Espectáculos

Una ficción que juega con la realidad

La dramaturga y directora Alejandra Gómez habla de “Los que no están”. El estreno se produce este viernes a las 20.30 y 22, en Espacio Bravo, de Santiago 150.


En los últimos años, el teatro se volvió introspectivo y hasta quizás un poco más inquietante que lo habitual. De este modo, a la hora de revisarse, y tal como lo había adelantado el genial Luigi Pirandello, la representación teatral se volvió ficción, la vida fuera y detrás de la escena se apoderó de la escena, y el teatro, incansablemente, parece necesitar una y otra vez hablar de sí mismo, mostrar eso que no se ve y que siempre es tan maravilloso.
Un equipo de talentosos actores rosarinos comandados por la actriz, directora y dramaturga local Alejandra Gómez, estrenará esta noche, en dos funciones (20.30 y 22) en Espacio Bravo (Santiago 150, donde seguirá en cartel), Los que no están, un drama que reúne a Raúl Santángelo, Celia Parola, Haydée Calzone, Claudia Schujman, Atilio Basaldella y Gabriel Rocca, quienes interpretan a un grupo de actores que ensayan una obra donde recrean los entretelones de una familia, y donde esa ficción, poco a poco, se vuelve “realidad”.
“Voy a hablar de lo que nadie quiere hablar, voy a decir lo que nadie quiere escuchar, pero las personas desaparecen, a cada rato, en cada instante, como pañuelos en el puño de un mago ya no están”, escribe Gómez a modo de hipótesis de este trabajo que la devuelve, después de algunos años, a los espectáculos de cuarta pared después de la recordada El Timbre (1999), una historia de familias inmersas en una falsa armonía. “Este es un grupo de actores muy importante, son muy talentosos todos, y el estreno demuestra que todavía los actores rosarinos me tienen confianza”, adelantó con humor Alejandra Gómez, quien en los últimos años estuvo más abocada a las propuestas de concert, en su mayoría vinculadas con el humor.
“Esta es una obra clásica, incluso aristotélica, aunque con algunos quiebres. Los personajes son un grupo de actores que ensayan una obra, es decir el teatro dentro del teatro, donde se va mezclando la ficción con la realidad; y el nombre viene de una idea que me daba vueltas en la cabeza desde hace mucho tiempo y que tiene que ver con las desapariciones, inevitablemente, rozando el tema de los desaparecidos. La idea surge a partir de las chicas que desaparecen, de las personas que desaparecen de tu vida de un momento para el otro, la gente que se borra; es un tema que me inquietaba muchísimo y lo pude meter en esta obra que por eso se llama Los que no están”, detalló la autora y directora.
“Trabajé en la escritura a partir de esa gente que un día va caminando y de repente no está más y no es por un acto de magia; paradójicamente, no es una obra que tenga humor, siendo que vengo trabajando ligada al humor hace muchos años”, agregó.
El vínculo con Pirandello se vuelve casi inevitable a la hora de pensar esta obra y ponerla en contexto. “El mundo pirandelliano –expresó Gómez– aparece a la hora de pensar en los vínculos: los personajes son un grupo de amigos que ensayan una obra de teatro que, a su vez, trata acerca de una familia. En ese sentido, el de un teatro que habla de sí mismo como planteaba Pirandello, nosotros pensamos en un teatro que habla de nosotros mismos”.
El texto de esta puesta, escrito sin la habitual colaboración de los actores y producido en gabinete, encierra además una serie de homenajes. “Esta obra es, también, un homenaje porque está dedicada a mis antepasados: todos los personajes tienen los nombres de mis tíos del campo, que fue un lugar donde yo fui muy feliz y ellos ya no están. Me acordé de aquellos tíos a la hora de pensar los nombres de estos personajes porque, además, los nombres de los personajes tienen que representar algo para mí. Es como volver a pensar en aquellos que tampoco están, como pasa con la infancia, un momento en el que la mayoría de nosotros fuimos felices. De hecho, la infancia aparece como un recuerdo acerca de cómo crecimos y nos volvimos grandes. Y es eso, porque nos volvimos grandes pero ni siquiera sé si maduramos; sí dejamos de tener en cuenta algunas cosas. Para mí la infancia era la contemplación totalmente abstracta, ver todo pero casi sin darte cuenta. Todos, cuando crecemos, nos volvemos bastante más concretos y especuladores; es algo inevitable”.

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