el lugar de la verdad absoluta para el actor, porque es donde está “vivo y presente”. Sin embargo, salir a escena lo sigue empujando a un abismo que, de todos modos, se vuelve irresistible. “El teatro me provoca un gran abismo y una enorme inseguridad. Yo salgo a escena y quizás la gente piense que después de 30 años uno ya no tiene este tipo de problemas; bueno, yo sí los tengo. Me sigue generando una enorme inseguridad el hecho de que sea un arte que se hace sólo a sangre: hay que estar ahí, viviendo la escena, viviendo lo que pasa, y puede aparecer una mosca en el escenario o una luz no estar puesta correctamente y, sin embargo, hay que seguir adelante. De todos modos, esa enorme inseguridad que me genera actuar es el motivo por el cual elijo el teatro, porque ese abismo me hace estar vivo, esa hora y media vale por cien horas vividas, es un momento de una intensidad que no se puede describir. En cada función siento una gran alegría por encontrarme con la fragilidad de ser actor, porque es un oficio que, en un mundo que busca distanciarnos, me acerca a las emociones, a los sentimientos; es un momento que me recuerda que tengo una voz y un cuerpo para trabajar”. Y concluyó: “Siento que el teatro es una de las artes que no se va a extinguir como sí va a pasar con la televisión, que ya está en vías de extinción y en unos años quizás no haya más televisión abierta. En cambio el teatro ofrece un ritual que es único, donde el actor está presente, es real, y eso es algo sagrado para el actor, y una gran convención con el público que paga una entrada, que se cree lo que pasa, se queda hasta el final y encima aplaude”.

Apoyo a la ley del Actor

Con apoyo de la comunidad artística argentina en su gran mayoría, el martes último la presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner anunció en Casa Rosada el envío al Congreso del anteproyecto de la muy esperada y militada ley del Actor, que buscará igualar derechos como ha pasado con otros sectores de la sociedad. Al respecto, Suárez expresó: “Estoy muy emocionado y feliz, espero que diputados y senadores la apoyen y entiendan ahora que esta ley es imprescindible en un país con la cultura que tiene el nuestro, porque ser actor, hasta ahora, parecía no tener ninguna importancia legal; estuvimos siempre con regímenes injustos, trabajando sin ninguna protección ni amparo. Tenemos que tener una jubilación, aportes como cualquier otro trabajador”. Y completó: “Es una decisión que nos hace bien a todos, no sólo a los actores, porque obviamente hay cosas de este gobierno con las que no estoy de acuerdo, pero con otras sí, como el Matrimonio Igualitario, Asignación Universal por Hijo, tantas cosas que se hicieron bien, y ahora la ley del Actor, algo que, claramente, nos reconcilia como sociedad”.

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