Ciudad

Tumbaron el más célebre de los búnkers de droga

Por Santiago Baraldi. Es el de Junín y Francia. Vecinos temen que cuando se vaya la Gendarmería el barrio vuelva a ser territorio libre para la transa


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El ya famoso búnker de Junín y avenida Francia, a metros del Puerto Madero rosarino, fue derribado ayer ante la mirada escéptica de los vecinos. “Ya vi tirar cuatro de estos. Cuando las cámaras y los gendarmes se van ellos vuelven”, dice Miriam con su chiquito en brazos. A la hora de los noticieros, personal de la Municipalidad con mazas y un martillo neumático, lidiaba con la losa de la construcción con sus dos pequeñas aberturas a casi dos metros de altura. Las copas de los árboles que cubrían el pasillo se fueron limpiando con motosierras. En el piso quedaron como testigos infinidad de bolsitas que alguna vez fueron dosis de algún comprador desesperado. “Por acá pasaban desde los limpiavidrios del semáforo del Alto (Rosario), hasta taxistas, y también gente de las torres (por las Dolphines), mujeres finas que desayunaban frula”, describe César, cartonero, vecino del búnker.
Del operativo participó Pablo Seghezzo, secretario de Control y Convivencia Ciudadana, acompañado por la coordinadora de Promoción Social del Distrito Norte, Claudia Mancero, quien se ocupó de relevar a las más de veinte familias del asentamiento (ver aparte).
Oscar, uno de los residentes en el lugar, acomodaba la chatarra en su pequeño terreno lindero y aseguró que “hace cuatro años que la cosa se puso muy densa. Esta gente no tiene feriado: todos los días, a toda hora, era un desfile de personas. Hasta ambulancias llegaban acá y se metían al pasillo. La policía también: hacían como que cumplían alguna tarea y venían a buscar la de ellos”.
Un cartel quedó tirado frente al búnker: “Se vende sándwiches de milanesa”. Una mujer se dispone a dar su testimonio al móvil de la tele y los pibes la rodean para salir en cámara. Un muchacho, apoyado en una pared de chapa, le advierte: “No hables, no pongas la cara. ¿No ves que después ellos (por los medios) se van y los otros vuelven?”.
Los vecinos no ocultaban el temor por contar cómo vivían con el búnker a metros de sus casas. “No te voy a dar mi nombre; poné La Gordita”, dice la mujer. “Yo soy de las más viejas acá; hace veinticinco años que vivo y hace cuatro o cinco años que no dormimos en paz. Mi nena cuando escucha gritos se viene a mi cama. Ahora vemos que ya no pasan tantas motitos y se paró con el arrebato; los chicos no podían jugar afuera. No sé cuanto tiempo durarán estos operativos. Queremos creer que es el último, pero hace cinco búnkers que es el último”, resumió.
Unos veinte gendarmes se ubicaban a la sombra para ver caer los escombros. El personal municipal corría ramas y hacía lugar para que los camarógrafos puedan hacer tomas más cercanas. “Éste es un negocio que no necesita propaganda. Acá venía gente de toda clase social”, contó La Gordita, e insiste en que muchos de los compradores “son gente de esas torres”, señalando las flamantes construcciones sobre la costa.
“No porque seamos pobres somos delincuentes o drogadictos. ¡Las mujeres bien vestidas que pasaban por acá! Doctores, taxistas, señores de traje, en autos caros, motos, bicicletas. Todos buscando esa basura”, concluyó la mujer.

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