Cultura

Dios lo bendiga, señor Rosewater, de Kurt Vonnegut

Un lugar para los inservibles


LITERATURA
Dios lo bendiga, señor Rosewater.
Kurt Vonnegut
Traducción: Carlos Gardini
La Bestia Equilátera, 198 páginas

La editorial La Bestia Equilátera acaba de agregar un nuevo título a los cinco que ya lleva publicados de Kurt Vonnegut, el filoso escritor norteamericano que fue tanto un narrador de cierto reconocimiento masivo –en los 60 sobre todo– como un autor que circulaba entre adictos, lo que suele denominarse de culto. Y es que Vonnegut fue lo suficientemente original en su construcción imaginativa valiéndose de todos aquellos elementos que conformaban la cultura de su país, desde lo más reaccionario –racismo, sexismo, homofobia– hasta lo recalcitrante pero algo disimulado que yace en las zonas más oscuras de la clase media, un elemento conspirador por naturaleza que nada tiene que envidiar al afán aniquilador de los poderosos.

El título de la novela es Dios lo bendiga, señor Rosewater, está fechada originalmente en 1965 y aborda la excéntrica vida de Eliot Rosewater, un multimillonario que preside una fundación que intenta, por todos los medios a su alcance, que el dinero que maneja sea utilizado de un modo cuestionado por aquellos que ven en la tenencia de metálico sólo la posibilidad de multiplicarlo. Y no es eso precisamente lo que hará Rosewater, quien también es alcohólico y veterano de guerra, porque decide que el dinero podría tener otra utilidad, como la de ayudar a la gente con pocos medios y muchas penurias y surfear sobre opuestos como locura y cordura, las dos cosas hacia su interior, y un poco sobre la última en los demás que, como se irá viendo, se inclinan a la mezquindad sembrando de espinas cualquier camino y con las neuronas desordenadas pero fijas en sacar ventaja apenas se presente la oportunidad.

Dios lo bendiga… también fluctúa sobre lo irracional de la sociedad norteamericana, tema fundacional de Vonnegut desde por lo menos la observación de los estragos que hizo el bombardeo sobre Dresde, cuando estuvo prisionero de los alemanes durante la Segunda Guerra. Luego de esa experiencia dijo una vez que desenterrar cadáveres con las manos le cerró definitivamente su horizonte de expectativa en el género humano. Con su sutil manejo de un humor elaborado y corrosivo, surgido de la indagación sobre los formatos humanos, sobre sus correspondencias y defectos, Vonnegut avanza sobre los desquicios de su sociedad oponiendo en un fraseo de ascendencia casi libertaria, a su Eliot Rosewater, quien desde su irreverente alcoholismo irá tallando su emancipación dejando al descubierto las heces de la hegemonía capitalista. Portador de defectos por demasiado humano, el Rosewater presidente de la fundación familiar no hará nada de lo que esperan de él sino que bregará por una transformación social a su antojo ya que es capaz de llevar hasta sus últimas consecuencias su abnegada razón populista.

La literatura de Vonnegut se desconecta de los dispositivos de la línea realista con un magistral dominio de su estructura, lo que le permite trabajar sobre sus intersticios sin ser decididamente fantástico, ni mucho menos practicante de tópicos enraizados en la ciencia ficción, sino que se apoya en procedimientos con lógicas propias donde toda noción es distendida hasta el límite de lo real, y lo demás no importa. Luego de leer un autor pornográfico llamado Kilgore Trout –un alter ego de Vonnegut que ya aparece en otras novelas–, Rosewater dará rienda suelta a su estado filantrópico invadiendo el ordenamiento social y ocupándose de aquellos denominados –resultado de ese ordenamiento– inútiles, inservibles para la producción utilitaria: borrachines, putas, malos escritores, madres que arrogan sus hijos al mejor postor, todos conforman el rebaño en el cual Elliot es nada más que la oveja que lleva el cencerro.

La “locura” de Rosewater hará peligrar los pilares de la fundación y un abogadito ambicioso y promiscuo irá detrás de declararlo insano para que su fortuna vaya a parar a un pariente desconocido al que el hombre de leyes controla. Su familia, su padre sobre todo, y también su ex mujer, a quien dejó porque la continuidad en el amor vuelve frágil e inestable su militancia pro bienestar de esos perdedores a los que atiende en una vieja oficina, harán lo que no estaba en sus planes para rescatarlo. Así entonces, la disputa se da en un terreno donde se fuerzan las coordenadas de lo asimilable hasta que terminan explotando; los recursos de Rosewater para correrse del lugar asignado por los millonarios como él –incluido su padre, un senador que bien podría corresponderse con cualquier senador republicano actual– y volverse volátil –esto es, inapresable– en su singularidad es, cuanto menos, digna de un prestidigitador capaz de resistir cualquier captura con sus pases inadecuados, románticos, inauditos y briosamente políticos.

Dios lo bendiga… puede leerse como una ficción política del siglo XX, nada le falta en su catálogo, ni los agudísimos timbres sobre las costumbres, usos y modas, ni las teorías paranoicas de las que se sirven las corporaciones –económicas, políticas– para coaccionar y someter al resto de los mortales. En su credo y resistencia, seguramente Rosewater resulta un poco inhumano, tal vez como el propio Vonnegut, cuya impostura sigue horadando un mundo obsesionado por terminar con los diferentes e inservibles.

Vonnegut reeditado

La editorial La Bestia Equilátera viene llevando a cabo la loable tarea de reeditar libros de Kurt Vonnegut, ya inhallables en librerías y sólo ubicables en alguna edición española o en bibliotecas personales, si se exceptúa la publicación, en 2009, de sus primeros cuentos, inéditos en español, que se llamó Mientras los mortales duermen. De este modo, La Bestia Equilátera publicó los siguientes títulos: Cuna de gato, Desayuno de campeones, Pájaro de celda y Madre noche, a los que se suma el reciente Dios lo bendiga, señor Rosewater, en incomparables traducciones de Carlos Gardini.

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