Cultura

poemario de maría paula alzugaray

“Un cruce entre intuición, destino y conciencia”

María Paula Alzugaray, poeta local y gestora de eventos poéticos, publicó su tercer libro con materiales que fue urdiendo con una mirada entre perceptiva y sensible y llena de hallazgos.


POESÍA
Todo llegó por sí solo
María Paula Alzugaray
Alción Editora
2017.

Nacida en Coronda aunque ya poeta rosarina desde hace tiempo, María Paula Alzugaray se ha movido entre la gestión de eventos poéticos –coordinó el Área Literaria de la Secretaría de Cultura y Educación municipal y la Casa de la Poesía de Rosario, desde donde dirigió la revista literaria Boga;  fue jurado de concursos internacionales de poesía, organizó ciclos literarios–, y la escritura poética, la producción. De este modo, colaboró con poemas, ensayos y reseñas de libros en revistas culturales y suplementos literarios de Argentina y España. Participó de compilaciones como Fin zona urbana, 19 de fondo. Poéticas de la construcción, Antología de autores corondinos, Las 40 Poetas santafesinas 1922-1981, Los poetas interiores. Una muestra de la nueva poesía argentina. En 2008 Alzugaray publicó Lo albergado, y en 2014 Estampados-haikus. Ahora, lo nuevo de esta poeta se llama Todo llegó por sí solo, publicado por la cordobesa editorial Alción. Se trata de un poemario donde la distancia entre la narradora y aquello narrado se expande y se achica como si se entrara en un mapa centrífugo que en algún momento –poema– arroja hacia aquello que brilla en un peregrinaje, y en otro se deforma para ceder a obsesiones personales. Alzugaray pone en escena un ímpetu de significación, hace funcional el extravío a que toda poesía invita porque pone mucho de su deseo en lo existente, en el festín del extrañamiento, aun en geografías conocidas, para buscar otras huellas entre los pliegues, construyendo un inventario tonal sobre un paseo nocturno, una domesticidad contemplativa o una íntima epifanía.

A continuación Alzugaray responde sobre sus operaciones poéticas y sobre cómo su mirada se vuelve perceptiva o sensible según los momentos.

—¿Qué dirías que tiene más peso en la construcción poética, la intuición, las percepciones, la conciencia?

—¡Las percepciones sin dudas!; a las que se les suman la historia, el trabajo con la palabra y tantas otras cosas, una confluencia de elementos que coexiste en un tiempo para activar lo real maravilloso y decadente. De un sueño se puede decir cualquier cosa, menos que es una mentira y la poesía no es nunca mentira ni ficción. Las causas son efecto de las cosas venidas que hay que aceptar. “Aceptar lo recibido”, digo en el primer poema del libro, que es la primera ley originaria de los pueblos americanos. Como el jaguar que reconoce su territorio en toda América, aceptar lo recibido es una ley que atraviesa esa conciencia. Esa frase también ha sido la que sesga el libro como quiasma constante entre intuición, destino y conciencia.

—¿Creés que haya algún límite para los usos del lenguaje?

—Creo que hay reglas que ayudan a expresar mejor, asimismo concuerdo con la idea de que “la cultura la hace el pueblo”, por lo que podemos manifestarnos sin límites, no hay trivialidades. Hoy con las plataformas de hipertexto nacen otras formas de crítica y aprendizajes, mientras tanto la poesía como concepto resiste a ese sistema. Con la poesía se sigue abriendo el instante, porque expresa existencia atemporal. La poesía no tiene que satisfacer al mercado y si hablamos de “uso”, hablamos de mercado y consumo. La poesía, lejos de eso, es una intemperie en la que el léxico no se resquebraja nunca sino que florece.

—¿Dirías que hay ciertos campos de tensiones a la hora de comenzar un poema?, si es así, ¿cuáles serían los tuyos?

—Cuando se escribe poesía se está en tensión porque se está en soledad y turbación ante lo que nos provoca e intuyo que debe ser un vínculo que ejerce cada artista. Se ejerce la pasión de anhelar desentrañar la madeja y que surja el tejido prolijo, vibrante, “diciente” de lo que se quiere manifestar con la materialidad que se pueda. Soy indulgente con los errores, asimismo en poesía no hay bien-mal, hay mejor decir o el atributo de la universalidad: gobernar el cosmos. Cuanto más calamos y a más almas atravesamos de una sola puntada, lo estaremos logrando.

—En “Todo llegó por sí solo” conviven pasajes narrativos y algunos versos con tonos exaltados, de interrogación ¿es ésa la forma que mejor te va?

—La patria de esos poemas han sido estos últimos años (2010 a 2016), la narrativa y las metáforas, y todas esas cosas me parecen enriquecedoras porque relevan un terreno en todas sus vertientes, rompen fronteras que en definitiva no son sagradas en los modos del decir, siempre son un juego y herramientas para el poeta.  No sé si esa es la forma que “me va”, ni que sea la dimensión decisiva, sino que fue el modo que encontré en este libro para combinar un poco lo aprehendido, “lo besado, lo envidiado” como digo en un poema.

—Por momentos otras voces intervienen en el cuerpo de algunos poemas, escribís lo que dicen aquella/os de los que hablás ¿surge como necesidad de otra voz dentro de la tuya?

—Sí, hay “otras” voces que se meten en algunos textos de este libro, voces que adornan los escenarios, escribo lo que dijeron, lo que me gustaría haber escuchado que dijeran o que invento. Esas voces como ruidos del mundo enajenado que escuché que dijeron y que siento que siguen hablando, sumando en esos vestigios una retórica cargada de expresión. Nunca consideré que el lector es algo así como un ser subnormal que va a entender sólo ciertas palabras, por eso permití que entraran esas voces que no ofrecen consenso ni efecto inmediato, se aceptan en su densificación. En esas voces o sonidos hubo un intento de vuelta de tuerca sobre la expresividad oral, en ese recurso encontré que algunas de mis expectativas aparecían como correspondencia de un entramado social y también animal, se me hacía necesario que se lea cómo suena el gorjeo de la paloma o cómo esa señora opinaba sobre el poema, que los había separado su madre. En esas voces he sentido que había una voluntad de captar la vida no a través del intelecto sino de la sensación de otra escucha.

—Hay un fuerte sesgo autobiográfico en “Todo llegó…”, ¿hubo esa intención?

—Podría haber sido “Todo nos llegó” o “Todo me llegó”. Todo llega por algo, pienso así la idea del destino, la casualidad, la sorpresa. Y la arrogancia de creernos los únicos habitantes de esta existencia me hace pensar en que las cosas llegan y hay que transmitirlas honestamente, poner el deseo lo más claro que se pueda, porque allí radica la capacidad de vibración. Esto es lo que a mí me anduvo, que como dice la primer parte del libro: “no es mentira”.

—¿En qué estado dirías que se encuentra la poesía rosarina escrita por mujeres?

—Nunca hubo empatía en las autoras femeninas, pensemos en Alfonsina Storni, en su poema “La loba”, por ejemplo. La voz femenina no boludea y no sé si hay rayas divisorias, parcelas tajantes entre poetas mujeres y poetas hombres o bajo el género que se albergue, acaso las diferencias hayan sido políticamente construidas. Lo que sí siento es que ya no hay antipatía en nosotras, las mujeres estamos atravesando cuestiones de mucho valor, estamos pudiendo poner de relieve las consecuencias de modos de relación dominante, hay cuestiones que urge atender y que sentimos desesperadamente que hay que considerar, como la violencia. Con esos sentires hay una identificación afectiva directa y se empoderan “más que nada” en nuestra voz, la de las poetas mujeres.

—¿Qué autores rosarinos leés?

—Leo a mis amigos contemporáneos, tribus siempre fieles, siempre díscolas, a todos los poetas que van escribiendo conmigo, que me enseñan de su oficio. No tengo guías, voy leyendo lo que me parece que puede llegar a trascenderme. Cada libro de poesía es la posibilidad que alguien pensó de abrir su instante y si uno lee en ese modo se restablecen puentes entre los seres humanos para enfrentar los grandes dilemas del hombre, no sé si hay mucho más o menos.

Lidocaine For The Soul

Aun en lo efímero hay permanencia

en pastos fugitivos, en ese perro

…apuradamente felices.

El relato construye los lugares.

También el destino y el fracaso

implican cierto esnobismo.

Este sentimiento de temporal crónico

de pisar botellas rotas

sin encontrar narcótico que despeje el trasnoche.

Y ahora que la casa está limpia y

ordenada;

¿deberé hacer algo por esto,

qué debería pensar?

Ansiamos como las guindas

el derecho a la claridad.

Pero nada arde.